Angeles González Gamio
Maravilloso estreno
La ciudad de México a lo largo de toda su historia ha sido un sitio de libros; en la ciudad de los aztecas eran muy valorados sus bellos libros pintados, que ahora llamamos códices, la mayoría de los cuales fueron destruidos en el afán de terminar con lo que se consideraba idolatría. Al surgir la ciudad española sobre las ruinas de la grandiosa México-Tenochtitlan, entre los primeros objetos que se encargaron del viejo continente fueron libros, lo que de inmediato se volvió un buen negocio.
Durante las décadas iniciales del virreinato, su venta se llevaba a cabo principalmente en las porterías de los conventos y en los puestos del portal de Mercaderes, llamados alacenas. Paulatinamente se fueron creando librerías, sobre todo en los alrededores de la Plaza Mayor. Para el siglo XIX los portales más importantes: Mercaderes, Agustinos y del Aguila de Oro, albergaban prósperas librerías que competían con muchas otras de afamados libreros, como las de Andrade, Murguía, Galván, De la Rosa y tantas otras que aún suenan familiares.
Siguiendo esta tradición, el Fondo de Cultura Económica, una de las editoriales más prestigiadas de nuestro país, abre el próximo martes una librería que inaugurará el secretario de Educación Pública, Reyes Tamez Guerra, y que lleva el nombre del entrañable Juan José Arreola. Va a ocupar uno de los edificios más bellos del Centro Histórico: el de las antiguas capillas del Calvario y de San Antonio, que eran parte del convento grande de San Francisco, situadas en la esquina de San Juan de Letrán (Eje Central) y Venustiano Carranza; conservan una hermosa cúpula recubierta de azulejos amarillos y azules y soberbios arcos en el interior.
Estas capillas tienen la original característica de estar una encima de la otra; la de San Antonio, en la parte alta, la ocupa el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, y la del Calvario, en la parte baja, la empresa que dirige con talento el escritor Gonzalo Celorio. Se ha llevado a cabo una excelente restauración bajo la dirección del arquitecto Ernesto Betancourt, con la supervisión de especialistas del INAH, que en este caso encabezó el experimentado Vicente Flores.
El resultado es magnífico, ya que permite apreciar la arquitectura barroca dentro de un ambiente moderno y de gran calidad. Seguramente don Daniel Cosío Villegas, el destacado intelectual que creó el Fondo en 1934, estará feliz donde se encuentre, al advertir el crecimiento que ha tenido la pequeña empresa que inició con el objeto de publicar libros en español sobre temas económicos, para que sirvieran de apoyo a los estudiantes de la recién creada Escuela Nacional de Economía, de la que era maestro distinguido.
A don Daniel le siguieron, al frente del Fondo, intelectuales de la talla de Arnaldo Orfila, Salvador Azuela, José Luis Martínez, Jaime Garcia Terrés y Enrique González Pedrero, entre otros. Cada uno en su momento fue creando colecciones y abriendo los temas de las publicaciones, que en la actualidad cubren prácticamente todas las áreas del conocimiento.
Todos han tenido el acierto de ver al libro como un objeto vivo y sensible a las transformaciones sociales; es así como ha evolucionado junto con su entorno a lo largo de 66 años de vida; por ello, no es exagerado afirmar que la historia cultural de Iberoamérica está inseparablemente ligada a la historia de esta casa editora.
Sus libros llegan prácticamente a todo el continente americano; tiene nueve librerías propias y representaciones con buena parte de su fondo editorial, que cubren 15 países latinoamericanos, Estados Unidos, Canadá y España.
La apertura de esta librería es una noticia extraordinaria para el Centro Histórico, que esperamos sirva de ejemplo a muchas otras instituciones y empresas que abandonaron este lugar, que a pesar de sus múltiples problemas continúa siendo el corazón de México, y es el lugar al que propios y extraños acuden para admirar la prodigiosa arquitectura virreinal y decimonónica, asistir a espectáculos que sólo aquí se pueden ver, comprar aquel objeto que no existe en ningún otro sitio o disfrutar la mejor gastronomía de casi cualquier parte del país o del mundo.
ƑLe apetece comida yucateca? En Bolívar 57 está el restaurante La Cascada, con la sopa de lima, el queso relleno, la cochinita pibil o el tamal de hoja de chaya. Si tiene antojo de comida libanesa, en Mesones 171 se encuentra Al Andalus, con sus hojas de parra, kepe, jocoque, alambre de cordero, y de postre los incomparables pastelillos árabes, y así podríamos seguir mencionando lugares hasta el infinito, pero mejor vámonos a comprar un libro y después, ša comer!
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