EL AMERICA FIRST DE GEORGE W. BUSH
El
trabajo del presidente estadunidense George W. Bush, aquél por el
cual le pagan los contribuyentes, sin distinción de partidos o de
votantes y no votantes, consiste en administrar y dirigir los asuntos del
Estado con la guía permanente de los intereses de Estados Unidos,
país que, entre otras cosas, aspira a ejercer sin discusión
la hegemonía mundial.
Por lo tanto, sería lógico que el inquilino
de la Casa Blanca "pensara globalmente para actuar localmente", como corresponde
a una fase de la economía y la política en la que lo mundial
determina lo local y se borra cada vez más la frontera entre lo
"externo" y lo "interno". Sin embargo, no sucede así: George W.
Bush piensa localmente y actúa globalmente. Ve el mundo pensando
en Texas o Florida y, por consiguiente, pese a toda su responsabilidad
mundial, dedica lo esencial de su tiempo a luchar por aumentar los votos
de su partido, el Republicano.
Por ejemplo, para inclinar en esa dirección el
sufragio de cinco estados agrícolas subvencionó con decenas
de miles de millones de dólares la agricultura, incluso el sector
maicero, aunque las organizaciones campesinas no se lo hayan pedido.
El resultado, por supuesto, será funesto para los
campesinos canadienses o mexicanos, y violatorio de las resoluciones del
Tratado de Libre Comercio norteamericano (TLC) o de lo que defiende Washington
(para los demás) como norma de la Organización Mundial del
Comercio, es decir, la eliminación del dumping y de los subsidios
estatales a los productos en cualquier nación.
Igualmente, las medidas proteccionistas adoptadas en el
caso del acero (que lesionan los intereses de los países asiáticos,
de Europa, de Brasil y México, por ejemplo) tuvieron como única
motivación favorecer localmente a los candidatos republicanos en
las zonas siderúrgicas.
Sería erróneo, en consecuencia, considerar
que el pragmatismo politiquero de George W. Bush responde a un cambio de
enfoque teórico que lo habría llevado a cabalgar, como otras
veces hizo su partido, el caballo rengo del aislacionismo y del proteccionismo.
George W. Bush es ahora, fundamentalmente y hasta las elecciones, el principal
cazador de votos de su partido y no el presidente de todos los estadunidenses,
aunque le paguen para que haga otra cosa.
Las consecuencias negativas de su política provinciana
y sectaria en el campo de las relaciones internacionales no le preocupan
demasiado, antes que nada por sus conocidas limitaciones culturales, pero
también por su fundamentalismo, por su idea de que la voluntad divina
le respalda y porque cree firmemente que America First quiere decir Republican
Party First y, por qué no, Oil Lobby First o Bush Family First.
Este sesgo de su campaña electoral desde la presidencia se aprecia
claramente en su discurso ante la ultraderecha cubana de Miami, destinado
con toda evidencia a hacer relegir a su hermano Jeb Bush como gobernador
y pagar así el apoyo decisivo que éste le dio en la organización
del proceso electoral en Florida y en la suspensión del recuento
de los sufragios en ese estado para evitar el triunfo de los demócratas.
Por supuesto, también en este caso, las relaciones
con los pueblos latinoamericanos o las consideraciones humanitarias en
lo que respecta al pueblo cubano interesaron muy poco al gran elector republicano.
Es evidente que la subestimación del resto del
mundo, que el menosprecio a todos los países a los que ve simplemente
como el paisaje donde actúa Estados Unidos, y esta visión
localista, provinciana, son sumamente peligrosos a escala mundial y provocan
constantemente tensiones políticas con los demás gobiernos
(por subordinados o aliados que sean) y graves daños en una economía
que es mundial, porque existe entre todas las regiones una interrelación
sin precedentes.
Sería bueno que alguien le explicase a George W.
Bush que para calentar un rincón de su casa no es buena política
quemar diversas salas de la misma. Sería igualmente útil
considerar que el localismo ciego que impera en los círculos áulicos
de la primera potencia económica y militar mundial no sólo
la excluye como un modelo de democracia, sino que también debe ser
tomado en cuenta en todos los cálculos para no tener que pagar los
platos rotos del autismo de un gigante.