La relección de Luis Felipe Bravo Mena
se realizó cuidando las formas
En acartonada sesión, las viejas familias panistas
se negaron a entregar su partido al Presidente
Lo único discordante en la derrota de Carlos
Medina fue el enojo de Francisco Barrio
MIREYA CUELLAR Y JUAN MANUEL VENEGAS
Fue como pasarse tres horas frente al Big Brother.
Por primera vez decidieron abrir a la prensa su método de elección
de dirigente, y los consejeros panistas se acartonaron. Sabedores de que
decenas de informadores los veían desde una enorme pantalla que
se colocó en el patio de la sede partidista, cuidaron las formas.
Salvo las lágrimas de Patricia Espinosa y el enojo manifiesto de
Francisco Barrio, en el PAN parecía no pasar nada. Todos posaban
para la transmisión televisada de la familia feliz; aburrida, pero
aparentemente feliz.
Quizá
porque Barrio Terrazas tiene menos resistencia a la frustración
que muchos otros perdedores, su rostro estaba desencajado. Abandonó
el auditorio del cónclave a paso veloz. Su esposa Hortencia apenas
podía seguirle. No esperó a ver la escena ''fraterna'' ?para
la foto? en la que Carlos Medina le levantaba el brazo a Luis Felipe Bravo
Mena.
Y no era para menos; se acababa de imponer el establishment.
Las viejas familias blanquiazules se habían negado a entregar
su partido al Presidente.
En mangas de camisa, Vicente Fox fue testigo de honor
de una disputa cuyo eje era en buena medida él, lo que representa.
Por eso no fue gratuito que Francisco Barrio, abogado de Medina Plascencia
ante los consejeros, insistiera en que la mejor prenda del ex gobernador
de Guanajuato era ''que puede ser el interlocutor adecuado'' entre el PAN
y el Ejecutivo.
En este Consejo se tenía que definir -o redefinir-
la relación del Partido Acción Nacional con el Presidente
de la República emanado de sus filas. A ese acto, Vicente Fox asistió
con rostro impávido, por momentos ausente. Cuando menos esa fue
la imagen que consiguió.
Las únicas pullas -dichas con toda corrección,
eso sí- corrieron a cargo de Francisco Barrio en un intento por
mover el sentido del voto que, propios y extraños apostaban, favorecería
a Bravo Mena. El funcionario foxista le echó en cara al presidente
del PAN que a 20 meses de que arribaron al poder no haya podido vincular
al partido con el gobierno.
Hizo responsables a quienes votaran por Bravo Mena de
la derrota, si es que se da, en las elecciones del próximo año,
porque ''el PRI está ganando elecciones, se está reagrupando
y se prepara para tener una mayoría amplia en la Cámara de
Diputados''. Ante ello, el PAN requiere ''un líder capaz de desarrollar
estrategias de triunfo''. Ese, se supone, era Medina.
Pero Juan de Dios Castro ?también funcionario,
es el asesor jurídico de la Presidencia?, digno representante de
los guardianes de la doctrina panista, los llamó ''ilusos''. Todo
por ''pensar que la línea del partido la toma una sola persona''.
Defensor de la candidatura de Luis Felipe Bravo Mena, les recordó
que los principios del blanquiazul hablan de un equilibrio en la
relación entre el Ejecutivo y el partido: ''Que el gobierno no se
partidice, ni el partido se gobiernice''.
Y de paso les pidió que no se amilanen ni se derrumben
con las crisis de la política: ''Vamos a evitar tanto el conformismo
como la neurosis''. Planteó que el problema de la relación
entre el gobierno y el partido no se resolvía cambiando a Luis Felipe
por Carlos, como dejó ver Barrio, sino que ''habremos de reorganizarnos...
pero lo urgente no puede desplazar a lo importante''.
Muchas palabras fuertes... siempre en tono mesurado. Por
eso el consejero Jordi Herrera confiaba satisfecho a los reporteros en
una de sus vueltas al patio: ''El espectáculo está en otra
parte''.
Quizás el único momento de clímax,
si es que algo parecido a ello ocurrió, fue cuando los candidatos
estaban empatados con 30 votos cada uno. Y la emoción no era en
el salón donde los consejeros colocaban con monotonía su
voto en la urna, sino precisamente en el patio, donde los seguidores de
Medina sin acceso al auditorio festejaron cada voto, mientras consideraron
que tenía alguna posibilidad.
