Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 21 de abril de 2002
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Política

Jenaro Villamil

Iglesia, el último fuero mediático

Para ningún periodista mexicano era un secreto que la santísima trinidad de instituciones intocables e inexpugnables eran la Presidencia de la República, el Ejército y la Iglesia católica. Desde hace varios lustros, la crítica a la Presidencia dejó de ser un tema tabú en los medios impresos y electrónicos. El Ejército, a partir del renovado interés por los sucesos del 68, del caso del general Gallardo y de las crecientes denuncias por violación a los derechos humanos, perdió su fuero mediático. Ahora el turno le ha tocado a la jerarquía de la Iglesia católica.

Los escándalos concatenados como un rosario de fin de papado sobre los casos de abusos y violaciones sexuales cometidos por curas pederestas y altos dignatarios encubridores se iniciaron en Estados Unidos con toda fuerza este año, al grado de que el reportaje inicial del Boston Globe y la actitud del cardenal Bernard Law han ocupado un espacio privilegiado en los medios electrónicos globales. El caso orientó el interés ante una denuncia similar contra un obispo polaco y sacó del viejo confesionario las denuncias en otros países con fuerte presencia católica. Algunas cifras internas calculan que 60 por ciento de los sacerdotes han violado los votos de castidad y que más de 70 por ciento lo han hecho por la vía de relaciones homosexuales, basadas, en muchos casos, en el privilegio que da la autoridad del ministerio.

La ola de impacto se ha expandido inevitablemente hacia México. Y la alta jerarquía eclesiástica no tiene otro tipo de respuesta más que la defensa de los viejos fueros mediáticos. Todavía el jueves 11 de abril el ex presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Sergio Obeso Rivera, declaró frente a las denuncias y preguntas de los reporteros que "la ropa sucia se lava en casa" (La Jornada, 12 de abril de 2002), como si los niños y adolescentes abusados fueran simple "ropa sucia", y los delitos cometidos se lavaran con una misa de contrición. El cardenal Norberto Rivera frente a la fuerza mediática adquirida en esta anterior semana por las denuncias, tuvo que reconocer que quienes fueran responsables de este tipo de delitos debían ser consignados ante la justicia. Rivera modificó su posición original que veía en cada denuncia un "complot" contra la Iglesia.

Hasta el momento, ningún alto dignatario se ha acordado de las víctimas ni se ha atrevido a pedirle perdón a alguno de los afectados, quizá porque aún están demasiado encerrados en esta especie de "armario dorado" que era la institución católica.

El armario se ha abierto. Lo novedoso en esta coyuntura es la actitud de los medios y, en especial, de la televisión mexicana frente al caso del padre Marcial Maciel, que constituye el más dramático ejemplo de una especie de modus operandi de abuso sexual, secrecía y persecución interna a todo aquel que se atreviera a criticar al fundador de los Legionarios de Cristo. La transmisión del programa especial de Círculo Rojo, en Canal 2, el pasado lunes 15 de abril, significa un salto mediático inédito en la historia de Televisa. Por primera vez se transmitió en las pantallas del "canal de la familia mexicana" el testimonio de las víctimas de Maciel y, ante la conducción sorprendida de Javier Solórzano y Carmen Aristegui, el padre Alberto Athié anunciaba que analizaba retirarse del sacerdocio ante la incapacidad de la institución católica para responder humanamente a las denuncias.

Lo ocurrido esa noche en la televisión abierta mexicana es sintomático del fin del fuero eclesiástico. Todavía en diciembre de 1988, la revista Contenido fue retirada de la circulación por sugerir, en un tímido perfil del fundador de los Legionarios, que a finales de los años 50 Maciel enfrentó un proceso interno por acusaciones de abuso sexual. En abril de 1997, La Jornada publicó un reportaje basado en el testimonio de cinco de las víctimas de Maciel que se atrevieron a romper el cerco del silencio y la culpa. El Canal 40 se basó en este reportaje para transmitir un programa especial. Por esta razón, ambos medios vivieron como respuesta el boicot publicitario de los poderosos intereses de los legionarios. Curiosamente, la misma coalición de fuerzas que se denomina A Favor de lo Mejor en los Medios y que con tanto ímpetu promovió un boicot publicitario contra la transmisión de Big Brother encontró hace cinco años que era "inmoral" ventilar este tipo de casos y promovió un boicot contra CNI-Canal 40 y contra todo aquel medio impreso que osara rozar con el pétalo de una crítica al fundador de una orden con extensas ramificaciones en el país y con vínculo cercano a Juan Pablo II.

La reacción que pretende censurar cualquier mención de éste y otros casos ha perdido la batalla frente a lo que parece constituir el escándalo terminal de una generación eclesiástica y de una visión de la moral y la sexualidad que ha sido rebasada por la propia sociedad. Hoy los feligreses católicos no están pidiendo un linchamiento mediático ni la creación de un tribunal de la Santa Inquisición para arrojar en una pira a los "sacerdotes traidores". Lo que reclaman es una actitud más adulta, más humana y más justa por parte de la jerarquía eclesiástica para afrontar estos casos, para romper con la cadena de impunidad y fueros que permitieron a personajes como Maciel construir una red de intereses y de abusos que tenía como principal protección la complicidad institucional.

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