REPORTAJE
Estereotipos, charlatanes y pérdida de identidad
amenazan a la danza regional
Una manifestación más allá de
La bamba
En el Día Internacional de la Danza, especialistas
reflexionan sobre la situación por la que atraviesan las danzas
regionales. Coinciden en que el Estado tiene el deber de destinar recursos
para recuperar los valores culturales que son parte de la identidad de
México
ALEYDA AGUIRRE Y ANASELLA ACOSTA
La creación de un instituto nacional del folclor,
que rescate y preserve la danza regional mexicana, así como el compromiso
de bailarines para acercarse a centros de investigación, son algunas
de las propuestas que plantean directores de grupos y ballets de esa manifestación
artística.
Consideran que ante la creación de estereotipos
-en los que El jarabe, El son de La Negra y La bamba
son apenas una muestra de lo que constituye el amplio espectro de las danzas
folclóricas mexicanas-, la proliferación de copias coreográficas
que sólo persiguen el lucro y la globalización y el neoliberalismo
que intentan ''uniformar a los pueblos'', es necesaria la participación
de antropólogos, etnólogos, historiadores y musicólogos
para enriquecer las coreografías.
La multiplicación de grupos de danza folclórica
-suscitada en las últimas décadas del siglo XX- y la tardía
labor de investigación en la materia ha derivado en la existencia
de grupos ajenos a las raíces de los bailes regionales, los cuales
han enfocado su actividad en el montaje de coreografías "trilladas",
en menoscabo de los movimientos tradicionales.
Recobrar la pureza de los bailes es una misión
"titánica" de investigadores, quienes mediante códices, literatura
de la época, obras pictóricas, música, informantes
y otros documentos históricos buscan acercarse a la ejecución
original.
Los
especialistas y los investigadores que se dedican a esa labor son pocos
y se encuentran dispersos. Algunos de ellos están concentrados en
el Centro Nacional de Investigación y Documentación de la
Danza José Limón (Cenedi), del Instituto Nacional de Bellas
Artes; en los grupos universitarios y en las diversas entidades; además,
la mayoría hace esta tarea por iniciativa y con recursos propios.
Nieves Paniagua, directora de la Compañía
Nacional de Danza Folclórica, manifiesta que es preciso un acercamiento
entre grupos, instituciones e investigadores, a fin de que se oriente el
talento mediante la incursión en la herencia ancestral y se preserven
las diferencias de estilos.
La preocupación, señala, no es la abundancia
de grupos de danza folclórica, sino la orientación y el cauce
que tengan.
La ex directora de la Escuela Nacional de Danza Folclórica
considera impostergable la creación de un instituto nacional del
folclor que reúna a etnólogos, antropólogos, musicólogos
e investigadores, y a toda la gente que quiere aprender a montar un espectáculo
conservando las manifestaciones tradicionales.
Alan Stark, especialista en danzas coloniales, quien ha
formado parte de la coordinación del Cenedi, señala que ''en
México empezamos tarde la investigación'', porque la cultura
nunca ha sido primordial y a ello se añaden los procesos históricos
como la Revolución y la Independencia, durante los cuales los archivos
estaban cerrados y se perdieron numerosos documentos a consecuencia de
incendios e inundaciones; no obstante, asegura, en los últimos 20
años se ha avanzado mucho al respecto.
Durante 1920, rememora, se realizaron las llamadas misiones
culturales, que entre otras actividades rescataron la música y las
danzas costumbristas de las diversas regiones; un gran número de
bailes que se han recobrado, gracias precisamente al trabajo que se hizo
entonces, cuando José Vasconcelos fungió como jefe del Departamento
de Bellas Artes.
En todos los países, lamentó, "se están
perdiendo las danzas regionales", a consecuencia de la modernidad y de
la globalización, además de que los esfuerzos individuales
por preservar la tradición concluyen con la muerte de profesores
y coreógrafos, porque actualmente "los jóvenes no están
interesados" en mantener este tipo de arte.
Según el también representante de México
en la Alianza Mundial de la Danza de las Américas, la defensa del
folclor mexicano no debe estar supeditada a programas y apoyos gubernamentales,
sino al deseo de que subsistan los hábitos mexicanos.
No obstante hay posturas divergentes con la anterior,
como la del director del Ballet Folclórico Mexicano, Guillermo González
Aranda, quien atribuye al Estado la obligación de otorgar recursos
para recuperar los valores culturales que son parte de la identidad de
México, sobre todo ante la globalización y el neoliberalismo,
con los que se intenta "uniformar a los pueblos".
El trabajo de investigación, afirma, es algo complicado;
requiere tiempo y recursos económicos, que la mayoría de
las veces son solventados por los propios investigadores. En nuestro país,
indica, son contadas las compañías que basan su trabajo en
la búsqueda de datos con los que finalmente se tenga un acercamiento
a la tradición dancística.
Nieves Paniagua destaca la importancia de conservar los
orígenes de las danzas, pero también se refiere a la transformación
que estas recreaciones sufren en el montaje de un espectáculo.
Comenta que hay danzas que ya no existen de forma pura,
pero han sido rescatadas a partir de la imaginación y recreación
de lo que se ve en las litografías, en los libros de la época
colonial, y en la comunicación con artesanos y danzantes de los
pueblos que mantienen viva la tradición.
La ex directora de la Academia Mexicana de la Danza menciona
que los investigadores se enfrentan con un folclor en constante transformación
como resultado de la adaptación a las necesidades de los pueblos.
"Fue lo que vi hace cinco o diez años en Papantla con los indígenas:
aunque mantienen la misma raíz se ha evolucionado". Por ello, explica,
la pureza exigida por algunos suele ser relativa.
''Si nos dedicamos exclusivamente a conservar lo que existió
haríamos documentos históricos, pero el trabajo escénico
también depende de los objetivos del grupo. Si lo que se pretende
es montar un espectáculo, se debe trabajar bajo las leyes del escenario,
que conllevan las variantes espacio-tiempo, y con estas condiciones ofrecer
una imagen de lo que pudo ser."
El folclor mexicano, anota González Aranda, es
resultado de una amalgama cultural que se inicia con los aztecas y pasa
por la Colonia, en la que intervienen las costumbres traídas de
Europa, Africa y Estados Unidos. La ciudad de México, precisa, es
la cuna del folclor, porque aquí convergieron todas esas influencias:
"aquí se bailaron danzas aztecas, del virreinato y -en las pulquerías,
como la de Los Pelos, Nanas y El Tío Aguirre, entre otras-, los
sones y jarabes tradicionales".
Este año, adelantó, el ballet que dirige,
el cual obtuvo tres becas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes,
estrenará algunas coreografías para conmemorar 500 años
de africanía en el país y con ellos recordar la influencia
de los negros que llegaron en el periodo virreinal y los casi 6 millones
que hicieron lo mismo a mediados del siglo XIX, trayendo su alegría,
color y movimiento a estas tierras.