Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 7 de marzo de 2002
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Política

Pide el presidente Fox dejar atrás ''desconfianza y recelos''

Escenografía priísta, marco para presentar nuevo programa indígena

El acto se realizó en el centro ceremonial Mesa del Nayar

LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO

Mesa del Nayar, Nay., 6 de marzo. En el presídium del acto de presentación del Programa Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas 2001-2006 hay 18 lugares, pero sólo uno es para una autoridad tradicional india. El resto de las sillas están ocupadas por el Presidente de la República, secretarios de Estado, funcionarios públicos federales, un militar, gobernadores, un presidente municipal y dos invitados especiales.

En la ceremonia que anuncia un nuevo trato entre el Estado y los pueblos indígenas, basado en el respeto a la diversidad de su cultura, los gobernadores tradicionales, tenientes, alcaldes, representantes agrarios, marakames y rezanderos, coras y wirrárikas, se encuentran colocados un escalón debajo de las autoridades constitucionales, mirándolas de frente, escuchando cómo los oradores hablan de los indios mientras ellos callan. Están al acecho de un encuentro con Vicente Fox para entregarle oficios con peticiones ancestrales.

En el centro ceremonial de Mesa del Nayar, adornado para la ocasión con mazorcas de granos negros, azules, rojos, amarillos y blancos, envueltos en flores y hojas protectoras, los hombres y mujeres de maíz, de pie o sentados, protegidos por un emparrillado de ramas frescas, rodeados de tabachines, huizaches, mezquites y guayabos, y vestidos con sus trajes típicos, escuchan cómo para las autoridades en turno ellos se han transformado en algo más de lo que diariamente son para convertirse en los representantes de millones de indígenas del país a los que se quiere dirigir un mensaje.

Pareciera ser que para anunciar su política hacia los pueblos indios, el gobierno del cambio decidió mantener la misma escenografía, el mismo formato que sus antecesores. Sin embargo, a diferencia del PRI, ha renunciado al acarreo. Los que están allí lo hacen por convicción, interés, necesidad o gusto, pero no por presión o clientelismo. No todos los días llegan hasta aquellas tierras los otros que vienen del centro y tienen poder y recursos, y éstos no llegaron a pedir votos. Conocerlos y encontrarse es una oportunidad única que hay que aprovechar.

Mesa del Nayar es un poblado ubicado en una cima chata dentro de territorio cora. Allí están los restos del rey Nayar. Allí, durante La Borrada -fiesta de Semana Santa en la que las tinieblas se apoderan del mundo y en la que los coras corren continuamente durante tres días y están autorizados a comportarse excéntricamente- salen a relucir arcabuces y una lanza -prendas de la resistencia a la conquista. Se trata muy probablemente de la parte más agreste de la zona, donde su gente es más cerrada. Fue la última comunidad en ser reducida por la fuerza hace unos 280 años.

Eso le da a la gira presidencial, a la instalación del Centro de Desarrollo Económico y Educativo (CDEE) y al inicio del programa de electrificación de la región un sello propio. En comunidades coras como Jesús María se encuentran tanto el hospital más grande de la zona -en el que se combina la medicina tradicional con la alopatía, cuando hay medicinas-, como la radio del INI: Radio Voz de los Cuatro Pueblos. Que el gobierno federal haga acto de presencia en Mesa del Nayar tiene un mensaje: ha llegado al corazón de la resistencia.

El programa

Polvos de aquellos lodos, nada más cortar el listón rojo para inaugurar el CDEE en Mesa de Nayar, el presidente Vicente Fox se encontró con un grupo de ganaderos que llegaron desde el estado de Jalisco a quejarse de que el Tribunal Unitario Agrario había restituido a la comunidad wirrárika de San Sebastián 715 hectáreas arrebatadas por los grandes propietarios.

El Presidente los escuchó con atención y respondió: ''Es que el tribunal está dando cada resolución...''

-Nos quitaron lo único que teníamos, señor -insistió uno de los ganaderos.

-Lo único que puedo ofrecerles -dijo Fox- es que se actuará conforme a la ley...

Una hora después, Sixto Serrano Lucas, gobernador tradicional de Jesús María, vestido con camisa de manta blanca y calzado con huaraches, fue el primero en tomar la palabra durante presentación del Programa Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas 2001-2006. En una castilla difícilmente pronunciada dijo: '''Ya llegan aquí en su casa...'' Y con brevedad hizo un recuento de los problemas que necesitaban resolverse en la región: la luz eléctrica, salud -''con puro gasto el pasaje a Tepic, porque aquí no hay nada de medicina''-, el camino. No necesitó decir más.

Víctor C. Ramos, presidente municipal de Nayar, retomó el discurso donde lo había dejado su paisano. Añadió que incluso estaban dispuestos a pagar por servicios sanitarios, que los peces del río habían muerto por las sustancias químicas que se le habían echado al agua para combatir a los moscos y ''que sea verídico el respeto a la ley indígena''.

