Néstor de Buen
Una iniciativa que aún no lo es
En esta semana ha causado revuelo una amplia nota publicada en El Universal que hacía referencia a los puntos de lo que se dijo era la iniciativa de reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT). Las protestas han venido de todas partes, sobre todo del Congreso del Trabajo y de la Unión Nacional de Trabajadores. Y es que, a partir de que los trabajos ordenados por la secretaría del ramo se venían haciendo bajo la condición del consenso (unanimidad), de repente aparece una relación cuya paternidad desconocen los supuestos padres. Hay, sin embargo, cosas interesantes.
El pago por hora está permitido en la LFT, que señala que el salario se puede fijar por unidad de tiempo, por unidad de obra, por comisión, a precio alzado o de cualquier otra manera (artículo 82). Lo que no se vale y podría ser ésa la intención, es no pagar el tiempo en que por causas ajenas al trabajador éste no labora, ya que la jornada es el tiempo durante el cual el empleado está a disposición del patrón para realizar su trabajo (artículo 58) y no el tiempo en que labora efectivamente. Si no trabaja, porque no hay chamba, energía eléctrica o materias primas, es problema del patrón.
No me parece que se esté proponiendo una jornada de diez horas. Lo que se plantea es que se puede dividir el tiempo de trabajo semanal en menos días, por ejemplo, en cuatro para cumplir una semana de 40 horas. Con ello el trabajador se ahorraría dos días de transporte infeliz. Y se abrirían importantes espacios para la contratación de nuevos trabajadores. Aumentaría el empleo.
No estoy de acuerdo, por supuesto, en que se pague el salario en función de la productividad. En primer lugar, porque es muy difícil medirla individualmente. En segundo, porque su medición sería simple obra y gracia del empleador.
La supresión del concepto de "patrón" y su sustitución por "empleador" deriva, simple y sencillamente, de que ésa es la terminología de moda en la OIT. La palabra "patrón" tiene cierto sentido peyorativo. Entre nosotros, en general, con razón.
Que las huelgas se acuerden previamente por los trabajadores en asamblea me parece fundamental. Lo que no me gusta es que la junta correspondiente tenga que hacer una ceremonia previa de recuento. Esa es decisión interna del sindicato. Los recuentos, sin voto personal, secreto, directo y universal son absolutamente negativos.
No creo en el escalafón ciego. El trabajador que asciende sólo por antiguo se convierte en un lastre. Debe acreditar que tiene la capacidad suficiente para el nuevo puesto. La antigüedad será, sólo, motivo de preferencia en caso de empate.
Lo del acoso sexual está bien. Lo que ocurre es que muchas veces no se produce en la relación laboral, sino entre trabajadoras y dirigentes sindicales: la exigencia por la concesión de chamba o de ascensos. Me parece en cambio absurdo que se prohíba el examen médico para acreditar la ingravidez. Si el Seguro Social respondiera sin más de los subsidios que debe pagar el patrón cuando la trabajadora embarazada no cumple las semanas de cotización, me parecería bien la idea. Pero como se propone, es absurda.
En relación con la libertad sindical, lo que debe hacerse es desaparecer los registros y las tomas de nota. Bastará el depósito de los estatutos, suficientemente publicitado, con derecho de cualquiera a objetar la personalidad ante el órgano jurisdiccional competente. Pero el sindicato debe tener personalidad y capacidad desde su formación y depósito de los documentos respectivos.
No lo dice la propuesta, pero reitero mi vieja tesis de que una de las cosas que más falta hacen es mandar al archivo las juntas de conciliación y arbitraje. Además son inútiles porque los votos de los representantes sectoriales se compensan y no valen. Pero generan una esfera de poder del sindicalismo corporativo que debe desaparecer. Además, las juntas dependen de los poderes ejecutivos y ya se sabe lo que eso puede implicar. El Estado nombra, paga y manda.
Por ahí está pendiente, con algún proyecto de cambio, el famoso Código de Procedimientos Laborales, obra y gracia de la administración pasada, y en especial de Javier Moctezuma Barragán (a quien felicito por su espléndido libro sobre Francisco J. Múgica). Ahora se intenta rellenar la reforma incluyendo, en la ley, las disposiciones de dicho supuesto código. Discutible y aceptable.
Paciencia, queridos amigos. Con la bronca entre el Ejecutivo federal y el Senado, la posibilidad de que se apruebe una reforma de ese alcance está más verde que un lorito parrandero. O que un viejo lorito, viejo verde, por lo mismo. Como tantos que no somos loros.