Presentaron Devoradores de ciudades
La nostalgia, rasgo esencial del libro de Andrés
Ordóñez
La diplomacia, avasallada por trasnacionales: Montemayor
CESAR GÜEMES
Hubo
una vez un país con una de las diplomacias más afinadas de
su entorno. Un país ya lejano en el tiempo pero que en el espacio
se denomina exactamente igual que hoy: Estados Unidos Mexicanos. A ese
sitio, hoy casi imaginario, lo representaron en el extranjero personajes
como Alfonso Reyes, Octavio Paz, Federico Gamboa e Isidro Fabela, a quienes
Andrés Ordóñez, también diplomático,
reúne para su examen en el libro Devoradores de ciudades,
cuatro intelectuales de la diplomacia mexicana (Cal y Arena).
La presentación de la obra de Ordóñez,
quien se ha desempeñado en Brasil, Israel, Grecia y recientemente
en Cuba, fue en tono de añoranza por la diplomacia nacional de hace
algunos años. El texto de Adolfo Gilly, uno de los comentaristas,
se tituló La literatura, la diplomacia y la nostalgia. Señaló
Gilly: ''De la nostalgia del intelectual diplomático habla, creo
yo, el libro de Andrés Ordóñez, y de muchas otras
cosas que no mencionaré. Por eso entiendo que su clave está
en su título o su título está en clave. Alfonso Reyes
llamó a ese intelectual 'devorador de ciudades', y así quiso
titular su libro Andrés. 'El trabajo cotidiano del diplomático
?nos dice Andrés? es dar sentido a una situación analizada
con minucia. Pero esa tarea debe hacerla en una situación de vida
marcada por la omnipresencia de su vida ausente. Esto es, lo que ha dejado
en su país de origen y que sigue evolucionando, siendo objeto de
su actuación y elaboración. Esta tensión permanente
entre lo que vive de facto, lo internacional, y lo que vive de manera
virtual, lo nacional, afecta su cotidianidad objetiva y subjetiva.' En
esa dimensión contradictoria es donde vive la nostalgia del diplomático,
sobre todo si éste es intelectual".
Vasallaje impuesto por trasnacionales
Carlos Montemayor abordó también el tema
de la nostalgia y de ahí fue derivando hacia asuntos de actualidad
política. ''El libro ?dijo en un principio? en general me parece
nostálgico, porque en este momento la mayor parte de las tareas
diplomáticas del país o las tareas que interesan al país
no se desarrollan necesariamente a través de la Secretaría
de Relaciones Exteriores, sino mediante la Secretaría de Economía,
porque el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial no tienen nada
que ver con Relaciones Exteriores ni con una formación política
o cultural de los estados".
Esas acciones, aclaró Montemayor, ''tienen que
ver con un vasallaje total de todo lo que antes considerábamos parte
integrante del Estado soberano, al servicio de la expansión del
poder de las grandes corporaciones trasnacionales". El tinte de su participación
se tornó más crítico aún al afirmar que ''en
este sentido, tenemos un gran ejemplo en la cumbre mundial para el desarrollo
que se lleva a cabo en Monterrey: desde hace por lo menos 30 años
la ONU no constituye ni un ápice del eje de decisión de políticas
económicas; por tanto, la reunión no puede arrojar ningún
fruto concreto, útil o eficaz para modificar las relaciones de política
económica entre las grandes corporaciones trasnacionales y los países
en desarrollo. El documento Consenso de Monterrey no puede verse como la
aportación de los nuevos intelectuales de la diplomacia puestos
en juego, sino que nos enfrentamos a una simple formulación nueva
de lo que el país hegemónico y las grandes instancias económicas
quieren que los demás entendamos como apoyo para la pobreza". La
conclusión de Montemayor complementó la idea de Reyes a la
luz de la diplomacia contemporánea: ''Los actuales devoradores de
ciudades no son ya los diplomáticos, sino los dueños del
dinero y de las compañías trasnacionales".
Mesurado como corresponde a quien se ha desempeñado
largos años en el servicio exterior, Andrés Ordóñez
se limitó a agradecer la asistencia del público, pero aclaró:
''Mi deseo como autor es contribuir a una revisión de nuestra tradición,
de lo que nos ha antecedido, en un momento en el que parece que todo nace
de la nada; creo firmemente que la coyuntura por la que atraviesa el país
exige una revisión de nuestros mitos, en el sentido más excelso
del término, para poderlos adecuar y asimilar a la coyuntura que
los franceses llaman mundialización, los anglosajones denominan
globalización, pero que en cualquier caso nos supone un reto conceptual
de grandes proporciones".