Se presenta en el teatro Salvador Novo del Cenart
Fernando de Ita transformó El avaro,
de Moliere, en comedia charra
MARIANA NORANDI ESPECIAL
Lo
que eleva a un autor a la categoría de clásico es su capacidad
de perdurar inmortal a través del tiempo y del espacio. Muchos dramaturgos
continúan encontrando en las obras clásicas una inagotable
fuente de inspiración para transmitir mensajes universales. El paso
del tiempo no ha sido un impedimento para que obras como Electra,
de Sófocles, o Don Juan Tenorio, de José Zorrilla,
continúen representándose hoy en día, gracias a renovadas
versiones que las han ido adaptando a las nuevas épocas. El espacio
también ha sido otro objeto de transformación a la hora de
tratar un clásico, especialmente en el cine. ¿Quién
no recuerda aquella maravillosa versión puertorriqueña de
Romeo y Julieta, de William Shakespeare, en la película West
Side story?
Siguiendo la línea de realizar montajes innovadores
a partir de obras clásicas, el dramaturgo hidalguense Fernando de
Ita realiza una interesante versión de El avaro, de Molière.
De Ita transforma esta obra en comedia charra, situándola en los
llanos de Apan. La Francia barroca del siglo XVII se convierte en el Hidalgo
provinciano de los años 30, los palacios en haciendas, el vino en
pulque, las dagas en machetes, los burgueses en hacendados y los sirvientes
en indígenas.
La comedia original fue estrenada en el Palacio Real de
París el 9 de septiembre de 1668. En ella Molière crea un
personaje extraordinariamente complejo llamado Harpagón, el cual
tiene una relación obsesiva y desmesurada con el dinero. La versión
charra de Fernando de Ita, que ha sido subvencionada por el Instituto Nacional
de Bellas Artes (INBA), fue estrenada en la ciudad de Pachuca el pasado
enero y, tras 100 funciones, se presenta ahora en el teatro Salvador Novo,
del Centro Nacional de las Artes.
En esta puesta, de Ita narra la historia de un hacendado
hidalguense llamado Harpagón (Edmundo Lima), el cual ama el dinero
por encima de cualquier otra cosa. Este peculiar personaje es viudo y padre
de dos hijos, Elisa (Doris Miranda) y Clemente (Jorge Alvarado). Elisa
ama a Valerio (Alfredo Avila), y Clemente a Mariana (Gisela Cortés),
pero el padre no aprueba estos amoríos debido a que son gente humilde.
Por lo tanto, Harpagón decide casarse con Mariana y desposar a su
hija con un viejo viudo adinerado llamado Don Anselmo (Anuar Jotar). A
partir de aquí la trama se irá enredando y tomando rumbos
inesperados, muy al estilo barroco.
Vivencias
hidalguenses
Fernando de Ita, quien también dirige el montaje,
nos comenta: "hice lo mismo que hizo Molière con la Aulularia
de Plauto. Lo que ocurría en la Roma de antes de milenio él
lo convirtió a las circunstancias de su tiempo. Con esta versión
de El avaro seguí su ejemplo e hice una comedia charra, porque
es una obra que si la ponemos como la escribió Molière, en
estos momentos a los mexicanos no nos diría nada".
En esta obra se refleja claramente el espíritu
local que ha imperado a la hora de realizar la versión. Esto se
entiende al comprobar que no sólo el director es originario de Hidalgo,
sino todos sus actores. Fernando de Ita nos explica: "en esta obra están
puestas todas mis vivencias como hidalguense y eso para mí ha sido
una delicia. No la hubiese hecho con tanto gusto de no haber podido ambientarla
en mi estado. Además ha sido una maravilla poder compartir con los
actores una serie de imágenes mentales de mi niñez o de mi
juventud, y que ellos, por ser hidalguenses, entendían perfectamente
bien".
Dado que se trata de una obra provincial, el tema de la
centralización del teatro en México y la problemática
del teatro regional surge en la conversación con el dramaturgo,
quien expresa: "uno de los problemas fundamentales del teatro regional
es la producción. Los grupos trabajan con dos pesos y en condiciones
verdaderamente lamentables. Esta obra fue posible porque el INBA aportó
el dinero: si no, hubiese sido imposible. Nuestros actores se desplazaban
para los ensayos de sus municipios a Pachuca y eso significaba muchos gastos.
En cuanto a la centralización, antes estaba localizada en el DF
pero ahora está en los estados, es decir, hay cultura en las capitales
de los estados, pero no la hay en los municipios".
''La comedia blanca es rara en mí''
La puesta cuenta con el trabajo de Alejandro Luna en la
escenografía y en la iluminación, quien diseñó
un maguey como único elemento escenográfico, el cual domina
toda la escena. Con una adecuada iluminación y ese simple maguey,
Luna consigue crear una vívida atmósfera con la que estimula
la percepción de los espectadores, quienes a través de este
maguey pueden imaginar cómo es la hacienda donde se desarrolla la
historia. Esta maestría escenográfica, aunada al acertado
vestuario diseñado por María y Tolita Figueroa, demuestra
que no es necesario un gran derroche económico para obtener un buen
marco teatral.
Fernando de Ita afirma que con esta obra desea trasmitir
al espectador varios mensajes: "me gustaría trasmitir al público
el gusto por las costumbres mexicanas. Esas costumbres que mostraban aquellas
películas de los años 30 y que dan a conocer a los chavos
de hoy un mundo que ya desapareció. También quiero trasmitir
ese gusto por la comedia blanca que, por otro lado, es raro en mí,
porque yo soy una gente de comedia negra y roja, de violencia y erotismo.
En cambio aquí hago una comedia blanca que dice que el dinero no
es lo más importante en la vida y que las diferencias de clases
siguen existiendo. Y por último, con esta obra también me
propongo entretener, porque, como decía Brecht, entretener a la
gente ya es algo verdaderamente importante.
El avaro: Teatro Salvador Novo del Centro Nacional
de las Artes. Río Churubusco y Tlalpan. 4, 5, 11 y 12 de mayo a
las 13:30 horas. Entrada: 40 pesos.