La Orquesta Aragón puso a bailar al Teatro
de la Ciudad
Kasse Mady Diabate rompió la barrera del idioma
con su ritmo cubafricano
ERNESTO MARQUEZ ESPECIAL
Fue una gran noche. Que cosa tan chévere: la voz
milenaria de Kasse Mady Diabate y el sonido clásico de la Orquesta
Aragón. ¡Africa y Cuba en México!
Ha sido la noche más excitante de este 18 Festival
del Centro Histórico de la Ciudad de México. Las cuatro plantas
del formidable Teatro de la Ciudad rebosaban de contento con un público
receptivo y bailardor.
En punto de la hora anunciada subió la orquesta
que acompañaría al griot Kasse Mady Diabate. A simple vista
no daban una gran impresión, pero ¡diablos! esa orquesta es
una maravilla ¡Qué tremendo sabor! Tocan instrumentos nativos
como el balafún, el bolón y el d'jembe, y otros occidentales
como la guitarra y la flauta; hacen música de Malí pero también
de la hermana Cuba y tienen un compendio de ritmos y sonidos inagotable.
Por
su parte Kasse es un volcán en erupción. Posee la rotunda
contundencia de un Papa Wemba, el sabor de los buenos soneros y la inteligencia
de los grandes del jazz. Este hombre es una sorpresa. Aun cuando ya hemos
escuchado una y otra vez su álbum debut Kassi Kasse (producido
por Discos CoraSon) nos sigue descubriendo legados de sabiduría
ancestral y cotidiana. El es un narrador de historias, oficio que le viene
de abolengo, es el depositario de la tradición de su pueblo y está
aquí para compartir lo suyo. Lo que viene a decir nos lo dice en
lengua bamaná, maninka y el poco castellano que le ha enseñado
su amigo Dramane Coulibaly. Así que quien apañó apañó
y quien no tendrá que ir al cuadernillo del álbum en el que
sabiamente han puesto la traducción.
Vestido con una túnica blanca, zapatillas de tela
y un curioso sombrero, Kasse Mady luce graciosísimo, es un tipo
vital que goza con su arte y sabe conducirse en escena. La gente que lo
está descubriendo por primera vez lo sigue e intenta llevar el compás
de la música.
Aunque la presentación de Kasse Mady Diabate es
de altos kilates, la sala en pleno está ansiosa por escuchar a la
Aragón: la orquesta decana de las charangas modernas.
Luego de un prolognado intermedio, y casi sin avisar,
la charanga cubana se aparece en escena. Elegantes en su manera de vestir
y de hacer musica abren con el tema icono del cha cha chá, Calculadora,
que interpretan con maestría y sobriedad. Siguen con La reina
Isabel, aquel hermoso danzón-cha de Electo Rosell, en homenaje
a una reina del carnaval habanero, que por coincidencia llevaba el mismo
nombre que la soberana de Gran Bretaña.
Todos estamos arrobados con la maestría y frescura
de esta banda. Se escuchan como una orquesta sinfónica en miniatura.
Y no hay por qué dudarlo. Se trata de una agrupación única,
un ensamble como un tutti, que tiene detrás un concepto musical
forjado con sabiduría por gentes como el violinista Celso Valdés,
único sobreviviente de la orquesta original.
Tras seis décadas de hacer música conservan
ese timbre que los caracteriza y que se identifica en la forma de ejecutar
el piano, muy percusivo, casi de martilleo; en el bajo soneado, con estabilidad
ritmica; el ataque de la paila, de chorreo, irregular y dificil de imitar;
en la forma de tocar el güiro, macheteado ?no chorreado, ni maraqueado,
sino "aragoneado"? haciendo la onomatopeya del canto "Aragón, Aragón";
en los violines armónicos y precisos, muy ajustados y rítmicos
en los montunos; en las voces pastosas y al unísono y en la flauta,
que da el toque y el sabor de "guapería", de cierta agresividad,
a lo cubano, "quinteado".
Encendida la noche, quién la apaga. La fiesta continúa
con el palomazo de Kasse y palomilla. La algarabía es generalizada.
Los que no pueden bailar se contienen entre el butaquerío moviendo
los pies por debajo del nivel o agitando el caderaje, como lo hace la diputada
Beatriz Paredes desde su asiento.
Al final, la lider de la cámara baja nos dice que
ha llegado a desfogarse. "En la Cámara de Diputados soy la representante
social que tiene responsabilidades políticas. Hoy ha venido la persona
a la que le gusta el son."
Contentísmos por la acogida del público,
cubanos y malienses se despidieron en un abrazo panafricánico al
que todos nos unimos. Fueron tres horas y pico, pudieron ser cuatro, diez,
una semana... "Que la rumba no pare", decía nuestro querido maestro
y amigo Froylán López Narvaéz, quien tenía
un porte como de Aureliano Buendía. Bueno, él fue quien escribió:
"Africa, la madre; Cuba, el nido; México, el nicho".