Eduardo Galeano
El rey
En las noches de los parques, desde las copas de los árboles,
alguien grita.
Cuando todos duermen y callan, y no se escucha nada más
que los susurros de la brisa en el follaje, rompe el silencio este grito
que suena como un alarido humano.
Es el grito de la noche del pavo real.
Durante el día, el pavo real pasea sus resplandores.
Arrastrando su larga cola de plumas, siempre vestido de fiesta, se pavonea
el pavo. Cuando gira sobre sí mismo y despliega la cola, frondosa
corona verdiazul, él vibra aplaudiéndose y el relampagueo
de su belleza encanta a los caminantes y humilla a las otras aves. Las
otras aves del parque, patos, ánades, cisnes, gansos, palomas, gaviotas,
gallinas, gorriones, vuelan juntas o juntas caminan o navegan por el lago;
juntas charlan, comen, duermen. Pero el pavo real vive sin nadie, lejos
de los demás pavos reales, y con nadie se junta. A nadie mira el
que nació para ser mirado y admirado.
Cuando llega la noche, el público se va. El pavo
real vuela hacia la alta rama de algún árbol vacío,
y se echa a dormir. Solo.
Entonces, grita.