La languidez se apoderó de la sesión mientras
hablaba Bravo Mena. Y es que la norma panista indica que por cada candidato
habla un consejero a favor. Después viene la exposición de
los aspirantes. Bueno, el bostezo era tal que un reportero vaticinó:
''¡Con ese discurso ya perdió!'' Pero como no era un concurso
de oratoria, el reportero se equivocó.
El Presidente había llegado muy contento. Entrando
se fue directo hacia los reporteros para comentar la detención de
Benjamín Arellano Félix. Quería festejar el triunfo.
Cuando salió, trató de mantener el entusiasmo pese a la derrota
de Medina, el candidato del gabinete, con su aceptación a gobernar
''casado'' con Acción Nacional.
Pero tantas promesas se han hecho, todas incumplidas,
que a ver si el anuncio de este matrimonio no termina en amor de un rato.
Porque lo de ayer fue apenas la entrega del anillo de compromiso, no tan
llamativo como el que presumía radiante la senadora Cecilia Romero,
quien sí tiene boda en puerta. Hasta su despedida de soltera fue
más tema en los patios del edificio panista que la sesión
de consejo.
Qué tiempos aquellos...
Nada
que ver con el cabildeo de última hora, las rechiflas, los reclamos
airados y los aplausos que en otras elecciones se daban a puerta cerrada,
lejos del ojo de la prensa. Bueno, ya hasta aquel debate entre neopanistas
y doctrinarios quedó atrás. Ya todos están revueltos.
Guardaron las formas, tanto, que el Presidente fue un
consejero más en el salón, aunque le corrieron la cortesía
de darle un lugar en la mesa que conducía los trabajos y le prodigaron
un discreto aplauso cuando se levantó para ir hasta la urna transparente
y depositar su voto.
Así somos los panistas, decía Juan Ignacio
Zavala. Y en efecto, nadie quiso dar la impresión de ser demasiado
obsequioso con el mandatario. Nunca tuvo siquiera un grupito de consejeros
a su alrededor. Cruzó algunas palabras con Jorge Ocejo, quien presidió
la sesión, pero el resto del tiempo miró cruzado de brazos
la reunión.
Por cierto, Ocejo vivió ayer su último día
en la Secretaría General. Los cercanos a Bravo Mena se encargaron
de difundir que anoche mismo ''le darían cuello''. Y hasta mencionaron
a quienes se perfilan para sustituirlo; Manuel Espino, Jorge Zermeño,
Germán Martínez y Humberto Aguilar Coronado.
Cuando se les preguntaba por la posibilidad de que Luis
Felipe Bravo entregue la Secretaría General a alguno de los colaboradores
de Medina, la respuesta tajante fue: ''Esto no es el PRD''.
Y aunque se repartían los cargos entre algunas
sonrisas, los bravomenistas no estaban del todo satisfechos. Sus cuentas
no salieron. Esperaban una votación menos cerrada, creían
que Medina Plascencia no recogería ni cien votos.
Del lado de Carlos Medina el único realmente molesto
pareció ser Barrio, aunque el senador Javier Corral no pudo ocultar
el gesto triste de la resignación. Porque ahora les falta lo más
importante: que Luis Felipe les cumpla y realmente enmiende su relación
con el Ejecutivo. ''El consejo lo apoyó, pero creo que también
tiene claro que se debe modificar la relación con el Presidente.''
Y a ver cómo le va al senador Corral, pues
algunos hicieron notar que ''ya se echó encima al jefe Diego'',
quien por cierto se mantuvo muy calladito y alejado del protagonismo de
otras ocasiones. En las filas del PAN es bien sabido que atrás de
Bravo Mena, él es el gran triunfador y que las riendas del partido
seguirán en sus manos. Hasta se dio el lujo de hacer una broma a
costillas de Medina. Sólo la conoció Fox Quesada, porque
Diego se negó a repetir a los reporteros lo que acababa de decir
al mandatario, al despedirlo.
Extremadamente cuidadosos, hasta el final, con las cámaras.
Y sin mayor pasión, como llegaron, se fueron. Así son los
panistas... para la televisión.