VENEZUELA: EL GOLPE DE LAS "FUERZAS VIVAS"
El
presidente Hugo Chávez, cualquiera que sea el juicio que se pueda
tener sobre su actuación, fue elegido por una mayoría abrumadora
y existían en el país un Poder Judicial, una Asamblea Nacional,
leyes e instituciones. Gracias a un golpe militar de quienes tienen el
poder del dinero y controlan los medios de información, apoyados
además por los altos mandos y la jerarquía de la Iglesia
católica, quienes no podían triunfar ni en las urnas ni en
las instituciones parlamentarias han instaurado ahora un gobierno de facto
encabezado por el jefe de los empresarios, al que no se sabe quién
nombró presidente.
Hugo Chávez no renunció y, por lo tanto,
sigue siendo presidente constitucional aunque esté preso. Los supuestos
"restauradores de la democracia" violaron la Constitución y recurrieron
a la fuerza después de cometer toda clase de delitos. Porque es
delito debilitar al país exportando ilegalmente capitales como lo
hacen los banqueros venezolanos prófugos en Miami, es delito sabotear
las medidas de un gobierno constitucional, es delito utilizar las concesiones
estatales, como los permisos para la radio y la televisión, para
fomentar, organizar y desencadenar el golpe de Estado, y es delito incitar
a los jefes militares, que deben preservar la legalidad, a romperla y encarcelar
al comandante en jefe, o sea al presidente.
A éste no lo derribó una huelga general
sino un lock out patronal que desembocó, tal como había sido
previsto, en el golpe militar largamente preparado. Ahora el presidente
empresario impuesto por la fuerza ha disuelto la Asamblea Nacional y la
Suprema Corte, anulado las leyes legalmente aprobadas por un gobierno constitucional
y desencadenado una ola de persecuciones políticas ilegales y revanchistas
y una represión que crece.
Su poder es ilegítimo y espurio, anticonstitucional.
El Grupo de Río no lo reconoce y condena el golpe de Estado. Hasta
ahora el gobierno de facto sólo cuenta con el reconocimiento del
gobierno español de José María Aznar, que apoya también
a candidatos a golpistas en Argentina y cree que América Latina
sigue siendo una colonia peninsular. Otros golpes, como el de Fujimori
en Perú o el que derribó en Haití al presidente Aristide,
llevaron al aislamiento americano a sus autores. Lo menos que debería
hacer la Organización de Estados Americanos sería desconocer
a los golpistas y suspender la pertenencia de Venezuela al concierto de
naciones en tanto no se restablezca el statu quo ante. Además, promover
que el gobierno depuesto ilegalmente sea restaurado y convoque a elecciones
libres y democráticas en el marco de la actual Constitución,
para que el pueblo venezolano, y no un puñado de magnates y matones
uniformados, decida sobre quién debe gobernarlo.
No se puede tolerar que el Departamento de Estado, las
grandes empresas y los medios de comunicación en manos de ellas
anulen la voluntad del pueblo expresada en las urnas. Porque a Chávez
no lo derrocó una lucha popular. Lo hicieron las capas minoritarias
y privilegiadas, que buscaban una revancha social y defender sus privilegios,
por otra parte muy tibiamente atacados por el gobierno constitucional.
Esa turba es la que, atacando la embajada de Cuba, quiere retrotraer las
relaciones de ese país al tiempo de Rómulo Betancourt y de
la corrupta Acción Democrática, cuando Venezuela fue base
de los que preparaban la invasión de la isla. Mientras las cacerolas
en Argentina derrocaron el estado de sitio y a varios presidentes, abriendo
el camino a la democracia y la organización popular, y unieron a
los sectores más pobres de las clases medias con los trabajadores,
en Caracas las cacerolas de los barrios ricos saludaron la imposición
de un gobierno empresarial-militar-clerical golpista contra las reivindicaciones
y las conquistas populares.
La democracia y la defensa de la vía constitucional
y pacífica para dirimir los problemas políticos deben ser
sostenidas frente a un gobierno militar-empresarial-clerical tan abiertamente
antinacional que lo primero que hace es anular las leyes sociales y suspender
los acuerdos económicos de cooperación con Cuba, siguiendo
los dictados de Washington. Ahora el pueblo venezolano enfrenta la represión,
Estados Unidos dispondrá aún más del petróleo
del país y tendrá además las manos libres para intervenir
en Colombia y en Cuba, para amenazar a Brasil y para tratar de imponer
el ALCA.
América Latina acaba, pues, de perder una batalla
importante. No se trata sólo de defender la vida y la dignidad presidencial
de Chávez, algunos de cuyos errores en otras ocasiones hemos criticado,
sino de defender la legalidad, la Constitución votada por los venezolanos,
el estado de derecho, y de impedir que nuestro continente vuelva a la época
de las dictaduras militares de la oligarquía empresarial y financiera.
Hay que preocuparse también por el futuro de nuestros países
y por la misma paz mundial, ya que controlando aún más el
petróleo venezolano Washington se preocupará menos por la
OPEP y por los países árabes y podrá insistir en sus
planes de guerra.