Bárbara Jacobs
Es el viento al pasar
De lo más difícil que he enfrentado es declarar
con sencillez que lo que busco es la verdad. Y no es tan difícil
declararlo como aceptar que tu cuerpo te lo recuerde cuando flaqueas y
estás por resignarte a una media verdad. 0 toda la verdad, o nada,
te dices, sin querer oírlo. Quería escribir sobre Tolstói,
de hecho escribí unas páginas alrededor de la complejidad
que plantea la síntesis de su filosofía de vida, "Vivir de
la manera más sencilla posible", a la vista de que no la alcanzó
sino apenas unos días antes de morir, y ¿cómo iba
entonces a transmitirla a sus hijos, a los que había educado mientras
él buscaba cómo educarse a sí mismo?
Digamos que esto iba bien; pero simultáneamente
quería hablar de la inocencia, de si es una cualidad innata del
ser humano y entonces por qué la pierde; o de si en cambio se trata
de una cualidad que, cuando se da, sólo se da en los años
de infancia, y entonces el adulto que la conserva es un perturbado, puesto
que no la sustituyó con la madurez. Leía lo escrito sobre
Tolstói y sus hijos y lo veía trunco; le faltaba el
tema de la inocencia, y no veía cómo entretejérselo
si no era hablando de Marilyn Monroe.
¿Qué digo? La imagen de Marilyn Monroe deteniéndose
la falda que el aire de un extractor del metropolitano le hacía
volar a través del enrejado sobre el que el director de escena hizo
parar a la actriz para filmarla inclinándose hacia adelante y deteniéndose
la falda que el aire le levantaba de los pies hacia arriba, irrumpía
de modo espontáneo en mi mente al tiempo que yo procuraba hablar
de la inocencia en relación con Tolstói.
Toda la verdad consiste en oírla y decirla; y,
si oía a Marilyn Monroe, ¿cómo callar lo que me decía?
Entender la verdad no es tan necesario como decirla completa. Así
que mi inquietud de encontrarla me quitó el sueño y en la
madrugada me condujo a entresacar de un montón de libros en espera
de ser leídos la autobiografía de Carson McCullers, inacabada,
y que se publica por primera vez a más de treinta años de
la muerte de su autora, autora igualmente del cuento "¿Quién
ha visto el viento?", que recoge una canción de cuna que contesta,
"Ni tú ni yo: Pero cuando los árboles inclinan su cabeza
hacia adelante, el viento está pasando".
Oí a una pequeña de nueve años declarar
que ya no la preocupa que le levanten la falda. ¿Quién te
la levantaba? "El viento", respondió con naturalidad, ajena a cualquier
noción de que existiera ninguna otra causa que se la levantara.
¿Y por qué ya no te preocupa? A la vez que se levantaba la
falda, contestó que porque ahora usaba pantalones cortos debajo
de la falda.
El papá de Carson McCullers se refirió a
su hija como, "Una niña ingenua", o lo que es lo mismo: inocente,
o sencilla, o natural , o infantil. De ahí que Carson aceptara con
naturalidad que la chispa creadora fuera un misterio; de ahí que
se preguntara cuáles son las fuentes de lo que ella llama "iluminaciones".
"A mí me llegan después de horas (meses, años) de
búsqueda y de mantener mi alma lista", a la espera de recibirlas.
Son lo que pone en marcha "Mi larga búsqueda de la verdad de un
cuento; lo que ilumina el largo camino" que implica escribir esa verdad.
Carson recorre su vida con sencillez. Se detiene en recuerdos,
como el de la ocasión en que, para satisfacer un deseo de Isak Dinesen,
de visita en Nueva York, Carson le organiza en su casa una cena para que
conociera a Marilyn Monroe, y Marilyn, en su candidez, pregunta a la anfitriona
si debe llevar escote o no. Carson se refiere también a las lecturas
de su vida, y recoge por ejemplo las últimas palabras de Tolstói,
dedicadas a su hija: "Quiero que recuerdes que en el mundo hay muchos otros
hombres además de León Tolstói, y que éste
que estás viendo morir no es sino un León entre los otros",
palabras que, como el viento a los árboles, habrán hecho
que la hija inclinara la cabeza hacia adelante, aunque no sé si
precisamente para dejarlas pasar.