Alberto Aziz Nassif
El desafecto ciudadano
Cuando la ciudadanía da la espalda a la política, la ignora, o simplemente se margina de participar, estamos frente a un fenómeno conocido como desafecto. Se trata de una expresión amplia que tiene múltiples facetas que van desde la abstención, la molestia pasiva o la reprobación de los gobernantes. Nuestra incipiente democracia ha empezado a padecer estos síntomas. ƑPor qué sucede esto a un país que se encuentra en proceso de construir un sistema democrático?
Los resultados de la política institucional son insatisfactorios: los poderes públicos, principalmente el Ejecutivo y el Legislativo, son cuestionados por los ciudadanos, domina una sensación de incertidumbre y malestar. A 16 meses de haberse iniciado el gobierno foxista hay un desencanto ciudadano. Encuestas recientes muestran una desaprobación del gobierno foxista: el porcentaje de aprobación cayó a 47 por ciento; hace un año era aprobado con 70 por ciento (Reforma, 1/03/02). Otra encuesta muestra resultados más dramáticos: la aprobación del presidente Fox en marzo pasado bajó hasta 39 por ciento y hace un año estaba en 73 por ciento (GEA, Grupo de Economistas Asociados).
En el mismo sentido, el Congreso de la Unión también ha caído ante la opinión ciudadana: en marzo de 2001, 23 por ciento consideraba bueno el trabajo de los legisladores; ahora, en marzo pasado, sólo 13 por ciento lo consideró bueno; de igual forma la percepción sobre una mala labor del Congreso ha aumentado 18 puntos, de 10 a 28 (GEA). De la misma manera han bajado los índices de satisfacción con la democracia mexicana, los cuales tampoco eran muy altos; la satisfacción respecto al funcionamiento de la justicia también ha empeorado.
Otra de las partes de este escenario la conforman los partidos políticos. Ha terminado el proceso de renovación de las dirigencias de las tres principales fuerzas políticas y el saldo no resulta positivo: en el PRI hubo fraude masivo y una actitud cínica, lo que muestra que en ese partido la vieja cultura de los dinosaurios sigue viva y que las ofertas de renovación son discurso hueco; en el PRD se han mostrado de nuevo las inercias y las trampas que hace tres años llevaron a la anulación; ahora estuvieron a escasos milímetros de repetir la anulación, se salvaron por el margen entre las dos planillas mayoritarias, pero el desprestigio partidista vuelve a ser evidente; en el PAN, la elección interna se hizo con transparencia, pero su incapacidad para ser un partido gobernante no logra evitar un descenso en las preferencias electorales.
Ahora, el escenario se vuelve a vestir de elecciones y 2003 está ya en la mira de los partidos, aunque para los ciudadanos aún sea una fecha lejana. La vida política estará cada día más impregnada por esta contienda. Pero, Ƒcuál es la novedad? Después de todo en México hay elecciones prácticamente todo el tiempo, lo cual es un problema porque los espacios para la gobernabilidad se reducen. Tal vez la novedad sea el desafecto ciudadano.
Una ciudadanía que experimenta por primera vez la alternancia está molesta porque no se cumplen las promesas de las campañas. Con miras a 2003 los partidos se preparan para fabricar más promesas, cuando todavía no se han cumplido las que hicieron en 2000.
A partir de 1997, pero de forma más clara desde 2000, se ha visto despegar al Poder Legislativo, hay pluralismo, contrapesos, se ha perdido el esquema de mayoría, pero para los ciudadanos no están del todo claros los resultados. Hay dudas fundadas sobre qué intereses representan los legisladores y respecto a las estrategias partidistas que impiden los consensos.
Vamos a elegir Cámara de Diputados en 2003, y si las cosas siguen como hasta hoy el abstencionismo será el protagonista principal. Prácticamente casi todas las elecciones locales que se han realizado después del 2 de julio de 2000 presentan un elevado índice de abstención. Es posible que la ciudadanía haya terminado muy fatigada de las elecciones presidenciales; también es probable que esta no participación sea producto de un desencanto creciente; pero, de cualquier modo, puede ser un signo preocupante de lo que hemos llamado problemas democráticos de la segunda generación, es decir, los que tienen que ver con el objetivo de tener buenos gobiernos.
Quizá la parte más importante del desafecto ciudadano tenga que ver con un sistema político que no está dando los resultados prometidos y con expctativas aún sin cumplir. Lo peor que puede pasarle a una democracia en construcción es el desafecto de una ciudadanía que no encuentra respuesta satisfactoria a sus problemas cotidianos, y sobre todo que vive una democracia que no le ofrece un futuro con certidumbre.