Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 28 de marzo de 2002
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Alerta indígena en Montes Azules

Bajo el pretexto de rescate ambiental, el gobierno prepara el desalojo

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Montes Azules, Chis., 27 de marzo. Copas brillantes de muchos verdes se extienden al pie de la loma, meneándose al viento como bailarinas que no consiguen ponerse de acuerdo. Las palmas quieren llevar la batuta, por ese movimiento largo que tienen, pero los demás árboles no les hacen ningún caso.

La suave violencia de la vegetación en pleno. Desde un promontorio como este siempre se divisa un río, cuando menos. Se oye un rumor de cantos incomparables que no tienen dueño; a lo mejor algunos no tienen todavía nombre.

Al subir la caldera del día, la presión vaporosa del sol reinante se llena de un denso chirriar de artrópodos y anfibios haciendo de las suyas en su hábitat natural ?valga la redundancia.

Por una vereda prácticamente invisible camina un hombre. Aparece y desaparece entre las ramas mientras se aproxima. ¿Qué carga en esa red roja? Parece fruta. Sí, naranjas y otra bola, verde, grande, parece coco o melón, pero no lo es. Del hombro le cuelga, ya vacía, la botella de pozol, hecho con el maíz que siembra. Sigue de largo por la vereda de aquí abajo, sin detenerse. Sólo agita en la mano un adiós.

Una vez que el hombre se alejó, la vereda desaparece por completo; cobijada por los animales haciendo ruidos, otra vez se vuelve invisible.

De las monterías a la prospección

El debate de fondo en la disputa por los Montes Azules no es si cuidar o no "el ambiente", los recursos, la diversidad virgen. El asunto es quién va a cuidarlos y cómo. Los indígenas que viven en las tierras desalojables de la reserva de la biosfera dicen que ellos pueden cuidar la selva, que tienen derecho a estar aquí, que los dejen. Como sea, la conciencia ecológica es casi tan reciente en ellos como en los gobiernos y los inversionistas. Es un cambio de mentalidad propio del fin de siglo. Hace no muchas décadas el Estado y los explotadores particulares fueron los verdaderos y terribles destructores de la selva Lacandona.

Lo que va de las monterías a la bioprospección. El gobierno y los particulares acusan a los indios, no obstante, de ser los causantes de los daños ecológicos; son los delincuentes, los terroristas. Un coro de ONG afines al nuevo Estado, que apenas llegó y ya está en venta, así como todas las dependencias públicas implicadas, empuja: "¡Sáquenlos, sáquenlos!"

En Washington asienten, complacidos. Si los recursos de la selva ya no son de la nación, sino del mundo, ¿a quién se le ocurre que pueden tenerlos unos indios? Como si ellos supieran aquilatar lo que valen estas mariposas en el mercado internacional, habitualmente negro. Como piedras preciosas.

Sin tapujos, lo que viene detrás del "rescate ambiental" es la penetración, la explotación exquisita de los recursos, el negocio. En sus justificaciones para desalojar a los indígenas, los funcionarios federales (Víctor Lichtinger, de Semarnat, e Ignacio Campillo, de Profepa) han dejado claro que la intención es enajenar la selva de la nación. La prioridad para el gobierno de Vicente Fox, ya lo proclamó el secretario de Economía, es atraer capitales.
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Y todo en nombre de la humanidad, la seguridad internacional, el corredor estratégico del Pentágono a través de las selvas del sureste mexicano, Belice y Guatemala, para conectarse, a través de Colombia en guerra, con la otra selva mayor que andan desalojando, y ya casi terminan: la cuenca del Amazonas, escenario del último genocidio americano en el siglo XX.

Para empezar, en este planeta cada día más sediento, aquí hay agua, mucha agua. Y quién mejor para controlarla que Washington y sus empresas. En Chiapas se disputa a los indígenas el territorio donde hay recursos extraordinarios. En la selva chiapaneca, la zona norte y los Altos, como en pocos lugares del mundo, abunda la materia prima más valiosa de todas. Los ríos todavía llevan agua, y cuánta.

Las sondas nocturnas

Unas estudiantes bien morenas que pasan unos días aquí al servicio de la comunidad señalan al cielo y describen un ovni. O al menos eso parece. Lo vieron hace unas noches.

Hoy el cielo tiene nubes, pero es claro. La luna hace majestuosos los girones de nubes, los enciende, y asoman ya, pese a la luminosidad, muchas estrellas. "Pasó aquí, bajito, despacio. ¿Qué puede ser? Era como cuadrado, pero no regular. Anaranjado. Con lucecitas como de... ciudad".

La muchacha se ríe un poco de lo que dice, y explica: "lo vimos tres de nosotros". Y otra estudiante, divertida: "y conste que aquí no hay ni alcohol para que se nos ocurran esas cosas".

"Los compas también lo han visto, otras noches. Dicen que se ve bien bonito", comenta la primera.

Un chavo urbano, que también vio la "cosa" anaranjada, describe cómo ésta se alejó, muy despacio, sin ganar altura, y se perdió en el horizonte. "Como si fuera un globo".

Más que un testimonio guajiro, se antoja que describen una especie de sonda, que debe trasmitir a alguna nave o estación de monitoreo distante lo que "barre" en las comunidades de Montes Azules. ¿Alucinación colectiva?, ¿rupestre ciencia ficción?, ¿o vieron un simple instrumento de exploración que nuestra ignorancia tecnológica nos impide identificar?

