EUROPA: DECENCIA E INDECENCIA
Dos
despachos noticiosos divulgados ayer dan cuenta de las disparidades y contrastes
políticos, éticos y legales que se presentan entre diversos
integrantes de la Unión Europea. Por un lado, la renuncia del gobierno
holandés, presidido por Wim Kok, a consecuencia de un informe que
señala la negligencia de varios integrantes de su gabinete en la
matanza de civiles cometida en 1995 en Srebrenica, Bosnia, por paramilitares
serbios.
De acuerdo con el reporte, las autoridades faltaron a
su deber cuando enviaron a la zona --entonces bajo supuesto control de
la ONU-- fuerzas militares insuficientes, mal armadas y con órdenes
imprecisas que no fueron, a la postre, suficientes para preservar la vida
de 30 mil refugiados a quienes debían brindar protección.
En los tiempos que corren, cuando las fuerzas militares
de Ariel Sharon perpetran, a la vista de todo el mundo, el genocidio de
palestinos inermes, y cuando Estados Unidos se arroga el derecho de ejercer
la venganza con bombardeos indiscriminados que acaban con la vida de incontables
civiles, la dimisión del gobierno holandés es una lección
de decencia y compromiso con la vigencia de los derechos humanos en el
mundo.
La otra noticia, de signo contrario, es el informe de
Amnistía Internacional, divulgado ayer, sobre las torturas y los
malos tratos que sufren los extranjeros en España, en el contexto
de un accionar policiaco y gubernamental abiertamente racista y xenófobo.
Ante América Latina y ante Africa, el gobierno
de Madrid, encabezado por José María Aznar, se presenta como
una democracia impoluta; pregona fuera de casa el respeto a los derechos
humanos y el imperio de la legalidad, pero en su propio territorio tolera
y hasta alienta graves abusos de poder de signo discriminatorio.
Extranjeros que fallecen sospechosamente mientras se encuentran
en manos de autoridades, violaciones a mujeres indocumentadas por parte
de efectivos policiales, deportación de menores incapaces de volver
por sí mismos a sus lugares de origen, agentes del orden que operan
con antecedentes penales o que enfrentan procesos por abusos de poder,
negros estadunidenses apaleados por policías, niños gitanos
ilegalmente detenidos y torturados en las comisarías de Madrid,
senegaleses tundidos a palos en Galicia, y viviendas de marroquíes
incendiadas por turbas xenófobas ante la mirada complaciente de
la fuerza pública, son algunos de los episodios que el organismo
humanitario enumera en el informe Crisis de identidad: tortura y malos
tratos por motivos racistas a manos de agentes del Estado, que se presentó
ayer en la capital española.
El documento se centra exclusivamente en violaciones a
los derechos humanos de extranjeros, pero es de sobra conocido que en las
cárceles y cuarteles de España se tortura, además,
a los vascos sospechosos de pertenecer al entorno etarra, y que el sistema
judicial ibérico suele pasar por encima de la libertad de expresión
y otras garantías individuales cuando se trata de perseguir y reprimir
a nacionalistas de Euskadi, vinculados a ETA o no.
Ante ese panorama, cabe preguntarse con qué cara
pueden José María Aznar, Josep Piqué y demás
funcionarios del gobierno español condenar la situación de
los derechos humanos en Cuba o cualquier otro país. Cabe preguntarse,
también, si los socios de España en la Unión Europea
no se ruborizan de contar entre sus filas a semejante mascarada de democracia,
y si no son capaces de percibir el enorme daño moral que el gobierno
de Madrid causa a la imagen y autoridad de Europa occidental en la escena
internacional.