Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 21 de marzo de 2002
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Espectáculos
El ex Pink Floyd logró juntar a más de 40 mil personas en el Foro Sol, el martes

El sonido predominó sobre lo visual en el concierto de Roger Waters

Interpretó 25 temas acompañados de imágenes de cómic dramatizadas

ARTURO CRUZ BARCENAS

Abstracción en el concierto de Roger Waters, el pasado martes, en el Foro Sol: los perros ladraron alrededor; una jauría perseguía a un prófugo; los puercos volaban; las hélices de uno, dos, tres helicópteros revivieron Apocalipsis now; algunos sintieron miedo... pero otros ?de los más de 40 mil asistentes? mejor fueron por otra cerveza.

waters_ok07De 122 bocinas brotó un sonido que inundó el Foro Sol; cuadrafónico, ecualizado, estéreo, que creó la sensación de que muchos seres, entes, toda la ontología que Syd Barrett y Waters crearon y que les sirvió de medio para poner el dedo en la llaga del poder, de la docta ignorancia, de la omnisciencia anticultural, de la crítica a la educación ortodoxa, por la doxa libre.

A la convocatoria del ex Pink Floyd acudieron decenas de miles de seguidores de uno de los grupos más importantes de la escena del rock imbricado con teatro. Cada canción fue un cuadro, una escena, un episodio o capítulo de una obra consistente. Como tal, tuvo sus subidas y bajadas en la tensión dramática.

En total, fueron 25 temas que comenzaron con In the flesh, título de la gira, de su último disco y de su más reciente hit. Sin dar tiempo a reponerse, la orquesta siguió con Los días felices y, para causar una emoción que hizo latir corazones, Another brick-Part 1. Un coro de más de 40 mil personas la cantó y el sonido se tornó catedralicio, como en la composición de los Rolling Stones No siempre puedes obtener todo lo que deseas.

Parados en las sillas, los de las secciones de abajo trataban de ver algo de lo que ocurría enfrente. En las pantallas laterales, los martillos nazis marchaban, el maestro era golpeado por su obesa esposa y un niño cara de culo sentía el poder de la enseñanza que entra con sangre.

Another brick in the wall, y un muro se alzó ante el público. En la estética del comic dramatizado las imágenes se congelaron, creando ideas fijas. Era el concepto de la música de Pink Floyd en su esencia; no como puede estilizarse, sino como fue creada. In the flesh, en vivo, ahí, más presente que nunca.

A un lado del cenit, rumbo al nadir, un gajo de luna pendía en el firmamento oscuro. Otro satélite en su espectro se movía ondulante en la pantalla central. Un marco inusitado para Dark side of the moon, el beat in crescendo, en paulatino pero hacia arriba en toda la dimensión de la rosa de los vientos. Dark side of the moon lleva a que todos tenemos un lado oculto, que nadie ha visto ni debe ver.

De los teclados del hijo de Roger, Harry, por momentos brota una tranquilidad que se va abriendo camino hasta los asistentes con boleto de 180 pesos. Hasta arriba. El clímax, en este último sentido, ocurre con Wish you were here, para muchos la más esperada, más que Another brick. No hay edad para apreciar la música de Waters, pero abundan sus contemporáneos, quienes pusieron atención a lo largo del concierto.

Entre los más jóvenes, algunos llegaron por el imán de lo que fue Pink Floyd y por cierto dejo de rebeldía. Entre los vientres prominentes, las canas y las arrugas que van juntando las primaveras, varios cierran los ojos y escuchan para sí. Es su música y ésta corre con sus recuerdos, que vuelan hacia la sicodelia, traducida en esas manchas aceitosas proyectadas en las pantallas.

Money: la mercadotecnia, el mundo a los pies de los negocios; las cajas de los mercados se abren y cierran dejando oír las monedas. Todo lo mueve el dinero y una lluvia de peniques cae hasta el infierno que no está en el más allá. El infierno está en la Tierra, en el más acá.

It's a miracle... hasta Eclipse. La corona del fenómeno universal encandila y cruza todo el foro. Otra vez el coro catedralicio, pero Waters no asume posturas patriarcales. Al contrario, gesticula y ríe. Por momentos cierra los ojos y sus apóstrofes marcan los remates melódicos.

Con Pink Floyd, Waters grabó 17 discos y como solista ya tiene seis. Son muchas las que le faltan, las que quisiera oír el público. Lo sabe e interpreta una insoslayable: Confortably numb, esa caída existencial, la depresión, la lejanía del concepto fresa de autoestima. Cada sonido ha sido estudiado con detalle, ante cientos de botones de consolas de los estudios de grabación.

Agradece a los mexicanos que hayan estado esa noche. Pronunciará en español algo, tan sólo algo. Pero algo es mejor que nada. Fue un concierto donde el sonido predominó sobre lo visual. Ganó la música. En el encore, Flick flame, la lumbre eterna. Y queda la certeza de que aún hay muchas paredes que deben derribarse; los ladrillos siguen empotrándose y crean murallas.

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