Carta de diáconos indígenas al Papa
''No nos cierren la puerta'', le piden ante la decisión
del Vaticano de suspender nuevas ordenaciones
BLANCHE PETRICH ENVIADA
San Cristobal de las Casas, Chiapas. Al papa Juan Pablo
II, desde lo profundo del mundo maya, los diáconos indígenas
de la región de los Altos de Chiapas le envían una carta.
Teniendo presente la próxima canonización del indio Juan
Diego y la posible visita del pontífice, le suplican: "Con tu palabra
no nos cierren la puerta de esta diócesis, (...) no nos niegues
los pasos que tenemos, (...) no nos cierres la fuerza de esta Iglesia autóctona".
Es la primera respuesta colectiva de estos religiosos
de la diócesis de San Cristóbal de las Casas a la orden emitida
desde el Vaticano de suspender las ordenaciones de diáconos en un
proceso que, como en ninguna otra región de México, ha sido
dinámico y guarda enorme potencial, ya que, si bien hay en la actualidad
344, al menos el doble de candidatos esperan la oportunidad de incorporarse
desde ese primer escalón al cuerpo de ejecutivos de la Iglesia católica.
Este
texto, fechado el 26 de febrero, fue resultado de una reunión en
la comunidad de San Cayetano, municipio El Bosque. Ahí, en la pequeña
iglesia de San Juan Bautista, se citaron los diáconos ?o tujuneles?
de 10 parroquias de la zona tzotzil, los candidatos y los principales
postulados, todos ellos acompañados por sus esposas.
En esa primera reunión ?después vendría
una plenaria de diáconos celebrada en la región de la selva,
en la comunidad Nueva Palestina, la semana pasada? se tomó la decisión,
desde la base, "de no dar ni un paso atrás" en el proceso de los
ministerios indígenas de Chiapas.
"No es una rebelión lo que están planteando
los hermanos ?precisa el párroco de San Andrés Larráinzar,
Jesús Landín? ni una actitud de resistencia a las órdenes
del Vaticano, sino una respuesta que exprese su determinación de
seguir avanzando en el proyecto del plan diocesano que quedó plasmado
en el sínodo: construir una Iglesia con rostro y corazón
propios... y que sea liberadora."
Corazones tristes
Después de una reflexión sobre los dos textos
que han emitido los jerarcas de la sede romana, en los que siete cardenales
con nivel de secretarios de Estado ponen en duda "si los diáconos
ya ordenados tienen un claro concepto acerca de la naturaleza del ministerio",
ellos responden:
"Ahora como diáconos y nuestras comunidades estamos
muy profundamente tristes en nuestro corazón, porque hemos recibido
la carta de Su Santidad, dónde se suspende de ordenar diáconos
en esa diócesis."
Así como los cardenales advierten desde Roma que
"hay antecedentes que causan preocupación con respecto a la solidez
y equilibrio de su formación", y amonestan y advierten al obispo
Felipe Arizmendi que de continuar estas ordenaciones "el peligro que se
percibe es que la iniciativa sostenida por monseñor Samuel Ruiz
sigue afirmándose, impidiendo la normalización de la vida
eclesial de su diócesis", los indígenas católicos
advierten otro peligro, desde el extremo opuesto:
"Si el Vaticano ya no nos apoya, se burlan de nosotros
los protestantes y parece como que quedamos huérfanos. Y al rato
pueden morir niños sin sacramentos porque ya no hay más diáconos."
Esta singular estructura de diáconos, inspirada
por el Concilio Vaticano II de 1965, pretende dar servicio religioso a
más de dos mil comunidades indígenas de la diócesis,
con una grey de cerca de millón y medio de católicos. Para
ello cuentan con 76 sacerdotes que deben atender todas las parroquias en
regiones de intensa vida espiritual. Esta zona es, al mismo tiempo, una
de las que acusan un crecimiento más dinámico de religiones
protestantes y sectas evangélicas.
Para la jerarquía vaticana que mueve el cardenal
Angelo Sodano, secretario de Estado y reconocido opositor a la obra de
Samuel Ruiz, la consecuencia de este proceso puede ser "un modelo eclesial
alternativo que sería aparentemente para situaciones culturales
y etnias particulares".
Ellos, tzotziles, tzeltales, zoques y choles que han ido
cumpliendo ese cargo religioso de primer nivel desde 1990, responden: "Celebramos
la palabra de Dios, hacemos reflexión, celebramos los sacramentos
con nuestros ritos y usos de costumbres y con nuestro propio idioma". A
pesar de su pobreza, aclaran, "siempre hemos luchado para recibir nuestra
formación por medio de los agentes de pastoral en cursos y encuentros".
Pero también explican a los cardenales del Vaticano:
"Somos casados, tenemos familias que mantener, somos pobres, no tenemos
salario, muy poquita tierra que tenemos donde trabajamos, somos muy desnutridos
y no solamente nosotros sino toda la zona". Y les recuerdan su realidad,
en la que persiste el conflicto: "Hay muchos problemas en las comunidades,
tenemos que ser mediadores y defender nuestra fe católica ante las
sectas (de distintas religiones) protestantes."
Una objeción racista
Para Andrés Aubry, director del archivo histórico
de la diócesis, con la primera evaluación ordenada por Sodano
"en realidad lo que hizo fue poner en duda la expresión de la Iglesia
autóctona". En un artículo publicado por la agencia francesa
Dial, el ex jesuita, uno de los más cercanos colaboradores de Samuel
Ruiz, planteó que aquella sugerencia de suspender nuevas ordenaciones
de diáconos "puso en duda, de manera racista, la conciencia que
pudieran tener sobre su identidad diaconal los 400 indígenas".
En entrevista, afirma que en el fondo la política
del secretario de Estado del Vaticano es "castrar el Concilio Vaticano
II".
Aubry se remonta al decreto Ad Gentes, uno de los
frutos más importantes de aquel concilio realizado en Medellín
hace ya casi cuatro décadas, en el que se establecía que
las diócesis misioneras ?como era entonces la de San Cristóbal
de las Casas, en lo más profundo del México indio? debían
convertirse en iglesias autóctonas con jerarquía propia,
para lo cual se permitiría el acceso al primer grado del escalafón
jerárquico ?el diaconado? a hombres casados.
Aquel texto sostenía que si bien la Iglesia india
podía aparecer "diferente" a los ojos occidentales, por su propia
riqueza cultural en realidad constituía un "secreto de Dios" y la
única garantía de que la Iglesia católica pudiera
echar raíces en la diversidad de todos los grupos humanos.
En ese lejano debate de 1965, Sodano se oponía
a la redacción final de Ad Gentes y al final perdió
la discusión. Una década después el destino lo encontraría
en la nunciatura apostólica de Santiago de Chile, bendiciendo a
la dictadura pinochetista. De entonces data su estrecha relación
con el cardenal chileno Jorge Medina Estévez, prefecto de la Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, otro de los aliados
clave del general Pinochet.
A la vuelta del nuevo siglo, desde su alta posición
en el Vaticano, con un Papa envejecido y probablemente ajeno a los detalles
de su enorme jurisdicción, el poderoso Sodano puede tomar la revancha
de aquella lejana batalla perdida.
Fue, recuerda Aubry, la ordenación de 100 diáconos
indígenas el 18 de enero de 2000 en el pueblo tzotzil de Huixtán
lo que detonó la contraofensiva de Sodano y sus ministros.
Con el nuevo centenar de diáconos casados que ordenó
en estricto apego a los protocolos eclesiales en aquella ocasión,
se llegó a un total de 344 en Chiapas. En ninguna otra diócesis
del país había más de 10 ministros de este nivel en
funciones. Con este gesto que identificaba a quienes serían los
constructores de la Iglesia autóctona estatal, Samuel Ruiz cerraba
un ciclo de 40 años en esa jurisdicción.
Un mes después, el 23 de febrero, vino la reacción
de la cúpula. Sin tener atribuciones directas en la materia como
jefe de Estado, Sodano convocó a una reunión de seis secretarías
para "comentar" estas ordenaciones que lo escandalizan. Medina Estévez
?responsable de salvaguardar la ortodoxia disciplinaria de la institución
católica? fue el encargado de la evaluación. De ahí
sale el primer cuestionamiento a los ministros indios: "Hay antecedentes
que causan preocupación respecto a la solidez y equilibrio de su
formación... Cabe preguntarse si los diáconos ya ordenados
tienen un claro concepto acerca de la naturaleza del ministerio diaconal",
señala. En el proceso que encabezó Ruiz, los protocolos de
formación de diáconos fueron desarrollados y elaborados con
estricto apego a las reglas de la Iglesia y en particular los últimos
fueron revisados y aprobados por el propio ex nuncio Justo Mullor.
Pero las palabras de la cúpula reflejan, según
Andrés Aubry, un "menosprecio racista". El texto conciliar no propone
un modelo diferente, aclara, sino una modalidad diferente. "Los diáconos
forman parte del ejecutivo de la Iglesia desde el momento de su ordenación.
¡Y son 400 indios! Es demasiado para la cúpula conservadora.
Les da miedo. Parte del argumento es la condición de casados de
los diáconos. Pero el fondo es político: es una objeción
no confesada a una estructura jerárquica con indígenas."
En diciembre del año pasado, en la lejana aldea
de Alán Sac Un, el nuevo obispo de San Cristóbal ordenó
a otros siete diáconos indígenas. Lo hizo, explica en una
carta del 22 de febrero, "convencido de que no había prohibición
de ordenar nuevos diáconos y de que en algunas parroquias hacían
falta más diáconos permanentes". También ofreció
hacer más ordenaciones "en fechas no lejanas".
Entonces vino la segunda reacción del Vaticano.
En esta, el cardenal Medina Estévez ya no se limita a sugerir; directamente
prohíbe la suspensión de ordenaciones. En una carta de "extrañamiento",
emitida el primero de febrero, se le advierte a Arizmendi que seguir ordenando
diáconos "equivale a seguir sosteniendo un modelo extraño
a la tradición y a la vida de la Iglesia". Ya no se disimula la
ofensiva contra el legado del antiguo obispo Ruiz García: "El peligro
que se percibe es que la iniciativa sostenida por monseñor Samuel
Ruiz siga afirmándose, impidiendo la normalización de la
vida eclesial de su diócesis... un modelo eclesial alternativo que
sería aparentemente para situaciones culturales y etnias particulares".
Agrega Medina Estévez un venenoso párrafo
a su segunda carta: "Si alguno de los diáconos permanentes indígenas
no se considera apto para desempeñar el ministerio diaconal y decide
solicitar su laicización, puede pedirla con la recomendación
del obispo".
Así lo interpreta Aubry: "Esta invitación
a la deserción es uno de los medios preferidos por la guerra de
baja intensidad". De hecho, precisa, los argumentos del Vaticano contra
la obra del diaconado indígena chiapaneco son también instrumentos
de esta línea:
"Hoy en día ?sostiene en su escrito el intelectual
francés? los diáconos son víctimas constantes de los
paramilitares y de los oficiales de la tropa que reúne todas las
características de un ejército de ocupación... Por
tanto, los cuestionamientos anticonstitucionales del Vaticano son parte
de la estrategia contrainsurgente que busca, para dividir, polarizar las
diferencias y romper el tejido social de las comunidades indígenas
y debilitar su resistencia".
Concluye que de esta forma el Vaticano está "echando
aceite al fuego", ya que al fomentar la división en las comunidades
obstaculiza la reconciliación. "En estas condiciones, defender el
concilio es también defender la paz en Chiapas."