Robert Fisk
La cumbre árabe, dura prueba
Unos
100 mil manifestantes en las calles de Damasco. Medio millón. Un
millón. Las estimaciones no tenían fin, pero algo era seguro:
nada, absolutamente nada, ocurre en Siria sin permiso gubernamental. Así
que la manifestación insólita de ayer contra la ocupación
israelí y en apoyo a la insurrección palestina en la Franja
Occidental y en Gaza fue la forma en que el presidente Bachar Assad hizo
saber a sus hermanos árabes que no llevará una postura blanda
a la cumbre de esta semana en Beirut.
Las multitudes recibieron una rara oportunidad de gritar
ofensas a la Organización de Naciones Unidas y proferir amenazas
de muerte al primer ministro israelí, responsabilizado "personalmente"
por una comisión investigadora de su país de la matanza de
palestinos en Beirut, en 1982. "Carnicero Sharon, tu sangre será
derramada por árabes", gritaron miles de sirios. Las pancartas demandaban
un boicot de productos estadunidenses, y una bandera de Estados Unidos
fue quemada en la plaza, gesto simbólico de exasperación
en toda manifestación contra Washington.
Fue una poderosa expresión de la rabia oficial
siria frente al colapso de la políítica estadunidense en
Medio Oriente y el fracaso de Washington en dar un tratamiento parejo a
palestinos e israelíes. El gobierno ordenó el cierre de todas
las oficinas y escuelas de Damasco para que los servidores públicos
y estudiantes pudieran asistir a la gigantesca marcha -la espontaneidad
definitivamente no es un rasgo de la política siria-, mientras miles
de policías antimotines rodeaban la plaza Omayad, junto al antiguo
sukh y cerca de la mezquita más hermosa de la capital, para
evitar que los manifestantes repitiesen el ataque de hace dos años
a la residencia del embajador estadunidense.
El mensaje era claro. El "plan de paz" del príncipe
saudita Abdullah -poner fin a la ocupación israelí a cambio
de reconocimiento y normalización de relaciones- no satisface las
exigencias sirias: antes de cualquier reconocimiento diplomático
Israel debe retirarse por completo, cesar la ocupación de las alturas
del Golán, que pertenecen a Siria, y garantizar el retorno de 3.5
millones de refugiados palestinos. La idea de que Tel Aviv permitirá
alguna vez que tantos millones de palestinos vuelvan a territorio ubicado
dentro de Israel resulta casi tan disparatada como la fantástica
propuesta realizada por Sharon el fin de semana: viajar a Beirut y tomar
el lugar de Arafat en la cumbre árabe. De hecho, si pudieran ponerle
las manos encima, los libaneses y sirios sin duda acusarían a Sharon
de crímenes de guerra, entre otras cosas porque los propios abogados
del primer ministro en Bruselas donde por ahora se llevan a cabo los intentos
de someterlo a juicio por la masacre de Sabra y Chatila han insinuado que
cualquier juicio debe efectuarse en Beirut.
Pero
si bien la manifestación en Damasco fue auspiciada por las autoridades
-sus organizadores adoptaron el poco inspirado nombre de Comité
Popular Permanente Sirio de Apoyo a la Intifada, patrocinados, claro está,
por el goberbante Partido Baa'th-, no hay muchas dudas de que reflejó
lo que millones de árabes creen: que los palestinos libran una guerra
de guerrillas conta la ocupación y que Estados Unidos es un enemigo
tan poderoso como Israel. La intifada, según un vocero, el
mayor general sirio retirado Ahmed Abdul-Karim, representa el "honor y
dignidad árabes". Así que la retórica de Sharon y
Bush acerca del "terror" logró romper muy poco hielo.
Tampoco es casualidad que los grupos palestinos del enorme
campo de refugiados de Ein Helwe, en el sur de Líbano, se declaren
miembros de la Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, milicia responsable
de muchos bombardeos suicidas recientes en Israel. Nadie en Líbano
cree que exista contacto serio entre estos refugiados y los escuadrones
suicidas palestinos. Sin embargo, la apariencia de estos jóvenes
de Ein Helwe, con sus lanzacohetes y sus rifles Kalashnikov, constituye
otro mensaje de Siria: no habrá aceptación de la propuesta
de Abdullah a menos que se incluya específicamente a los refugiados
palestinos. En otras palabras, la cumbre árabe de esta semana será
una dura prueba.
Traducción: Jorge Anaya
© The Independent