José Cueli
Clavellero
šQué razón tienen los lectores de La Jornada que indignados protestaron por el bochornoso espectáculo ofrecido el domingo pasado en la México! El toro Clavellero de la ganadería debutante de Barralva negro, bragado, meano y aparatosa cornamenta, al salir al ruedo mostró un comportamiento extraño: no acudía a los capotes de las cuadrillas. El juez Manuel Gameros ordenó su regreso a los corrales, contra el reglamento en vigor, sin esperar a ver al toro frente a los picadores.
Y venga el desmadre y el salvajismo. Ante la falta de destreza de las cuadrillas para regresar al toro a los corrales, éste fue acribillado a balazos en el patio de los picadores. Los aficionados también estamos indignados y avergonzados, cuando menos el que esto escribe, por tan lamentable masacre, de la que me enteré al día siguiente de la corrida.
Y es que al toreo sólo le quedan los restos, šlos restos! Nada más que un reflejo de fuerza, como los charcos que quedan en la playa al retirarse la marea. Los restos parecen no tener memoria. Como la luz postrera del crepúsculo que se ha olvidado del sol. Un toro no muerto en el cálido cerco del redondel defendiendo su vida a cornadas sino en un patio y a balazos. Con razón una palidez de muerte lo acompañaba. No defendiéndose hasta el final como sus hermanos, que hondos mugían por una antigua herida que hablaba de conquistadores y conquistados sin saber por qué. šQué vergüenza!