Se presentaron Maldita Vecindad, Sargento García
y los Locos del Barrio y Dusminguet
Reunió la primera jornada de Radical Mestizo
a unas cien mil almas en la Plaza Mayor
PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL
Maldita es espejo y se refleja, tiene cara de... ¡mestizo!
De mestizo tocan y de mestizo respiran los cien mil asistentes. Cuando
Don Palabra y el Pachuco llegan de la mano, lengua y transculturización
se hacen presentes, y no hay quien frene el torbellino: la tierra tiembla
entre antorchas, danza, flor y canto, y una vez más la Plaza Mayor,
bandera arriba, grillos enfrente y clero detrás, "¡ha sido
un espacio libre, un espacio para hacer cultura!", grita Roco, enardecido
y bailante.
Como
parte de las actividades del 18 Festival del Centro Histórico, los
chilangourbanoeskatos de Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio
cerraron el sábado 20 la primera edición del programa musical
Radical Mestizo: trasgresión de fronteras culturales trastocada
en gozosa rompedera de máuser eslamera, quintaesencia del
desfogue citadino. Sudor, chipote, con o sin sangre, sea chico el bailongo
o sea grande. Cuando el músico mestizo canta, el mesticito de entre
16 y 25 muere de amor, de locura, de explosión vital.
Desde las cinco se apersona el personal y toda calle que
accede al Zócalo tiene "retenes": nada de botellas de plástico
ni de vidrio, cuantimenos latas, mucho menos arma letal ?¿agua?
sólo en bolsa de plástico. Nadie la arma de tos y todos se
forman civilizados, chavos sobre todo, pero también señoras
con niños; saben que de portarse ordenados depende que no nos la
hagan de jamón.
El público calienta motores
A las seis los barceloneses de Dusminguet trepan al tinglado,
mientras el público calienta motores. El frontman y acordeonista
Joan Garriga dirige el estilo cumbia-merengue-reggaesero de la banda, mientras
esgrime sabe qué cosas en catalán. Aunque son de factura
mediana, el público baila en bajo impacto, gira al centro pero leve.
Y es que el sonido no ayuda: estará con las tres bandas bien ecualizado,
pero muy débil: poco más atrás del asta, el punch
no será suficiente para mover el bote, de ahí que la mayoría
busque apretujarse al frente. Otra gran cantidad de gente se distribuye
sentada en el suelo; guarda energía para la Maldita. Mas cuando
parecía que Dusminguet no haría más que abrir boca,
lanzan un prendido tema en ragamuffin: "¡Levante la mano a
quien le guste fumar mariguana! ¡Por el derecho a fumarla!" Todos
alzan los brazos, la bailada sube de tono y a tono se pone el ambiente:
el tufo de mota emerge por todas partes, aunque es triste sorpresa
ver que ya no sólo los chavos marginales anden moneando;
de pronto es cool traer el puño frente a la boca, y a clasemedieros
comunes se les ve matar irreversiblemente algunas neuronas mientras aspiran
estopa; entre la masa un wey vocifera "¡ya saquen el activo!";
los enervantes ajenos te ponen nomás de olerlos, incluyendo posiblemente
a los muchos bebés que traen cargando varias parejas de roqueritos
adolescentes.
A las siete llegan los francoespañoles de Sargento
García y Los Locos del Barrio, 12 feroces salsa-hip-hoperos, quienes
alegres le pegan a Rumba, su primera canción. La alegría
se diluye cuando algunos desesperados empezaron a lanzar maderos (¿!)
y bolsas de agua al escenario; una de ellas cae sobre un teclado y el respectivo
instrumentista enfurece; la muchachada al frente grita injusta: "¡fuera!"
y los músicos abandonan la escena. Roco, de Maldita, sale a calmar
al público; pide una porra para la música, pero los jovencitos
sólo entonan el tema de remembranza a la madre. Los galos regresan
valerosos a tirar candela. ¡Qué buenos músicos que
son! Conga, timbal, piano tumbao, tres metales, cuatro voces y hasta coreografía:
"¡No uso pistola, no uso cañón, de mi boca sale la
revolución!" Y sí, su revolución hecha baile logra
amansar a las fieras. "Matarile rile-rón, escucha mi canto de revolución".
