Rolando Cordera Campos
Después del PRI: corrido y balada
Resuelta la disputa, sí puede venir la estampida. Pero no como la quieren los amantes del espectáculo encapsulado por el grito en la radio y los visajes en la televisión, sino como desvanecimiento y decadencia de la política. Sin recambio a la vista, porque las inclusiones "democratasociales" que ofrece el nuevo líder no pueden sino graznar, nadar y caminar como simulaciones y demagogia groseras, lo que le queda hoy al PRI es seguir en el largo desierto de la soledad, pero sin el célebre abandonado de palacio.
Ya lo dijo el inefable gobernador de Oaxaca: en la elección "el gran perdedor fue el PRI... no caigamos en el triunfalismo porque la victoria del pasado domingo 24 de febrero fue pírrica. A nadie convencimos" (Roberto Garduño, La Jornada, 06/03/02, p.5).
No es sólo cuestión de susto o de gusto, sino de sentido mínimo de la realidad. La política moderna está hecha de elecciones y de riesgos a la luz del día, pero también de mínimas congruencias y propuestas que el ciudadano entienda y pueda, si así lo quiere o lo convence su compadre, hacer suyas, votar, y así acompañar al que aspira al mando. En el PRI, que nadie lo dude, lo que jugó fue el mando, pero sin que nadie arriesgara un ápice en materia de oferta para la política, la economía y la vida social del presente. Del futuro, por lo visto y oído, el nuevo liderazgo priísta prefiere que se encarguen los publicistas, encuestadores, creadores de imagen. Y nada más.
La soledad de la política democrática no es la que hoy aqueja a los políticos. Ellos se acompañan, se aconsejan y no se van, como lo ilustran la deslustrada campaña para gente decente del PAN y la deshilachada ronda electoral -electorera, sería mejor decirle- emprendida por Rosario Robles y Jesús Ortega en pos de quién sabe qué dirección y partido.
Sin embargo, esta comandita se puede volver letal para partidos, cúpulas y público, agradecido y no, una vez que llegue la hora de buscar votos para el relevo en la Cámara de Diputados y las gubernaturas del año entrante. Entonces, de seguir como vamos, los políticos tendrán que sentir el rigor del frío que les anunciará la abstención por adelantado y el desgano manifiesto de los millones que hoy buscan todavía una luz, aunque sea simple esperanza. Como lo hicieron en las urnas hace dos domingos, como lo harán con el PRD y como, tal vez, les gustaría hacerlo en el PAN, aunque ahí con la timidez y el recato que imponen los buenos modos.
Reivindicar la política se dice fácil, pero hay que admitir que los cimientos y hasta las vigas para hacerlo fueron minados hace tiempo, tal vez cuando todos o muchos pensábamos que empezaba a salir el sol. Entonces, cuando los políticos se corrieron a un centro más que nada inventado por publicistas disfrazados de teóricos de la democracia más moderna imaginable, comenzó el derrumbe que ahora se empieza a vislumbrar como amenaza mayor, en medio de tanta promesa sin cumplir y tanta bravata fútil, que han llenado el panorama político de petates del muerto, pero también de riesgos letales a la vista, o a la mano, según donde uno viva o se mueva.
Los partidos se empeñan en no serlo, y su función elemental de agregación y representación languidece, en el mejor de los casos. Vienen del norte y nos ofrecen asesoría para una mejor frontera, y de Europa emanan los regaños fiscales y sobre las reformas pendientes que a nadie conmueven, porque el discurso del fin del mundo ya no parece capaz de quitarle el sueño a nadie. Anunciar el protectorado tampoco sirve de mucho, y darle la bienvenida a Fidel como profeta de nuevo armado para cargar contra la globalización más bien da risa.
Desarmados están la política y los políticos, y los llamados a la guerra real o virtual, globalifóbica o autodestructiva como en la UNAM, o con fierros de a de veras como en Guerrero, suenan más bien a sueños de opio. Sería la hora de la política civil y abierta, pero no lo es ni, al parecer, sus oficiantes quieren que sea.
Este es el panorama que nos deja el gran bochorno priísta, una vez que el priísmo votó y volvió a su casa, su barrio, su covacha. Después de que los del mando empezaron a hacer como que lo entendían y hasta lo apreciaban y de pronto hicieron lo de siempre: olvidarlo, manipularlo, abusar de su memoria y figura.
Toca el juego a los otros dos, pero es mejor hacer una pausa, hablar de la llegada de la primavera y esperar a que alguien se atreva a decir que las cosas no son como nos dicen, y se oponga, y proponga como lo suponen el método y el credo democráticos. Ofrecer pactos y acuerdos civilizados, sin poner por delante la posición de cada quien sobre lo que importa aquí y ahora, en la economía y el hambre, el empleo o la propiedad, o la soberanía, es puro gesto y sólo promete engaño. De ese que, suponíamos, ya estábamos todos hartos. Suena a corrido, pero es balada.