Adolfo Gilly
Una carta del secretario de Gobernación
Al regreso de la recepción a Ericka Zamora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM -el Aula Magna desbordada, el público muy alegre-, encontré en mi casa una carta del licenciado Santiago Creel Miranda, fechada ese mismo 31 de mayo de 2002, contestación a la que el 20 de mayo le había dirigido en La Jornada. Siendo la mía carta abierta, me parece obligado publicar en estas páginas la respuesta del secretario de Gobernación. Dice así:
Sr. Adolfo Gilly
Presente
No hay mejor forma de contestar a su carta publicada en el periódico La Jornada el 20 de mayo, y a su aclaración del día siguiente, que con la resolución emitida recientemente por el Poder Judicial de la Federación.
En esta ocasión, la decisión correspondió a los Tribunales. En otros casos, la responsabilidad ha recaído en el Poder Ejecutivo.
Lo fundamental, en un Estado de Derecho, es que se encuentre siempre una salida institucional a los problemas de la justicia.
Ahora que hemos construido un gobierno democrático, nuestro deber es probar, en los hechos, que las instituciones tienen la capacidad de solucionar las demandas de la gente.
Nuestra tarea es seguir haciendo camino con el resto de las instituciones del país.
Reciba usted un cordial saludo.
Santiago Creel Miranda
El Secretario del Despacho
Un funcionario de Gobernación se comunicó conmigo esa noche pa- ra asegurar que la carta estaba ya en mis manos. Por su intermedio agradecí su mensaje al licenciado Santiago Creel.
El escrito, como el lector ha podido comprobar, es escueto en sus términos y preciso en cada uno de sus cinco breves párrafos. Tres veces menciona a las instituciones el secretario de Gobernación en su atenta carta. En lo que a mí toca sólo me atrevo aquí a formular tres deseos, como en los cuentos de hadas de la infancia o como en la noche de San Lorenzo, cuando el cielo se puebla de estrellas fugaces:
Que las instituciones, por el camino que sea, encuentren la vía rápida para poner en libertad de inmediato a los zapatistas todavía encarcelados y a todos los presos políticos del país.
Que, por las mismas vías institucionales, se detenga ya el acoso militar y paramilitar a las comunidades indígenas y campesinas de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y otras regiones del país.
Que esas instituciones, por todos los medios legales a su alcance, protejan y aseguren la integridad física y la vida de Bárbara Zamora, Pilar Noriega y todos los abogados defensores de los presos políticos y los derechos humanos, hoy bajo la amenaza de los ilegales poderes a los cuales desafían.
Sin embargo, tanto las instituciones como el cielo de las estrellas fugaces están habitualmente lejos del común de la gente. Para que las estrellas oigan nuestros deseos o para que las instituciones se muevan hacia un acto de justicia es necesario, es indispensable, siempre, la movilización, la organización independiente y la acción de muchas personas solidarias como las que lograron, por fin, la libertad de Ericka Zamora y Efrén Cortez