Mary Robinson compartirá este día
con afganas, lejos de aplausos y discursos
Casi 130 millones de niñas sufren mutilación
genital: UIP
KYRA NUÑEZ CORRESPONSAL
Ginebra 7 de marzo. Mañana, Día Internacional
de la Mujer, los derechos humanos estarán a la orden entre las afganas,
con quienes la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Mary Robinson,
decidió compartir lejos de los discursos y aplausos.
La presencia de Robinson en Kabul durante cuatro días
ha sido vista como su forma de denuncia contra Estados Unidos, que hasta
la fecha ha puesto oídos sordos a reiteradas demandas de hacer avanzar
por otro camino, que no sea el de la guerra, la lucha contra el terrorismo.
La alta comisionada ha denunciado el "número inconcebible" de víctimas
civiles por la intervención estadunidense y su "profunda preocupación
por la manera en que se ejecuta pues la población civil es la primera
víctima".
En el Día Internacional de la Mujer, dos líneas
de combate se prosiguen a escala institucional. Por un lado, los parlamentarios
integrados en la Unión Interparlamentaria mundial (UIP) redoblan
su campaña para detener la práctica de la mutilación
genital de las mujeres y, por el otro, la Organización Internacional
del Trabajo (OIT) y el Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) se
coordinan para hacer frente a los problemas de género causados por
los conflictos armados.
En ambos casos se trata de violencia contra la mujer,
una doméstica, la otra política.
La campaña contra la mutilación genital
no es nueva, pero es discreta, cuando debiera ser una demanda a voz alta.
Según la UIP, no menos de 130 millones de niñas y adolescentes
sufren la mutilación del clítoris y otras semejantes. Si
hasta hace unas dos décadas la práctica se circunscribía
a los países de Africa y algunos estados árabes, hoy se ha
convertido en un problema para los países de emigración de
los nacionales donde tal práctica era tradicional. Así, Inglaterra
trata de combatir los matrimonios prematuros y arreglados entre su comunidad
de inmigrantes africanos y asiáticos; ahora se le añade la
lucha para evitar que las mujeres, viviendo en un medio donde tal práctica
es aborrecida, sean sometidas al flagelo.
Para los países europeos, Australia, Canadá,
Estados Unidos y Nueva Zelanda, estados donde se considera que esa práctica
es peligrosa y hasta mortal, no tiene ningún justificante ni cultural,
religioso o social; en palabras de la presidenta de la UIP, Najma Heptulla
(India), "la mutilación genital viola la integridad física
y psicológica de las mujeres", mientras que el presidente de la
Asamblea parlamentaria de Burkina Faso, Melégué Traoré,
afirmó que "se puede ser buen africano y respetar las tradiciones
sin tener que mutilar a las niñas".
Las tradiciones que Occidente trata de erradicar logran
burlar la vigilancia: según la parlamentaria británica Marion
Roe, alertadas por las medidas de protección de la salud, las familias
han comenzado a enviar a sus hijas a países donde la práctica
es común y regresarlas a Inglaterra cuando la escisión ha
sido consumada.
Para las mujeres, la guerra y los conflictos armados lleva
aparejado el miedo a la muerte, a las heridas y a la destrucción
de sus hogares, pero también a las violaciones, torturas, esclavitud
sexual o económica y relaciones o matrimonios forzados, según
la OIT y el ACNUR.
En un estudio reciente, dos investigadoras de la OIT (Género
y conflictos armados, de Eugenia Date-Bath y Martha Walsh) concluyeron
en que "la naturaleza indefinida de los conflictos recientes ha ampliado
la magnitud de la violencia contra las mujeres". Bosnia, Ruanda y Afganistán
muestran que "los conflictos actuales abarcan no sólo países
o comunidades enteras, sino que han alcanzado una brutalidad sin precedentes
contra la población civil y de no combatientes". El ACNUR estima
que 75 por ciento de las poblaciones de refugiados que generan los disturbios
sociales o las luchas internas la componen mujeres y niños.
En Ruanda, en 1994, entre 250 mil y medio millón
de mujeres y niñas (algunas de sólo cinco años de
edad) padecieron torturas y violaciones. Muchas viven con el estigma, no
pocas dieron a luz a los hijos de sus violadores con el consecuente daño
sicológico y social. Muchas fueron infectadas con sida.
La OIT estima que en Bosnia entre 20 mil y 50 mil mujeres
han sido violadas; fue allí se inauguró el ciclo de las violaciones
masivas como forma de ataque y de limpieza étnica. Violencia acumulada
personalmente experimentada por Zlata Filipovic, la bosnia que asombró
al mundo con su diario La vida de una niña en Sarajevo, que
comenzó a escribir a los 11 años y dio la vuelta al mundo
en 35 idiomas. Zlata participa mañana de la jornada de la mujer
organizada por la OIT y el ACNUR sobre la juventud, mujeres y conflictos
armados.
En Afganistán, 23 años de guerra interna
han perfilado un cuadro de abusos contra mujeres. Si hoy las mujeres en
Afganistán empiezan a encontrar un destino más optimista,
la herencia de un pasado de represión bajo el régimen talibán
será testimoniado en la jornada OIT-ACNUR con el sufrimiento y la
sobrevivencia de Latifa Rohina Sadat, autora de Mi cara prohibida,
y Chékéba Hachemi, humanista, fundadora de Afganistán
Libre, organización que lucha por el acceso de las afganas a la
educación.