Recuerdan en mucho a Mano Negra de hace 10 años, sin que ello demerite
eficacia. Ska, ska, ska: "Yo no soy policía, no soy militar, no
quiero matar". Apenas cinco rolas, antes de que su canto se haga realidad:
"Todo, todo, todo va a acabar muy mal".
La noche avanza pero el calor arrecia y no venden agua
en la plaza. Hay que salir más allá de los "retenes" a comprar
bebida. O si no: ¡ahí va el chorro de agua!, directo de unas
pipas, que en este ínter son abordadas por acalorados rufianes,
ávidos de abrir llaves prohibidas.
Brotan antorchas por doquier
Casi
con la luna en alto, Maldita aparece. ¡El gran Solín!
La banda se arrejunta, corre, empuja; los gritos incendian la plaza. Antorchas
brotan por doquier: latas de pintura cual tragafuegos sin boca: ¿cómo
las introdujeron? El golpeteo de cuerpos, el arrime, la madriza. Un solo
coro: "Yooo lo conocíííí..." Maldita Vecindad
les es leyenda: cuando ésta se formaba, varios ni nacían
o dibujaban con crayones; para ellos son mito, hermanos mayores, pioneros
de la urbanidad eskatera, mestizos y radicales. Y radical es aquí
el baile, el desate. Una nueva y enorme hoguera al centro. Zapatos vuelan,
cuerpos vuelan, sudores vuelan, la imaginería vuela. ¿El
Circo de Los Tigres? ¡Pos le taconeamos! Morenaza, "para
ti que respetas a las chavas en la calle". Roco respalda a las bandas que
les precedieron y zapatistamente insta a que sea éste un
mundo donde quepan todos los mundos; por ahí alguien ondea la bandera
gay. Al fondo, por 20 de Noviembre, niños de entre 8 y 13 bailan
con sus mamás; un viejito es la botana de quienes lo ven mover el
cuerpo con enjundia. "Demasiada sangre en esta ciudad..." y unas chavas
son auxiliadas, de la nariz sangrantes. Ya lo pasado, pasado, de
José José... y todos aplauden; varios forman una hilera para
correr alrededor de la plaza, tribales. Euforia: tocan Don Palabras
y Pachuco... y se van pero regresan: tocan Circo, y en Mojado,
chicano tema, integrantes de la banda española Ojos de Brujo llegan
a palomear con las palmas: se pone caliente el flamencazo. Tras casi dos
horas, cierran con Kumbala y es el Zócalo un salón
donde el ambiente huele a mar... y en la plaza una pareja se vuelve a enamorar.
Pacho sonríe con las claves, Sax brinca locuaz como siempre, Pato
preciso en la lira, Aldo bajea en madera, Roco y sus irrefrenables patitas.
La carnaliza opina y los encuestados, provenientes de
Iztapalapa, Ecatepec, Neza, Tláhuac, están de acuerdo con
la existencia de retenes. Adriana y Lilí, de 22 años, están
contentas pero expresan: "No nos gusta que se vengan a drogar, se ponen
muy locos... es mala onda que le aventaran cosas a Sargento, pues vienen
a enseñarnos lo suyo, traen su música, traen paz". La bolita
revoltosa de 18 años promedio: "Lástima que no dejan pasar
chupe. ¡Alcohol sí, armas no! ¡Que legalicen
la mota!" ¿Sobre Sargento y Dusminguet? "Es que venimos a
oír ska y esos tocan reggae y charanga; lo tropical
no nos gusta, ¡para qué vienen!... Lo chido es que nosotros
somos la seguridad". Alex de 16: "Estuvo relax venir a perder el
tiempo. ¡Que hagan más conciertos gratis, dos al mes!" Moy,
de 18: "Que haya conciertos en más plazas de la ciudad".
Habituados todos a ser de sangres tan varias, habiendo
roto suelas, caminamos rumbo al Metro. Enorme furia pues están cerrados
Zócalo, Pino Suárez e Isabel la Católica y hay que
pedalear hasta Salto del Agua, pasando Eje Central... Por fortuna, nada
que lamentar, mucho que reventar... ¡Gran circo es esta ciudad!