Marcos Roitman Rosenmann
Movimientos democráticos en América Latina
La articulación de proyectos políticos alternativos y democráticos al neoliberalismo no se construye declamándose antiliberal. Tampoco emerge espontáneamente, suma de una amalgama de ideologías sin principios articuladores sobre los cuales edificar una sociedad con dignidad y justicia social. Ensalzar las diferencias, constatando la diversidad de luchas y oposiciones existentes a la depredación y explotación de personas, del medio ambiente y el planeta a cargo del capitalismo salvaje no es más que un punto de partida. Lo más complejo queda por hacer. Sin un plan y una estrategia para cambiar el mundo y no sólo tomar el poder, todo para todos nada para nosotros, parafraseando al EZLN, es imposible dirigir el horizonte histórico hacia alternativas democráticas. Asimismo, no podemos abstraer la dimensión nacional de las luchas político-sociales. Sin este enganche histórico-cultural es difícil, cuando no imposible, entender las raíces y evolución de las luchas democráticas en América Latina. Todos los procesos tienen sus diferencias específicas, desde la Revolución Mexicana, pasando por Guatemala, Brasil, República Dominicana, Cuba, Chile, Haití, El Salvador o Nicaragua.
La elaboración de proyectos y alternativas democráticos en cualquier lugar del mundo no se puede improvisar. La experiencia nos recuerda que la improvisación es mala consejera, se traduce en errores cuyas consecuencias han motivado crisis de legitimidad y la caída de gobiernos bien intencionados. El ejemplo más reciente lo constituye el Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua. Esta circunstancia no sólo se puede achacar a la izquierda política. Igualmente, y sin necesidad de representar una alternativa democrática al neoliberalismo, se puede concurrir a elecciones, ganarlas y tener que abandonar el poder al carecer de estrategias coherentes de medio y largo plazos. El caso de Bucaram en Ecuador o el De la Rúa en Argentina son un indicativo. La improvisación afecta a todos por igual. Sólo que desde una perspectiva democrática tiene difícil justificación.
Plan y estrategia son dos partes constitutivas de cualquier proyecto político con sentido de futuro. El neoliberalismo así lo entendió y desde los años cincuenta fue construyendo su discurso y su mensaje. El golpe militar que derrocó al gobierno constitucional de Salvador Allende fue un maná caído del cielo. Permitió poner en práctica todo un proyecto revolucionario de cambios políticos, económicos, sociales y culturales que un grupo de acólitos chilenos de Hayek venían sosteniendo en esos años, en contraposición a las políticas desarrollistas de orientación keynesiana. No es extraño que el tirano Pinochet dijese que no tenía fechas para abandonar el poder, sino metas que cumplir. Planes y objetivos. La pérdida del plebiscito en 1988 no alteró su doctrina. Después de entregar el mando al presidente electo, Patricio Alwyn, destacó con cierta ironía: "labor cumplida". El referéndum post Constitución se podía perder, pero la orientación del proceso continuaría el camino marcado por los padres del neoliberalismo en Chile.
Quisiera llamar la atención hacia esta dimensión del problema. La elaboración sistemática y consciente de un proyecto político, en este caso democrático. No se trata de un programa electoral. El programa puede verse alterado por la contingencia. Son los principios diseñados previamente y sobre los cuales se desarrolla el proyecto, lo que da estabilidad y proporciona legitimidad a las políticas de corto plazo. Si analizamos las actuales circunstancias de América Latina podemos observar cómo la puesta en práctica de un proyecto democrático puede provocar, y seguramente lo hará, un sisma en las estructuras de poder neo-oligárquicas prevalecientes en la región. Podemos asistir a un proceso de tensión política en el que reaparezcan los discursos anticomunistas, y las tácticas desestabilizadoras y golpistas reinicien su andadura. También podremos contemplar la elaboración de montajes sobre los cuales desprestigiar cualquier opción política contraria a las orientaciones del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las trasnacionales o aquellas diseñadas por Estados Unidos para América Latina. El ejemplo argentino nos puede ayudar.
La situación en Argentina demuestra el límite de un orden neo-oligárquico de orientación liberal en el cual se han perdido los referentes de cohesión política. Las expectativas, el imaginario social levantado durante estos veinte años por empresarios, elites políticas y económicas, se han hecho trizas. El neoliberalismo no ha sido capaz de cumplir sus promesas asentadas sobre utopías igualitarias provenientes de una economía de mercado integrada y expansiva. La crisis tiene orígenes estructurales y es orgánica. Salir de ella supone recomponer la sociedad en su totalidad. La voluntad política democrática debe estar firmemente articulada en una movilización social capaz de frenar las políticas desestabilizadoras que se pondrán en circulación y ciertamente potenciar la participación de la ciudadanía en el proceso de toma de decisiones. Lamentablemente un miedo paralizante se adueña del ambiente. La inexistencia de un proyecto democrático coadyuva a la parálisis y facilita la recomposición parcial del orden neo-oligárquico. Roto y sin futuro se impone por carencia y no por virtud. La desobediencia civil no logra cuajar en una propuesta colectiva de articulación democrática. El proyecto democrático se desvanece y la responsabilidad política se diluye. Un malestar creciente inunda el espacio, no cuaja la alternativa democrática.
Brasil y la experiencia del PT con Lula ocupará la atención en los próximos meses. Las elecciones presidenciales pueden darle el triunfo y abrir expectativas de cambio democrático a millones de brasileños. El reto es grande y la responsabilidad debe ser compartida por todos los sectores democráticos latinoamericanos. Aquí estaremos en condiciones de saber si realmente se construyó y elaboró una estrategia y un plan ordenado sobre el cual orientar el futuro de las luchas democráticas, o simplemente se tomó el poder y no se pudo cambiar el mundo.