Pasó entonces el balón a la cancha gubernamental. Huberto Aldaz Hernández, director del INI, primero, y Xóchitl Gálvez Ruiz, jefa de la Oficina de Representación para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, explicaron los alcances de su programa. Aldaz, mixe que ha hecho una larga carrera como funcionario del INI, hilvanó un discurso reivindicando los derechos colectivos y a los pueblos indígenas como sujetos de derecho. Gálvez, vestida con un traje amuzgo, se dirigió explícitamente a las autoridades tradicionales, y hablando como líder en un mitin mezcló conceptos de Hernando de Soto y su Otro sendero, subsidiaridad panista, manuales de autoyuda, administración por objetivos e indigenismo radical.

Lo cierto es que muchos de los conceptos utilizados por los funcionarios para defender su propuesta no están en ella. Ese es el caso, por ejemplo, de la libre determinación y de la autonomía como expresión de ésta. El programa gubernamental retoma algunas de las ideas elaboradas por Arturo Warman cuando fue director del INI, y muchos puntos del Programa de Pueblos Indígenas que fue elaborado durante la administración de Ernesto Zedillo, pero que nunca fue publicado porque pareció inconveniente a quienes toman las grandes decisiones.

Aunque el programa habla de la necesidad de establecer un nuevo pacto entre el Estado y los pueblos indígenas, se diferencia de los acuerdos de San Andrés y lo sostenido por muchas organizaciones indias en que para el gobierno el centro de este nuevo pacto es el reconocimiento de la diferencia cultural, mientras que en San Andrés se sostiene que su corazón es el reconocimiento del derecho a la libre determinación y de la autonomía como expresión de éste. El programa nunca analiza el gravísimo problema de la falta de representación política de los pueblos indios, ni propone nada para remediarlo. Asimismo, reivindica la reforma constitucional sobre derechos y cultura indígenas aprobada por el Congreso y rechazada por la mayoría de las dirigencias indias y se ubica dentro de ella.

Voz discordante en el encuentro fue la de Miguel León-Portilla. Lleno de erudición, tacto y elegancia, el especialista en literatura náhuatl criticó al Congreso de la Unión ''que se ha rehusado hace muy poco a prestar oídos a las demandas indígenas (... y) nos está mostrando con su actitud que las relaciones con los pueblos indígenas continúan siendo adversas para ellos''. Citó a Netzahualcóyotl y pidió al presidente Fox que presentara nuevamente la iniciativa de la Cocopa. La senadora del PAN Luisa María Calderón no pudo ocultar su disgusto con el historiador, al punto que cuando éste concluyó fue la última de los integrantes del presídium en levantarse de su lugar para reconocer sus palabras.

El Presidente, ataviado con sombrero, morral y paliacate típicos, prefirió no responder a León-Portilla, defendió los avances de la reforma constitucional y se concentró en defender una oferta de igualdad de oportunidades, prescindiendo de compensaciones, políticas de acción afirmativa o cambios de fondo en las relaciones de dominación que tienen a los pueblos indios en la pobreza y la marginación. Llamó a ''dejar atrás la desconfianza y los recelos y trabajar unidos''.

El amigo Toño

En el casco urbano de Mesa de Nayar hay una pequeña planta de generación eléctrica y algunas líneas de distribución que hacen aparecer a esta comunidad como electrificada. Lo cierto es que cuando las mujeres planchan tienen que ponerse de acuerdo y seguir un turno, porque de lo contrario el abastecimiento del fluido se cae. No pueden funcionar allí refrigeradores para conservar medicinas. Recientemente el operador de la planta golpeó a su mujer y fue sancionado por la autoridad. La planta se quedó funcionando hasta que se descompuso.

Probablemente por eso, Alfredo Elías, director de la CFE, anunció en el inicio de los trabajos de electrificación -inmediatamente después de concluir la presentación del programa de gobierno para los pueblos indígenas- que allí iba a llegar ''luz de la buena''.

Antonio Echevarría, gobernador de Nayarit, el ''amigo Toño'', según su discurso en la misma ceremonia, también desbordaba entusiasmo hacia su cuate el Presidente con el inicio del programa de electrificación. Fox -dijo en el mejor estilo priísta- es un hombre de carne y hueso y sensibilidad que en 461 días al frente del país había hecho con ese programa lo que otros no habían logrado en 26 mil días. Explicó que él lo había convencido diciéndole: ''Aviéntese el tiro, señor Presidente...'' No aclaró, sin embargo, si en sus cuentas estaban incluidos los días de los sexenios en los que él chambeó con altas responsabilidades en el gobierno estatal. Enfático, y como muestra de cómo entiende la nueva relación entre el Estado y los pueblos indios, el gobernador les dijo: ''(ahora) han dejado de ser olvidados... porque son mexicanos como Vicente Fox y como Toño Echevarría...'' No importaba que los indios estuvieran, otra vez, abajo del estrado. El amigo Toño los reconoció como sus compatriotas...

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