El ex Pink Floyd logró juntar a más
de 40 mil personas en el Foro Sol, el martes
El sonido predominó sobre lo visual en el concierto
de Roger Waters
Interpretó 25 temas acompañados
de imágenes de cómic dramatizadas
ARTURO CRUZ BARCENAS
Abstracción en el concierto de Roger Waters, el
pasado martes, en el Foro Sol: los perros ladraron alrededor; una jauría
perseguía a un prófugo; los puercos volaban; las hélices
de uno, dos, tres helicópteros revivieron Apocalipsis now;
algunos sintieron miedo... pero otros ?de los más de 40 mil asistentes?
mejor fueron por otra cerveza.
De
122 bocinas brotó un sonido que inundó el Foro Sol; cuadrafónico,
ecualizado, estéreo, que creó la sensación de que
muchos seres, entes, toda la ontología que Syd Barrett y Waters
crearon y que les sirvió de medio para poner el dedo en la llaga
del poder, de la docta ignorancia, de la omnisciencia anticultural, de
la crítica a la educación ortodoxa, por la doxa libre.
A la convocatoria del ex Pink Floyd acudieron decenas
de miles de seguidores de uno de los grupos más importantes de la
escena del rock imbricado con teatro. Cada canción fue un cuadro,
una escena, un episodio o capítulo de una obra consistente. Como
tal, tuvo sus subidas y bajadas en la tensión dramática.
En total, fueron 25 temas que comenzaron con In the
flesh, título de la gira, de su último disco y de su
más reciente hit. Sin dar tiempo a reponerse, la orquesta
siguió con Los días felices y, para causar una emoción
que hizo latir corazones, Another brick-Part 1. Un coro de más
de 40 mil personas la cantó y el sonido se tornó catedralicio,
como en la composición de los Rolling Stones No siempre puedes
obtener todo lo que deseas.
Parados en las sillas, los de las secciones de abajo trataban
de ver algo de lo que ocurría enfrente. En las pantallas laterales,
los martillos nazis marchaban, el maestro era golpeado por su obesa esposa
y un niño cara de culo sentía el poder de la enseñanza
que entra con sangre.
Another brick in the wall, y un muro se alzó
ante el público. En la estética del comic dramatizado las
imágenes se congelaron, creando ideas fijas. Era el concepto de
la música de Pink Floyd en su esencia; no como puede estilizarse,
sino como fue creada. In the flesh, en vivo, ahí, más
presente que nunca.
A un lado del cenit, rumbo al nadir, un gajo de luna pendía
en el firmamento oscuro. Otro satélite en su espectro se movía
ondulante en la pantalla central. Un marco inusitado para Dark side
of the moon, el beat in crescendo, en paulatino pero hacia arriba
en toda la dimensión de la rosa de los vientos. Dark side of
the moon lleva a que todos tenemos un lado oculto, que nadie ha visto
ni debe ver.
De los teclados del hijo de Roger, Harry, por momentos
brota una tranquilidad que se va abriendo camino hasta los asistentes con
boleto de 180 pesos. Hasta arriba. El clímax, en este último
sentido, ocurre con Wish you were here, para muchos la más
esperada, más que Another brick. No hay edad para apreciar
la música de Waters, pero abundan sus contemporáneos, quienes
pusieron atención a lo largo del concierto.
Entre los más jóvenes, algunos llegaron
por el imán de lo que fue Pink Floyd y por cierto dejo de rebeldía.
Entre los vientres prominentes, las canas y las arrugas que van juntando
las primaveras, varios cierran los ojos y escuchan para sí. Es su
música y ésta corre con sus recuerdos, que vuelan hacia la
sicodelia, traducida en esas manchas aceitosas proyectadas en las pantallas.
Money: la mercadotecnia, el mundo a los pies de
los negocios; las cajas de los mercados se abren y cierran dejando oír
las monedas. Todo lo mueve el dinero y una lluvia de peniques cae hasta
el infierno que no está en el más allá. El infierno
está en la Tierra, en el más acá.
It's a miracle... hasta Eclipse. La corona
del fenómeno universal encandila y cruza todo el foro. Otra vez
el coro catedralicio, pero Waters no asume posturas patriarcales. Al contrario,
gesticula y ríe. Por momentos cierra los ojos y sus apóstrofes
marcan los remates melódicos.
Con Pink Floyd, Waters grabó 17 discos y como solista
ya tiene seis. Son muchas las que le faltan, las que quisiera oír
el público. Lo sabe e interpreta una insoslayable: Confortably
numb, esa caída existencial, la depresión, la lejanía
del concepto fresa de autoestima. Cada sonido ha sido estudiado
con detalle, ante cientos de botones de consolas de los estudios de grabación.
Agradece a los mexicanos que hayan estado esa noche. Pronunciará
en español algo, tan sólo algo. Pero algo es mejor que nada.
Fue un concierto donde el sonido predominó sobre lo visual. Ganó
la música. En el encore, Flick flame, la lumbre eterna. Y
queda la certeza de que aún hay muchas paredes que deben derribarse;
los ladrillos siguen empotrándose y crean murallas.