Rainey, el asesino, publicado por Era,
es el libro más reciente del escritor
Héctor Manjarrez prefiere la concisión
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Una mañana Héctor Manjarrez (DF, 1945) despertó
con una frase en la cabeza: ''A las 10:34 am, el rubicundo y esbelto sir
John Rainey llegó en primera clase a King's Cross Station".
Manjarrez
no recordaba el sueño en que le surgió pero la apuntó
y se preguntó ''¿Quién es este cuate?" Entonces la
imaginación del escritor se puso a trabajar y a la frase de su sueño
agregó: ''Para quienes no conozcan las islas británicas,
será útil señalar que, como buena parte de la aristocracia
hereditaria nativa, sir John era un imbécil y un fatuo". Así
nació su libro más reciente, Rainey, el asesino (Era).
Luego de decidir que sir John Rainey era un imbécil
y un fatuo, Manjarrez lo hace desaparecer para que sea buscado por la policía
y los periodistas. Y teje una historia con dos escenarios: Londres y Buenos
Aires: ''Imaginé que era un inglés, alguien que había
estado en la guerra de las Malvinas, contra el cual un grupo de personas
quiere efectuar una venganza".
En lo formal y en lo literario Manjarrez se impuso dos
modelos: Arthur Conan Doyle y Jorge Luis Borges. El reto fue inmenso. En
lo formal la cuestión era dar vida literaria a un grupo de personajes
de pronto inmersos en un destino inapelable que ''tiene mucho que ver con
cómo se cruzan las líneas de la vida, de la política
y de la guerra", pero en una suerte de thriller o novela negra.
El reto formal ?con Borges como ejemplo? consistió en decir lo más
posible con el menor número posible de palabras. El libro tiene
87 páginas.
Pasión por la forma corta
''No tengo nada en contra de las novelas largas, pero
sí tengo una pasión muy asumida por la forma corta. y por
eso hay un poco de homenaje a Borges. Me gusta esa concisión. No
digo que sea mejor escribir breve ni muchísimo menos. Me gusta particularmente
ésa, pero ser breve es endemoniadamente difícil", aclara
Manjarrez.
Rainey, el asesino también funciona como
homenaje a esa forma de narrar ''en que las coincidencias importan, pues
lo ocurrido en un lugar afecta a personas que están en otro sitio,
como en El jardín de los senderos que se bifurcan". Además
de Conan Doyle y Borges, hay otros homenajeados en el libro de Manjarrez:
Robert Louis Stevenson y Adolfo Bioy Casares. Del primero hay una alusión
literaria y literal al desdoblamiento a la gradual pero profunda transformación
de una personalidad (como ocurre en El Dr. Jekyll y Mr. Hyde). Más
que un estilo literario, de Bioy Casares retoma la visión aristocrática
de la vida y se la otorga a uno de los personajes: ''Pertenecía
a una clase sumamente holgada que lo que se preguntaba era en qué
caballo iba a cabalgar ese día, si iba a tomar el té en el
Jockey Club o con qué mujer iba a andar".
Manjarrez ha escrito novelas como Pasaban en silencio
nuestros dioses y El otro amor de su vida; cuentos como No
todos los hombres son románticos, y el poemario Canciones
para los que se han separado.
?¿Qué representa su nuevo libro?
?No tengo la más remota idea. Sólo sé
que cada libro que escribo trato de que sea diferente. Esto implica escribir
otro tipo de historia, con otra óptica y otro estilo. Supongo que
lo conseguí y supongo que hay algo de Manjarrez que nunca se les
quita a los libros de Manjarrez.