CIFRAS CRUDAS Y PREOCUPANTES
El
Banco Mundial acaba de realizar su diagnóstico sobre diferentes
países en el mundo, entre los cuales tomamos aquí el referente
a México.
Como les gusta decir a nuestros vecinos del norte, el
Banco Mundial nos ofrece noticias buenas y malas. Las buenas consisten
en que México, por el tamaño de su producción, es
actualmente la undécima economía más importante en
el mundo y que, por primera vez, el producto interno bruto por habitante
superó los 5 mil dólares anuales.
Las malas redimensionan las buenas y trazan negras pinceladas
en el cuadro mexicano.
Por ejemplo, la undécima economía es, en
el orden del ingreso por habitante, sólo la número 69, y
el ingreso teórico per cápita (de 5 mil dólares, es
decir, menos de 50 mil pesos anuales: un promedio cercano a los 4 mil pesos
mensuales) es sólo estadístico, ya que casi 16 por ciento
de la población vive con menos de 10 pesos diarios (300 mensuales)
y casi 40 millones de mexicanos padecen los estragos de la pobreza o la
pobreza extrema.
O sea que, como en la fábula del italiano Trilussa,
quien decía que a cada peninsular le tocaban siete pavos por año
pero alguien se comía los suyos, la distribución del ingreso
sigue siendo aberrante, pues el decil más rico de la población
posee 42 por ciento del ingreso, mientras el decil más pobre no
llega a 1.5 por ciento.
Pero las malas noticias no se quedan en esta permanencia
y profundización de la pobreza en nuestro país.
También se evidencia un curso semejante al que
seguía Argentina hace apenas dos años: el pago de intereses
sobre la deuda interna y externa aumenta año con año, incluso
con el estancamiento de la economía mexicana, y en el año
2000 ascendió a 58 mil 300 millones de dólares, anulando
con esa cifra, que equivale a la mitad del presupuesto público para
este año, los ingresos de 2000 en moneda extranjera.
En sólo tres años (1996, 1999 y 2000), México
exportó 139 mil 100 millones de dólares para hacer frente
a sus acreedores, es decir, un monto equivalente a 88.5 por ciento del
valor actual de su deuda externa total, que llega a los 157 mil millones
de dólares y que representa poco más de un tercio del producto
interno bruto.
De modo que la deuda externa sigue creciendo a pesar de
que México paga cada vez más por ella y de que ha sido pagada
ya varias veces, como ocurrió en el caso de Argentina. Además,
como sucedía y sucede en el país sudamericano, es teóricamente
impagable porque es cada vez más insostenible, impide o distorsiona
el desarrollo y porque el peso, mantenido artificialmente fortalecido para
permitir altos retornos a los inversionistas extranjeros y buenos negocios
a los importadores, penaliza las exportaciones nacionales y estimula las
importaciones de modo tal que sólo en el primer bimestre de este
año el déficit en la balanza comercial llegó a mil
463 millones de dólares.
Por consiguiente, sería mejor que, al pensar en
las barbas del vecino, la atención no se centre en las de Fidel
Castro, por molesto que el mismo sea para Estados Unidos, sino en los vecinos
sudamericanos, especialmente en aquellos que más sufren, precisamente
porque fueron quienes más al pie de la letra aplicaron las recetas
funestas de instituciones que después registran con estupor cómo
aumentan la pobreza y la deuda externa de sus víctimas, mientras
disminuye crecientemente su capacidad de pago.