Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 27 de marzo de 2002
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Carta de diáconos indígenas al Papa

''No nos cierren la puerta'', le piden ante la decisión del Vaticano de suspender nuevas ordenaciones

BLANCHE PETRICH ENVIADA

San Cristobal de las Casas, Chiapas. Al papa Juan Pablo II, desde lo profundo del mundo maya, los diáconos indígenas de la región de los Altos de Chiapas le envían una carta. Teniendo presente la próxima canonización del indio Juan Diego y la posible visita del pontífice, le suplican: "Con tu palabra no nos cierren la puerta de esta diócesis, (...) no nos niegues los pasos que tenemos, (...) no nos cierres la fuerza de esta Iglesia autóctona".

Es la primera respuesta colectiva de estos religiosos de la diócesis de San Cristóbal de las Casas a la orden emitida desde el Vaticano de suspender las ordenaciones de diáconos en un proceso que, como en ninguna otra región de México, ha sido dinámico y guarda enorme potencial, ya que, si bien hay en la actualidad 344, al menos el doble de candidatos esperan la oportunidad de incorporarse desde ese primer escalón al cuerpo de ejecutivos de la Iglesia católica.

 Este texto, fechado el 26 de febrero, fue resultado de una reunión en la comunidad de San Cayetano, municipio El Bosque. Ahí, en la pequeña iglesia de San Juan Bautista, se citaron los diáconos ?o tujuneles? de 10 parroquias de la zona tzotzil, los candidatos y los principales postulados, todos ellos acompañados por sus esposas.

En esa primera reunión ?después vendría una plenaria de diáconos celebrada en la región de la selva, en la comunidad Nueva Palestina, la semana pasada? se tomó la decisión, desde la base, "de no dar ni un paso atrás" en el proceso de los ministerios indígenas de Chiapas.

"No es una rebelión lo que están planteando los hermanos ?precisa el párroco de San Andrés Larráinzar, Jesús Landín? ni una actitud de resistencia a las órdenes del Vaticano, sino una respuesta que exprese su determinación de seguir avanzando en el proyecto del plan diocesano que quedó plasmado en el sínodo: construir una Iglesia con rostro y corazón propios... y que sea liberadora."

Corazones tristes

Después de una reflexión sobre los dos textos que han emitido los jerarcas de la sede romana, en los que siete cardenales con nivel de secretarios de Estado ponen en duda "si los diáconos ya ordenados tienen un claro concepto acerca de la naturaleza del ministerio", ellos responden:

"Ahora como diáconos y nuestras comunidades estamos muy profundamente tristes en nuestro corazón, porque hemos recibido la carta de Su Santidad, dónde se suspende de ordenar diáconos en esa diócesis."

Así como los cardenales advierten desde Roma que "hay antecedentes que causan preocupación con respecto a la solidez y equilibrio de su formación", y amonestan y advierten al obispo Felipe Arizmendi que de continuar estas ordenaciones "el peligro que se percibe es que la iniciativa sostenida por monseñor Samuel Ruiz sigue afirmándose, impidiendo la normalización de la vida eclesial de su diócesis", los indígenas católicos advierten otro peligro, desde el extremo opuesto:

"Si el Vaticano ya no nos apoya, se burlan de nosotros los protestantes y parece como que quedamos huérfanos. Y al rato pueden morir niños sin sacramentos porque ya no hay más diáconos."

Esta singular estructura de diáconos, inspirada por el Concilio Vaticano II de 1965, pretende dar servicio religioso a más de dos mil comunidades indígenas de la diócesis, con una grey de cerca de millón y medio de católicos. Para ello cuentan con 76 sacerdotes que deben atender todas las parroquias en regiones de intensa vida espiritual. Esta zona es, al mismo tiempo, una de las que acusan un crecimiento más dinámico de religiones protestantes y sectas evangélicas.

Para la jerarquía vaticana que mueve el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado y reconocido opositor a la obra de Samuel Ruiz, la consecuencia de este proceso puede ser "un modelo eclesial alternativo que sería aparentemente para situaciones culturales y etnias particulares".

Ellos, tzotziles, tzeltales, zoques y choles que han ido cumpliendo ese cargo religioso de primer nivel desde 1990, responden: "Celebramos la palabra de Dios, hacemos reflexión, celebramos los sacramentos con nuestros ritos y usos de costumbres y con nuestro propio idioma". A pesar de su pobreza, aclaran, "siempre hemos luchado para recibir nuestra formación por medio de los agentes de pastoral en cursos y encuentros".

Pero también explican a los cardenales del Vaticano: "Somos casados, tenemos familias que mantener, somos pobres, no tenemos salario, muy poquita tierra que tenemos donde trabajamos, somos muy desnutridos y no solamente nosotros sino toda la zona". Y les recuerdan su realidad, en la que persiste el conflicto: "Hay muchos problemas en las comunidades, tenemos que ser mediadores y defender nuestra fe católica ante las sectas (de distintas religiones) protestantes."

Una objeción racista

Para Andrés Aubry, director del archivo histórico de la diócesis, con la primera evaluación ordenada por Sodano "en realidad lo que hizo fue poner en duda la expresión de la Iglesia autóctona". En un artículo publicado por la agencia francesa Dial, el ex jesuita, uno de los más cercanos colaboradores de Samuel Ruiz, planteó que aquella sugerencia de suspender nuevas ordenaciones de diáconos "puso en duda, de manera racista, la conciencia que pudieran tener sobre su identidad diaconal los 400 indígenas".

En entrevista, afirma que en el fondo la política del secretario de Estado del Vaticano es "castrar el Concilio Vaticano II".

