ITALIA: EL ¡YA BASTA! DE LOS TRABAJADORES
La
manifestación más grande de toda la historia italiana reunió
en Roma a más de 2 millones de personas. La misma tuvo su origen
en el intento del gobierno por imponer una modificación, exigida
por la confederación patronal (Confindustria), al artículo
18 del estatuto de los trabajadores para anular la cláusula que
requiere una "justa causa" para los despidos y, si no la hay, establece
la reposición del empleo. En una palabra, los trabajadores se oponen
a dar libertad a sus empleadores para despedir a mansalva, anulando sus
derechos.
Antes de la manifestación se habían producido
huelgas espontá- neas masivas y manifestaciones de decenas de miles
de personas en todos los centros industriales; el descontento se apoyaba
en una ola creciente de protestas contra la política de un gobierno
compuesto por una alianza entre el centro derecha y la ultraderecha regionalista,
además de los fascistas.
Así, se suceden las ocupaciones de centros de estudio
y las protestas de maestros y estudiantes contra la privatización
de la enseñanza, así como por las subvenciones a la educación
religiosa católica; los movimientos ciudadanos masivos que rodean
los palacios de justicia y los centros de educación; la protesta
al presidente de la República, hecha por destacados juristas, pidiendo
la anulación de la ley que permite al primer ministro Silvio Berlusconi
escapar a diversos procesos judiciales, y las marchas multitudinarias en
defensa de los inmigrantes.
La izquierda política, por su parte, ha coordinado
su acción parlamentaria y busca una línea mínima común,
a iniciativa de Rifondazione Comunista, también muy activa en el
campo sindical.
A pesar de la división de las cumbres sindicales
lograda por el gobierno, que hizo que la manifestación fuera organizada
sólo por la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL),
la protesta tuvo dos veces más participantes que la que, en defensa
de los jubilados y convocada entonces por las tres principales centrales,
derrotó y derrocó al primer gobierno de Berlusconi.
Es más, mientras la CGIL tiene sólo 5 millones
de afiliados en todo el país; en Roma, que tiene 3 millones de habitantes,
reunió más de 2 millones de personas contra la patronal y
contra Berlusconi; eso a pesar del intento de éste de utilizar el
asesinato (muy oportuno para el gobierno y atribuido a un grupo terrorista,
como las Brigadas Rojas, inactivo desde hace tiempo e infiltrado por la
policía) de uno de los autores del proyecto de ley que los trabajadores
repudian.
Con las manifestaciones de Barcelona, primero de 150 mil
sindicalistas y después de 500 mil personas en protesta contra la
política neoliberal, y con las movilizaciones autoconvocadas que
hay en Italia, la marcha de Roma refleja que en el campo social el clima
empieza a cambiar de modo significativo.
Berlusconi acaba de recibir un fuerte golpe que, incluso
si consiguiera todavía sostenerse en las cámaras y mantener
su coalición mayoritaria, hará imposible su ofensiva: lo
pondrá a la defensiva, estimulará otras protestas, lo deslegitimará
ante los votantes de centro, llevándolo a depender cada vez más
de una ultraderecha aventurera y liberticida que no sabe medir ni la relación
de fuerzas reales --no la parlamentaria-- ni sus pasos y acciones. Corre,
por último, el riesgo de que una parte de la derecha, la que busca
darse una base popular, asustada por la pérdida de apoyo, lo deje
solo, y que una parte de los industriales, ante la radicalización
obrera, deje de apoyarlo. El neoliberalismo encuentra crecientes resistencias.