Denuncian bases zapatistas violencia y drogadicción
El ejido Morelia, cercado por una banda de paramilitares
Los agresores, con armas y equipo de radiocomunicación
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
Municipio Autonomo 17 de Noviembre, Chis., 28 de marzo.
"El plan contrainsurgente y la política de los gobiernos destruyeron
nuestra comunidad; la división y los daños ya están
hechos", declaran, en un tono inusitado, las autoridades autónomas.
El ejido Morelia, sede del Aguascalientes IV, está a punto
de quedar bajo control de una banda paramilitar que el pasado día
16 inició una ofensiva dentro de la comunidad, con ostentación
de armas y equipo de radiocomunicación, que dejó varios heridos
entre las bases de apoyo zapatistas.
"Han llegado al robo, a las agresiones con piedras dentro
de algunas casas de nuestros compañeros. Lo más grave es
la dedicación que le han puesto a la siembra y consumo de mariguana",
agregan las autoridades zapatistas. "La banda está armada y equipada
por la base militar y Seguridad Pública de Altamirano".
En efecto, el ejido Morelia ya no es el mismo. La convivencia,
como denunciaron en días pasados bases de apoyo del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), ha dejado de ser pacífica
después de ocho años. Ha crecido la amenaza de destruir el
Aguascalientes. Los paramilitares priístas alardean que lo
harían apoyados por policía y Ejército Mexicano.
"La campana de la iglesia la usan para reunirse y planear
sus actos paramilitares, violando así el acuerdo de la comunidad
y demostrando la pérdida de respeto a los pactos y al valor que
tiene para nosotros la campana. Los hemos vistos armados, con cámaras
y radios de comunicación. Nos graban, nos toman fotos y nos mantienen
bajo vigilancia, comunicándose con sus instructores", exponen.
Ante la decisión de los autónomos de defender
sus tierras y sus derechos, han recibido nuevas agresiones. "Nos ofrecieron
enfrentamiento, hasta de hacernos un gran Acteal. Estos ofrecimientos (amenazas)
de los paramilitares nos los hicieron llegar después que hablaron
con sus jefes militares y los funcionarios de la presidencia de Altamirano",
relatan.
Los autónomos lamentan: "Los priístas nunca
respetaron nuestro plan de la reserva ecológica. Acapararon las
tierras recuperadas a su antojo, sin el permiso del municipio autónomo,
de nuestra comisión de Tierra y Territorio, sin valorar ni respetar
nuestra resistencia y la sangre, las vidas que ha costado lo que hemos
logrado".
El concejo autónomo de 17 de Noviembre anuncia
que ha tomado la decisión de proteger la tierra contra la tala de
madera, el cultivo de mariguana y las personas que se dejan convertir en
paramilitares, "dirección que los lleva a la prostitución,
al trago, al consumo de mariguana, a la violencia, a la pérdida
de respeto y a la perdición". Y denuncia: "Detrás de todo
esto está la política de los gobiernos".
En relación con las fricciones a partir del 16
de marzo entre bases de apoyo del EZLN y los priístas, que han llegado
a la violencia, refiere el concejo en rebeldía: "La sal de nuestras
vacas la revolvieron con arena, destrozaron las canoas (lugar donde se
pone la sal de los animales), destruyeron los alambres, corrieron nuestros
animales y una vaca fue fracturada. La idea de lanzar piedras fue de ellos,
y como no se midieron y no tuvieron buena puntería, ellos mismos
se hirieron; por falta de valor actuaron borrachos y drogados".
Después de retirarse a la cabecera municipal de
Altamirano el día 17, los priístas regresaron a Morelia con
la Seguridad Pública, "pero su paso fue tapado por las mujeres del
municipio autónomo; los paramilitares, que volvieron a responder
con piedras, hirieron a una de las compañeras". Las amenazas siguen.
Bases de apoyo zapatistas han sido golpeadas y amenazadas con armas de
fuego.
Ante esta situación, las autoridades autónomas
declaran: "Queremos que la campana vuelva a sonar solamente para llamar
al pueblo para la cuestión religiosa, no la queremos para el uso
de los paramilitares. Responderemos con inteligencia las amenazas de un
Acteal que nos hacen los paramilitares. Defenderemos nuestra tierra del
destrozo por tala de madera, contra el cultivo de mariguana. Que los paramilitares
se vayan a vivir en el cuartel militar de una vez. Responsabilizamos de
todo lo que pueda pasar a la política económica que aplica
el gobierno y al plan contrainsurgente que aplican los militares y Seguridad
Pública".