Aubry se remonta al decreto Ad Gentes, uno de los frutos más importantes de aquel concilio realizado en Medellín hace ya casi cuatro décadas, en el que se establecía que las diócesis misioneras ?como era entonces la de San Cristóbal de las Casas, en lo más profundo del México indio? debían convertirse en iglesias autóctonas con jerarquía propia, para lo cual se permitiría el acceso al primer grado del escalafón jerárquico ?el diaconado? a hombres casados.

Aquel texto sostenía que si bien la Iglesia india podía aparecer "diferente" a los ojos occidentales, por su propia riqueza cultural en realidad constituía un "secreto de Dios" y la única garantía de que la Iglesia católica pudiera echar raíces en la diversidad de todos los grupos humanos.

En ese lejano debate de 1965, Sodano se oponía a la redacción final de Ad Gentes y al final perdió la discusión. Una década después el destino lo encontraría en la nunciatura apostólica de Santiago de Chile, bendiciendo a la dictadura pinochetista. De entonces data su estrecha relación con el cardenal chileno Jorge Medina Estévez, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, otro de los aliados clave del general Pinochet.

A la vuelta del nuevo siglo, desde su alta posición en el Vaticano, con un Papa envejecido y probablemente ajeno a los detalles de su enorme jurisdicción, el poderoso Sodano puede tomar la revancha de aquella lejana batalla perdida.

Fue, recuerda Aubry, la ordenación de 100 diáconos indígenas el 18 de enero de 2000 en el pueblo tzotzil de Huixtán lo que detonó la contraofensiva de Sodano y sus ministros.

Con el nuevo centenar de diáconos casados que ordenó en estricto apego a los protocolos eclesiales en aquella ocasión, se llegó a un total de 344 en Chiapas. En ninguna otra diócesis del país había más de 10 ministros de este nivel en funciones. Con este gesto que identificaba a quienes serían los constructores de la Iglesia autóctona estatal, Samuel Ruiz cerraba un ciclo de 40 años en esa jurisdicción.

Un mes después, el 23 de febrero, vino la reacción de la cúpula. Sin tener atribuciones directas en la materia como jefe de Estado, Sodano convocó a una reunión de seis secretarías para "comentar" estas ordenaciones que lo escandalizan. Medina Estévez ?responsable de salvaguardar la ortodoxia disciplinaria de la institución católica? fue el encargado de la evaluación. De ahí sale el primer cuestionamiento a los ministros indios: "Hay antecedentes que causan preocupación respecto a la solidez y equilibrio de su formación... Cabe preguntarse si los diáconos ya ordenados tienen un claro concepto acerca de la naturaleza del ministerio diaconal", señala. En el proceso que encabezó Ruiz, los protocolos de formación de diáconos fueron desarrollados y elaborados con estricto apego a las reglas de la Iglesia y en particular los últimos fueron revisados y aprobados por el propio ex nuncio Justo Mullor.

Pero las palabras de la cúpula reflejan, según Andrés Aubry, un "menosprecio racista". El texto conciliar no propone un modelo diferente, aclara, sino una modalidad diferente. "Los diáconos forman parte del ejecutivo de la Iglesia desde el momento de su ordenación. ¡Y son 400 indios! Es demasiado para la cúpula conservadora. Les da miedo. Parte del argumento es la condición de casados de los diáconos. Pero el fondo es político: es una objeción no confesada a una estructura jerárquica con indígenas."

En diciembre del año pasado, en la lejana aldea de Alán Sac Un, el nuevo obispo de San Cristóbal ordenó a otros siete diáconos indígenas. Lo hizo, explica en una carta del 22 de febrero, "convencido de que no había prohibición de ordenar nuevos diáconos y de que en algunas parroquias hacían falta más diáconos permanentes". También ofreció hacer más ordenaciones "en fechas no lejanas".

Entonces vino la segunda reacción del Vaticano. En esta, el cardenal Medina Estévez ya no se limita a sugerir; directamente prohíbe la suspensión de ordenaciones. En una carta de "extrañamiento", emitida el primero de febrero, se le advierte a Arizmendi que seguir ordenando diáconos "equivale a seguir sosteniendo un modelo extraño a la tradición y a la vida de la Iglesia". Ya no se disimula la ofensiva contra el legado del antiguo obispo Ruiz García: "El peligro que se percibe es que la iniciativa sostenida por monseñor Samuel Ruiz siga afirmándose, impidiendo la normalización de la vida eclesial de su diócesis... un modelo eclesial alternativo que sería aparentemente para situaciones culturales y etnias particulares".

Agrega Medina Estévez un venenoso párrafo a su segunda carta: "Si alguno de los diáconos permanentes indígenas no se considera apto para desempeñar el ministerio diaconal y decide solicitar su laicización, puede pedirla con la recomendación del obispo".

Así lo interpreta Aubry: "Esta invitación a la deserción es uno de los medios preferidos por la guerra de baja intensidad". De hecho, precisa, los argumentos del Vaticano contra la obra del diaconado indígena chiapaneco son también instrumentos de esta línea:

"Hoy en día ?sostiene en su escrito el intelectual francés? los diáconos son víctimas constantes de los paramilitares y de los oficiales de la tropa que reúne todas las características de un ejército de ocupación... Por tanto, los cuestionamientos anticonstitucionales del Vaticano son parte de la estrategia contrainsurgente que busca, para dividir, polarizar las diferencias y romper el tejido social de las comunidades indígenas y debilitar su resistencia".

Concluye que de esta forma el Vaticano está "echando aceite al fuego", ya que al fomentar la división en las comunidades obstaculiza la reconciliación. "En estas condiciones, defender el concilio es también defender la paz en Chiapas."

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