Javier Aranda Luna
Goytisolo: una de cal y una de canto
Ahora que los talibanes nos han convencido de los horrores de la cultura árabe, convendría recordar también sus riquezas. El Premio Internacional de Literatura Octavio Paz que recibirá en breve Juan Goytisolo ofrece un buen pretexto para hacerlo.
El novelista español conoció a los árabes en París en los años cincuenta. Fueron los tiempos de la sangrienta lucha de Argel por lograr independizarse de Francia. En las calles de la Ciudad Luz Goytisolo presenció las redadas contra los argelinos. Fue testigo, digamos, de la forma brutal en que fueron reprimidos. Quizá por ser un español que huyó de la dictadura de Franco decidió formar parte, en el París convulso de esos años, del Frente de Liberación Nacional Argelino.
Cuando en 1962 Argelia logró su independencia, el novelista español frecuentó por varios años la nueva república. Su interés por la cultura y por el idioma árabe creció de tal manera que decidió establecer su residencia en Marruecos.
Goytisolo es un escritor excéntrico en el mejor sentido del término. Ha seguido la pista de la tradición literaria del idioma español bordeando en sus alrededores. Y en esas andanzas por los suburbios literarios del árabe se ha rencontrado con no pocos autores esenciales de nuestra lengua. Por ejemplo, con el Arcipreste de Hita, que conoció tan bien los placeres de la carne y los códigos religiosos, y con San Juan de la Cruz, ''el más hermoso poeta de la lengua española", según ha dicho. Dos de los libros de Juan Goytisolo son un homenaje a esos escritores: Makbarat y Las virtudes del pájaro solitario.
Se podrá decir, con razón, que no es un misterio encontrar en Don Quijote de la Mancha o en el Libro de buen amor la influencia islámica. Lo que es un misterio es el que olvidemos con terrible frecuencia que los caminos andados por Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, o por Cervantes, se diluyeron con el tiempo. Octavio Paz fue claro al respecto. Escribió en su ensayo Conjugaciones de Conjunciones y disyunciones lo siguiente:
''No, no somos únicamente descendientes de Quevedo ni, en el caso de nosotros los mexicanos, del ascético Quetzalcóatl y del feroz Huitzilopochtli. También venimos del Arcipreste y de sus dueñas y doncellas, sus judías y sus moras."
Es cierto, pero también venimos de ese fraseo ambiguo de San Juan de la Cruz donde conviven el escritor incisivo y quemante, el que se encuentra en el objeto del amor y en el alto cielo.
Para Juan Goytisolo el caso de San Juan de la Cruz es ejemplar para entender hasta qué punto existen esos vasos comunicantes entre nuestra literatura y la literatura árabe: si San Juan de la Cruz es una rara avis en nuestra lengua, es un poeta que podría formar parte de una parvada de escritores islámicos que lo antecedieron.
En el número 10 de la revista Plural, correspondiente a julio de 1972, Juan Goytisolo publicó el texto Una de cal y una de canto. Desde esa fecha el escritor español acompañó a Octavio Paz en sus quehaceres editoriales. Hoy los reúne el premio que lleva el nombre del poeta y el interés por una cultura y una tradición que no vive precisamente sus mejores momentos de popularidad. Ojalá este premio, como escribí al principio de estas líneas, nos haga volver los ojos a esa otra tradición árabe que por fortuna es mucho más que los talibanes; a esa tradición que nutrió durante casi cuatro siglos la literatura española; la del arte mudéjar y la que hizo posibles versos como éstos:
''La noche sosegada/ en par de los levantes de la aurora,/ la música callada./ la soledad sonora,/ la cena que recrea y enamora."