Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 2 de junio de 2002
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Capital

CON VISTA AL ZOCALO

José Agustín Ortiz Pinchetti

Tiempos pasados, tiempos peores

LAS MOVILIZACIONES y marchas marcan la vida de la capital. En lo que va del pasado diciembre al último abril, se han realizado en el Distrito Federal 536 actos en la vía pública, con un total de 147 mil 276 asistentes. Solamente durante abril tuvieron lugar en nuestra ciudad 141 actos masivos, con un total aproximado de 40 mil participantes. Aquí en el Zócalo estoy mirando el plantón de cada mayo de los maestros.

EN NUESTRA plática de sobremesa del domingo pasado, afirmaba que no hay que sentir nostalgia por la capital tranquila de mediados del siglo XX. Hay cosas de entonces rescatables, pero no está entre ellas la ausencia de vida pública en las calles y plazas.

ERA AQUELLA una sociedad caracterizada por la estabilidad autoritaria y sus certezas. La vida familiar se organizaba en una estructura patriarcal y disciplinaria muy afín al oscurantismo religioso. Los padres aspiraban a ser temidos, y reproducían (y a veces se excedían) la impune autoridad política que nos gobernaba en la época.

COMO CONTRAPARTIDA, las abnegadas madres mexicanas resultaban muy astutas y manipuladoras. Eran excelentes para encubrir y ocultar. En el fondo, ellas eran las autoras de los machos fornicarios, infieles y atrabiliarios que después se casarían con vírgenes prudentes y frígidas. He oído que los defensores de aquella época hablan de una sólida estructura que singularizaba todavía a México; era una carga adicional que pesaba sobre los débiles, los niños, las mujeres y la gente pobre, siempre en beneficio de los vivales.

OTRA COSA muy desagradable, probablemente heredada de la culpa ante el pecado, era la voluntad de ocultar lo que estaba mal, de no incurrir en la falta del escándalo. Así es que las familias no podían criticar su estilo de vida y mejorarlo, porque todos eran oficialmente perfectos. Los mexicanos vivimos hoy con una cuota muy grande de mentiras, y la mentira reconstituye nuestras existencias para hacerlas más amables. Sin embargo, la simulación, el disimulo, la mentira piadosa, las mentiras por tu propio bien, los engaños, eran en aquella época mucho más intensos, al punto de dar el colorido de las relaciones humanas.

ESTO ME trae el recuerdo del final de la novela de José Emilio Pacheco Las batallas en el desierto, que describe justamente el autoritarismo y el tenebrismo del que estoy hablando. El protagonista, habitante en la primera juventud de la colonia Roma era víctima de esta forma de vivir. Exclama con rabia y alivio: "...Demolieron la colonia Roma. Se acabó esa ciudad. Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. A nadie le importa: de ese horror quién puede tener nostalgia".

CON ESTE tipo de cultura del poder, Ƒcómo asombrarnos de que un patriarca político y colérico como Díaz Ordaz se volviera paranoico y ordenara, en octubre de 1968, el asesinato de los que lo habían desafiado pacíficamente? ƑY cómo asombrarnos de que Luis Echeverría, otro presidente imperial, hubiera decidido, en 1971, prohibir las manifestaciones mediante un bando de policía? En ambos casos se dieron algunas protestas, insignificantes ante la magnitud de los abusos. La mayoría siguió silenciosa y dócil, plegándose a este poder patriarcal que no rendía cuentas a nadie. ƑQuién podría añorar hoy ese poder y ese sometimiento?

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