En El Bireh cavan tumbas por adelantado
Repleto, el panteón de la ciudad palestina ante el recrudecimiento del ataque israelí
AFP
Ramallah, cisjordania, 13 de marzo. Omar Jomaa Mussa, sepulturero del cementerio de El Bireh, ciudad palestina gemela de Ramallah, ya no espera la llegada de los cadáveres: cava por adelantado las tumbas para sus compatriotas muertos por el ejército israelí, cuyo número aumenta cada día.
Mussa, de 36 años, tiene un cuaderno especial en el que anota la identidad de las víctimas de las balas israelíes enterradas en su cementerio, que ya suman 40 desde el comienzo de la segunda intifada, en septiembre de 2000.
Expresa que le embarga la pena cuando entierra un niño: "Siento que no puedo controlarme, siento la gran injusticia de la que es víctima el pueblo palestino.
"Abrí una tumba común para una madre y sus tres hijos de la familia Abu Kuweik y lloré cuando deposité los cuerpos de los chicos", narra al tocar el tema de la muerte de la familia de un responsable local del movimiento islamista Hamas, Hussein Abu Kuweik, a quien al parecer se intentó asesinar.
Su mujer, Buchra Abu Kuweik, de 32 años; sus hijas Aziza y Baraa, de 16 y 14, y su hijo Mohammad, de 10, murieron al recibir un cañonazo de un tanque israelí en el campamento de refugiados de Al Amari, cerca de Ramallah.
El ejército israelí presentó luego sus "excusas" y manifestó su "pena".
Sobre los muros del cementerio de El Bireh los retratos de los muertos parecen flores tristes. Y sobre las estelas mortuorias se ve la bandera palestina y, debajo, el nombre de la víctima y la fecha de su deceso.
Los muros y las estelas del cementerio también muestran los impactos de las balas que disparan los soldados israelíes apostados en la colonia judía de Psagot, situada en una colina vecina.
"El ejército israelí nos ha disparado, sin ninguna razón, a mi ayudante y a mí más de una vez, pero sin herirnos", afirma Mussa, que declara trabajar en el lugar desde hace dos años.
En un rincón del cementerio se puede ver la tumba de Abu Alí Mustafá, el jefe del Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP, izquierda radical), asesinado por el ejército israelí en agosto de 2001.
La sepultura es provisional, a la espera de poder llevar sus restos a Arraba, la aldea natal del dirigente palestino, cerca de Jenin, Cisjordania, cuando se levante el cerco de los territorios palestinos.
El alcalde de El Bireh, Walid Hamad, afirma que el cementerio está lleno y "no puede recibir más víctimas", por lo que ha escrito al presidente palestino, Yasser Arafat, pidiéndole una nueva parcela.
Con el aumento del número de muertos "hemos debido cavar tumbas suplementarias para que estén listas", dice.
El director general de los hospitales palestinos de Cisjordania, Mussa Abu Hamid, explica que "en los hospitales de Jenin y Naplusa con frecuencia debemos poner varios cuerpos en un solo compartimiento de la morgue''.
"El personal de todos los hospitales ha sido movilizado", sobre todo tras la declaración del primer ministro israelí Ariel Sharon en torno ''a la necesidad de infligir más pérdidas a los palestinos", agrega.
El pasado 4 de marzo, en efecto, Sharon afirmó en los pasillos del parlamento israelí que los palestinos debían sufrir "muchas pérdidas" con el fin de que "sepan que no conseguirán nada con el terrorismo".
Abu Hamid indicó que "en los últimos días los hospitales rechazan a los enfermos" y que "todo el personal está listo para curar a los heridos y atender los casos más urgentes".
El conflicto israelí-palestino ha alcanzado un nivel de violencia sin precedente, con un saldo de 220 muertos sólo en los últimos 10 días. La gran mayoría de estas víctimas son palestinos.