Jorge Santibáñez Romellón*
Fox y Bush: encuentro esperado con pocas esperanzas
En el marco de la reunión convocada por la Organización de Naciones Unidas sobre el tema de financiamiento para el desarrollo, se realizará un encuentro esperado entre los presidentes Fox y Bush. Se dice que el tema migratorio será parte central de la agenda pero, al mismo tiempo, se menciona que no deben esperarse grandes avances, toda vez que el 11 de septiembre detuvo las discusiones en temas que eran importantes para nosotros, como la regularización de mexicanos indocumentados en Estados Unidos.
El tema de la conferencia está íntimamente relacionado con el tema migratorio. Mientras que los países ricos (esencialmente receptores de mano de obra migrante) no entiendan que los países pobres (esencialmente expulsores de mano de obra) requieren de esquemas de desarrollo social que arraiguen a sus pobladores en las regiones que hoy son de salida de migrantes, pocos avances habrá en esta materia. Ese era el objetivo fallido del modelo globalizador -desplazar las inversiones a regiones con necesidades de empleo-. Solamente que los países y consorcios origen de estas inversiones entendieron que era la oportunidad de recurrir a una mano de obra muy barata y en vez de generar condiciones de arraigo y comprometerse socialmente con el país destino de sus inversiones, sacrificaron tanto las condiciones de los empleos ofrecidos, que ahora un limpiaparabrisas en Tijuana gana más que un obrero de maquiladora.
Resulta claro ahora que el proceso globalizador, que tan buenos indicadores macroeconómicos ha arrojado, de facto ha ensanchado la brecha de desarrollo social entre países ricos y pobres. Incluso el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica no nos ha hecho más parecidos con los canadienses y los estadunidenses, al menos no en cuanto a desarrollo social. En este escenario de creciente asimetría económica, es aún más difícil ordenar un proceso migratorio que ha alcanzado cifras estratosféricas. A este nada halagador escenario se suma ahora que el discurso estadunidense está marcado por tres y sólo tres temas: la seguridad nacional, la recesión económica y las elecciones de noviembre próximo. Los tres son contrarios a la migración internacional. De los dos últimos ya sabemos que son cíclicos y que van y vienen, sin embargo, el primero es nuevo en el discurso migratorio y ello lo convierte en un obstáculo del que no sabemos, bien a bien, ni nosotros ni los estadunidenses ni los canadienses, cómo salir.
En este escenario ya hay algunas posiciones claras; Bush ya adelantó que el tema de la regularización de mexicanos por el momento está fuera de la agenda, lo dijo en Washington y lo refrendó el secretario Powell a su llegada a Monterrey, como también reiteró que hay una gran amistad entre los presidentes y que el tema se retomará cuando sea posible, es decir, cuando el gobierno de Estados Unidos así lo decida. Cuando mucho, y como prueba de esa "gran amistad", Bush trae bajo el brazo la ampliación de la sección 245i del Acta de Inmigración y Nacionalidad, que permite que el inmigrante indocumentado que vive en Estados Unidos pueda solicitar la expedición de una visa en territorio estadunidense sin que sea necesario regresar a su país de origen.
Seamos claros, esta "gran concesión" en realidad sólo suprime un trámite administrativo (el de tramitar las visas en los países de origen) y está muy lejos de ser una regularización o "amnistía", como dicen nuestros vecinos, es decir, en vez de que la visa se tramite en el país de origen, ésta se obtiene cumpliendo una larga serie de requisitos y restricciones, pero ahora en Estados Unidos. Me pregunto por qué razón el migrante indocumentado que no obtuvo una visa en su región de salida porque no cumplió los requisitos que para ello se exigen, los cumplirá ahora en Estados Unidos después de años de clandestinidad. De hecho, se puede contemplar que hasta puede ser una trampa para que el migrante indocumentado se haga visible, se le niega la visa y se le puede devolver a México ya que está perfectamente ubicado.
Por el contrario, Estados Unidos espera de México compromisos concretos en torno a la seguridad en la frontera. Al respecto, es importante insistir en que el modelo de control rígido que Estados Unidos espera instrumentar en su frontera, ni es benéfico para México ni tampoco ofrece la seguridad que nuestros vecinos desean. Por un lado, como está ampliamente demostrado, los terroristas o narcotraficantes pasan sin ningún problema esos controles fronterizos y los "exigentes" requisitos para obtener una visa, la cual no obtienen los migrantes mexicanos pero sí obtuvieron con gran facilidad los terroristas muertos. En segundo lugar, nada tienen que ver las rutas o mecanismos que utilizan los migrantes indocumentados con los de los terroristas o narcotraficantes, y por último, baste recordar que la década de mayor control fronterizo (la de los 90) fue cuando más creció la población mexicana indocumentada en Estados Unidos.
A pesar de ello, no nos cansaremos de decirlo, el discurso de seguridad de Estados Unidos, bien utilizado y sobre todo bien negociado, puede ser útil a México pero, por favor, a cambio de algo y no sólo porque nuestros presidentes son amigos.
* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte