LA NO POLITICA EXTERIOR
Si
el presente gobierno parece, por momentos, hacer agua por sus múltiples
ineptitudes, su carencia de una política exterior propiamente dicha
no sólo resulta desastrosa para el actual grupo gobernante sino
para el país en su conjunto. Es cierto que esa carencia no empezó
con la presidencia de Vicente Fox, sino en el sexenio anterior, y que en
los gobiernos de Salinas y De la Madrid el quehacer de la Secretaría
de Relaciones Exteriores fue perdiendo eficiencia, claridad y principios.
Pero hoy es sumamente grave que, en los últimos 15 meses, la política
externa ha sido remplazada por las filias, las fobias y los intereses personales
del canciller Jorge G. Castañeda.
En una primera apreciación, sería inevitable
pensar que el objetivo del actual titular de la Secretaría de Relaciones
Exteriores es socavar en forma acelerada la imagen nacional e internacional
de su jefe, el Presidente de la República; sin embargo, la falta
de reacción de éste y de los integrantes del equipo presidencial
ante las catástrofes provocadas por Castañeda obligan a preguntarse
si el pleno uncimiento de nuestro país a los lineamientos geopolíticos
de Estados Unidos es realmente un objetivo sexenal o una mera maquinación
personal del actual canciller.
El hecho es que, en el proceso de sometimiento a Washington,
se ha desmantelado el perfil característico del Estado mexicano
en la comunidad internacional y se han desechado las nociones básicas
de soberanía, defensa de la autodeterminación, no intervención,
vigencia de la legalidad internacional y solución pacífica
y negociada de los conflictos internacionales y nacionales.
En esa lógica se inscribiría el caudal de
provocaciones contra el gobierno cubano. El régimen de Fidel Castro
puede no ser del agrado de Castañeda, pero ello no lo convierte
en el enemigo de los mexicanos, como podría concluirse de la actuación
de la cancillería frente a La Habana. En esa misma lógica
podría comprenderse el empeño de Tlatelolco por justificar
y acompañar el atroz viraje a la ilegalidad emprendido por Washington
a raíz de los atentados terroristas del 11 de septiembre, así
como la creciente distancia entre el optimismo del discurso oficial ante
las relaciones bilaterales con Estados Unidos y la total ausencia de resultados
en las negociaciones con ese país --si es que realmente ha habido
tales negociaciones-- en materias que debieran ser absolutamente prioritarias
para México, como el cese del hostigamiento y la persecución
contra los connacionales que buscan trabajo del otro lado del río
Bravo.
El actual gobierno parece haber decidido cargar con el
enorme costo político de ese viraje, pero la sociedad en su conjunto
no tiene por qué pagar las consecuencias. En esa medida, la ausencia
de política exterior y su remplazo por una simple gestión
de sometimiento debe ser motivo de una movilización social tan decidida
como han sido diversos desatinos gubernamentales en materia de política
económica. En esta perspectiva, el Poder Legislativo debe manifestar
claramente si responde a sus electores o, como sucedía en tiempos
del priato, al Ejecutivo y sus empleados.