Fachada de corte gran turismo

En las afueras de la selva Lacandona, sobre todo en su cada vez más turística (y militarizada) franja norte, entre Palenque y Yaxchilán (casi 200 kilómetros, Bonampak y balnearios incluídos), se junta ahora una fauna internacional. Ahí tiene el lector, por ejemplo, al australiano, tatuado todo el cuerpo con motivos bosquimanos en su carne de güero, en shorts y camiseta sin mangas, con su sombrero y su pinta parece recién salido del Outback de Australia, seguramente por la puerta de atrás. Hace malabares con tres pinos de boliche y recorre los carros de la gasolinera para pedir, en mal español pero con estupenda sonrisa, unas monedas que le quieran dar los demás turistas.

No son estos misfits lo que predomina. Por años, lo han sido los mochileros que con sus ahorros se pagan visitas al trópico para aprender. A este turismo cultural-arqueológico tradicional se suma ahora el turismo de aventura, con muchas divisas, que paga fuerte por vivir lo que las revistas de gran turismo prometen. Corren por la carretera transfronteriza, en poderosos carros todoterreno rentados. Se aventuran a los real places, donde real indigenous people, los últimos hombres de la selva, los lacandones, les venden lanzas, flechas y pezuñas salvajes.

Tras esa fachada, anillada por caminos y brechas que controla el Ejército federal, la reserva de la biosfera de Montes Azules está en vilo. Caminos de tierra por los que ya transitan los repartidores de Coca Cola. Elementales puentes de madera o tubos para cruzar los vados y estanques de las cuencas del Lacanjá, el gran río verdeazul que del aire se mira esmeralda, y del río Santo Domingo. Lirios altos con flores moradas. Peces nadando. Lagunas a los lados. Cascadas y caídas. Agua. Agua.

Al avanzar, los caminos empiezan a escasear. Se acaban. Topan con la selva. Lo demás son veredas. Y enseguida las tres hermosas y codiciadas hermanas: las lagunas Ojos Azules, Ocotal y Suspiro, que hasta uranio parecen tener. Pero la selva sigue para adentro, y es mucho más que eso.

Comunidades en alerta

Los conquistadores españoles llamaron aquí el Desierto de la Soledad (la suya). Desde hace dos milenios es casa de los inquietos pueblos mayas, y desde hace casi tres décadas el tema de Jan de Vos, historiador de la selva Lacandona y sus devenires.

Sería aventurado suponer que los indígenas desalojables viven en ignorancia silvestre y pasiva, o aferrados al atavismo. Están organizados, y siguen aprendiendo a pesar de las pocas escuelas. El gobierno puede cometer, una vez más, el error de subestimarlos.

En una aula de tabla pelona, mesas rudimentarias y techo de lámina, una cartulina sobreviviente de algún curso reciente, dice: "Ficha 4. Nombre: la zona Lacandona, la selva Lacandona y la Reserva de la Biosfera. ¿Para qué sirve?: para conocer la diferencia entre zona y selva Lacandona. Saber las diferencias entre tierra y territorio. Conocer cómo está dividido el territorio de México, del estado de Chiapas, del municipio autónomo Ricardo Flores Magón. Para saber qué es la Reserva de la Biosfera y dónde está ubicada. ¿Cómo se hace?: explicar qué es tierra, territorio, Reserva de la Biosfera, zona y selva Lacandona, usando mapas".

En tiempos del PRI acérrimo, a esto lo llamaban "ideas exóticas". Ahora, ¿cómo le dirán al hecho anómalo de que los marginados, los nadie, in situ estén informados? Ya lo dijo el delegado de Profepa: están mal aconsejados. Una escena en el centro de una pequeña comunidad selvática, que está en la lista del gobierno, me hizo pensar que, además, caminan juntos. Como si fuera novedad: un hombre anciano se dirige al puente con barandal que cruza el río. Con una vara larga tantea el suelo. Está ciego. Pero es un ciego inexperto, o sea reciente. La vejez, cataratas que podrían o pudieron operarse. Tiene la torpeza del que no está acostumbrado a no ver. Logra enfilar la ruta del puente, y sigue. De una vereda a cien metros, brota corriendo un niño de seis años, pasa a mi lado y llega hasta el anciano, inseguro a mitad del puente. Le coge la mano. Agitada su respiración por la carrera, el niño le dirige unas palabras en tzeltal, protectoramente. Caminan. El niño guía a su abuelo.

Los anuncios y advertencias recientes mantienen en alerta a los pobladores de las comunidades en resistencia, dentro y alrededor de los Montes Azules. Temen que los primeros desalojos ocurran esta Semana Santa. Permanecen atentos.

Funcionarios federales han declarado que, como sea, el "problema" quedará resuelto antes de fin de año. Sólo que fines de año estará lloviendo, y en estos lares, esos operativos son más fáciles con cielo despejado y suelo seco. Sobre todo si la idea es hacerlo quirúrgicamente, rapidito, en 15 minutos. Les ha de dar seguridad a los operadores tener al dios de la tecnología de su lado. Los tecnócratas siempre han pensado que con eso basta.

En un rincón del aula, escrito con lápiz, dice: "Asiento de los mansos", y una flechita indica hacia abajo un asiento. Una carita redonda y sin boca aparece, cruzada con gis, al lado. Versión local de las orejas de burro. Sólo que aquí la infracción escolar no es por ser menso, sino manso.

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