La ofensiva del grupo armado
La Red de Defensores Comunitarios para los Derechos Humanos
divulgó a su vez que, de acuerdo con la población en resistencia
del ejido Morelia, desde hace un tiempo "el grupo que milita en el PRI
comenzó a explotar las tierras recuperadas, saqueando madera y aprovechando
el terreno de una manera abusiva. Los priístas utilizan los proyectos
productivos provenientes del gobierno federal y estatal, sin consultar
al resto de la comunidad, que está en contra de estos proyectos
por causar endeudamiento y la consecuente pérdida, por privatización,
de las tierras que fueron recuperadas para trabajarlas en colectivo en
beneficio de toda la comunidad y no de un solo grupo".
Como en otros municipios autónomos de la región
Ocosingo-Altamirano, el año pasado surgieron aquí también
conflictos por el uso de las tierras recuperadas. Una auténtica
ofensiva. La situación tomó tintes violentos a partir del
sábado 16, cuando los campesinos zapatistas intentaron trasladar
su ganado al potrero y fueron bloqueados por un grupo de 50 personas.
Ante las reiteradas provocaciones de los priístas,
el 19 de marzo los zapatistas decidieron movilizarse hacia las tierras
recuperadas para sacar su ganado, y partieron en la madrugada rumbo al
rancho Buenavista. Ahí se encontraron con unos 15 priístas,
algunos de ellos reconocidos como paramilitares, que les cortaron el paso.
(Por cierto, en Buenavista está programada la construcción
de una presa hidroeléctrica que destruiría comunidades y
tierras de la región, y expulsaría a sus habitantes).
El ganado fue rescatado por los zapatistas en un clima
de tensión. "Dos observadores internacionales de derechos humanos
fueron insultados y amenazados de muerte", agrega la red. Mientras, en
el centro de la comunidad la situación también se tornaba
tensa, pues Estanislao Luna Sántiz, identificado como paramilitar,
empezó a tomar fotos y proferir amenazas a todas las mujeres zapatistas.
Más tarde, "esta persona, junto con Felipe Luna
Sántiz, Agustín Sántiz Luna, Augusto Sántiz
Méndez, Antonio López Pérez y Mariano Sántiz
Vázquez, vestidos con uniforme azul, se dirigieron al pan-teón
de la comunidad, donde estuvieron realizando ejercicios y formaciones militares,
al tiempo que las mujeres priístas amenazaban con la llegada del
Ejército".
El día 20, a primera hora, unas 300 bases de apoyo
zapatistas marcharon hasta el centro de la comunidad denunciando la presencia
de los paramilitares y dando a conocer sus nombres. El grupo priísta
respondió con violencia. "La pelea fue creciendo, y a pesar de los
intentos de algunos zapatistas de apaciguar los ánimos, ésta
continuó casi una hora", documenta la red. Una mujer mayor resultó
golpeada por una piedra en el rostro. Hubo varios lesionados. A las 9 de
la mañana, una camioneta de Seguridad Pública llegó
hasta la entrada de la comunidad en apoyo de los priístas, pero
las mujeres exigieron a la policía retirarse.
La tarde del jueves 21, Lorenzo López Luna, reconocido
como paramilitar, en estado de ebriedad persiguió e intentó
fotografiar a una mujer en las inmediaciones del Aguascalientes.
Más tarde, el mismo sujeto ingresó a la huerta de una familia
zapatista, insultándola. Los niños corrieron a pedir ayuda,
pues su madre cuidaba a un bebé y su padre no estaba.
El testimonio de la comunidad de Morelia incluye una relación
de los paramilitares: Felipe Luna Sántiz, Sebastián Sántiz
García, Jesús Sántiz Vázquez (regidor de Altamirano),
Manuel Pérez López, Humberto Sántiz Luna (militar),
Rafael López Luna (militar), Lorenzo López Luna, Mariano
Sántiz Vázquez, Abelardo García López, Armando
Méndez Sántiz, Guadalupe García López y Estanislao
Luna Sántiz.
En tanto, continúan las agresiones contra mujeres
zapatistas, sus niños y casas; las labores agrícolas se han
dificultado y el riesgo de violencia sigue latente.