CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
La hebra del caso Digna
HACE NO mucho tiempo, en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal la voz más importante de la dependencia me aseguraba, en medio de una explicación que advertía cómo se estaban llevando las diferentes "líneas" de investigación en el caso de la muerte de Digna Ochoa, que el suicidio estaba desechado.
PARA LOS investigadores, después de un mes de indagaciones, la posibilidad de que Digna hubiera atentado contra su vida no era sostenible y por ello las "otras líneas" se fortalecían, aunque a decir verdad en aquellos momentos se trataba de dar consistencia a la tesis de que el compañero de la defensora de los derechos humanos era el culpable.
SI, SE hablaba con cierto temor y hasta con ganas de que no se hallara nada, de la posibilidad que todo el mundo apunta, es decir, la culpabilidad de algún miembro del Ejército en la comisión del crimen.
ESA PISTA parecía lo menos importante. En ese tiempo se quería culpar al novio y se levantaban hipótesis de todo tipo para justificar la acusación; entonces tampoco importaba mancillar la imagen de Digna y se buscó en lo más recóndito de la relación las razones del crimen.
NO OBSTANTE, la hipótesis no se sostuvo y ante la supuesta preocupación por lo que entonces se consideraba un crimen de la extrema derecha, se creó una comisión especial para la investigación del caso, integrada en gran parte por agentes formados en el Instituto de Capacitación de la PGJDF, dirigidos por el subprocurador Renato Sales.
HASTA ALLI todo parecía correcto, pero hace apenas dos o tres semanas apareció, sin estar involucrado en el caso, el fiscal de homicidios Guillermo Zayas González, quien identificó el arma homicida, la cual había sido entregada por los propios hermanos de Digna. Desde entonces, y en corto, el fiscal empezó a platicar con algunos reporteros a quienes les aseguraba que la información sobre la pertenencia de la pistola les sería entregada.
SOLO SE esperaría a que la CIDH diera su recomendación respecto del caso. No obstante, hubo quien no creyó al funcionario y quien se decidió a ser comparsa. La información salió y el subprocurador Renato Sales hizo el ridículo de su vida porque, además de aparecer como inepto, la gente en la dependencia cayó en la cuenta de que no era tan importante para el procurador.
EL FISCAL, por fin, había ofrecido una salida fácil a Bernardo Bátiz. Nadie saldría lastimado, ni los miembros del Ejército, ni el novio de Digna, ni las organizaciones religiosas ni nadie. El caso quedaría impune y todos felices y contentos.
TOTAL, EN el Distrito Federal la gente poco a poco se ha ido acostumbrado a que cuando las autoridades policiacas no tienen ni la más remota idea de cómo sucede algún crimen, simplemente lo declaran suicidio y tan tán.
POR SI fuera poco el suicidio, que ahora dicen que no es una investigación concluida, podría evitar al procurador Bátiz la humillación, la pena de tener que encontrarse en plena misa con un "inocente" y tener que pedirle perdón. šViva la justicia y, claro, los justicieros!
ciudadperdida-[email protected]
[email protected]