Se cumplen dos décadas de la primera
edición de su libro Funciones teatrales
Azar concebía la educación como el servicio
público más trascendental para la sociedad
RENATO RAVELO
La educación, sostenía Héctor Azar
hace veinte años, ''es el servicio público de mayor contenido
y trascendencia que debe caracterizar a una sociedad en permanente proceso
de transformación. El crecimiento, para ser seguro, debe ser lento
y cauteloso, paulatino, firme en la búsqueda constante de las verdades
referidas a la realidad que vive el conglomerado social".
Por
estos días se cumplen dos décadas de la primera edición
de Funciones teatrales, libro de largo aliento en el cual el fundador
del Centro de Arte Dramático, AC (CADAC), repasa la circunstancia
teatral que lleva al siglo XX, en ocasiones de manera cronológica
y en otras de forma temática.
Escenario e introspección
Héctor Azar (1930-2000) presentó el texto
donde somete a la reflexión crítica la búsqueda teatral
del siglo XX, simbólicamente en las instalaciones de la sede del
CADAC en Atlixco, Puebla, tierra donde nació y desarrolló
su proyecto educativo, formativo y cultural.
Y no obstante el paso del tiempo, sus reflexiones conservan
vigencia:
¿Cuál podría ser, en el mundo actual,
la verdadera aportación del teatro para que el hombre lo sienta
útil a sí mismo?, se pregunta el dramaturgo, para responder:
''La asistencia al teatro se torna verdadera en tanto acudimos a él
a observarnos en los otros, en las caras y los cuerpos de los actores que
representan a gentes y cosas de la vida, para que desde el escenario nos
ayuden a entendernos a nosotros mismos".
A tiempo advierte: ''Una dirección que mayor imperativo
requiere el arte en nuestro país es su orientación hacia
la provincia. Quizás los actos culturales que la capital produce
con fiebre y frenesí llegaren a constituir la respuesta esperada
por parte de los habitantes de las provincias de México, muertos
de tedio, al éxodo continuo de aquellos que ven en el 'centeo' la
única oportunidad de mejorar su vida".
El volumen contiene como en una de esas conversaciones
de Azar que tuvo la gracia de regalar todo como en un torrente: la información
mezclada con la opinión, la fuerza con el humor, el dato histórico
provocador con la alegata en favor de sí mismo, en contra de la
historia, dispuesto sin embargo a condescender al razonamiento.
Apuesta seria y discutible
Héctor Azar emprendió en 1955 las primeras
acciones del teatro universitario en Coapa, para luego ser director teatral
del Instituto Nacional de Bellas Artes, fundador del grupo Trashumante
y alejarse finalmente para fundar su Centro de arte Dramático en
1975, espacio desde el que ejerció lo mismo la política que
la dramaturgia.
Conforme se acerca al momento actual, el libro va perdiendo
esa formalidad con la que se describe el teatro isabelino, con categorías
muy definidas, para centrarse en el aporte que hace la generación
de Azar, en la importancia de La Cabra, publicación sobre
teatro que desapareció en los años 70. Incluso contiene una
parte en la que describe el método y fundamento pedagógico
del CADAC.
La publicación de Funciones teatrales hace
20 años resultó sin embargo un acontecimiento cultural, como
apuesta seria, vigente y discutible sobre la disciplina teatral basada
en la recia personalidad de un creador que hace dos años dejó
los escenarios visibles.