Alberto Aziz Nassif
ƑEstábamos mejor con el PRI?
El alto nivel de críticas al gobierno de Vicente Fox, el inestable marcador entre errores y aciertos del gobierno federal, la confusión entre cambios e inercias en la política pública y en la legislación, escasos resultados en materias claves de la política y la economía, y la posibilidad de un escenario con el regreso del PRI al poder en una mayoría de diputados en 2003 o en la Presidencia de la República en 2006, forman una mezcla complicada para la alternancia democrática en México. A medida que avanza el calendario sexenal, crece la lista de agravios y disgustos de tal forma que nos lleva a preguntar: Ƒestábamos mejor con el PRI en el gobierno?
Las críticas al gobierno foxista desde diversas fuentes cada día crecen en contundencia, incluso algunas han llegado a la exagerada fórmula de señalar que prácticamente asistimos a un final de sexenio; otras hablan de un completo desorden en el gobierno y afirman que prácticamente no ha quedado nada del capital político que generó la alternancia, porque no se han cumplido ninguna de las grandes promesas del cambio. No es necesario insistir en que algunas de estas críticas generales se han vuelto completamente previsibles y que en su mayoría son planteamientos en blanco y negro. Algunos nutrientes de esta crítica muchas veces tienen su origen en un interés partidista, que vuelve a crecer por las elecciones intermedias del próximo año, pero gracias al caótico calendario de comicios nunca deja de haber confrontación electoral en el país. La mayor parte de estas posiciones concluye que estábamos mejor con el PRI o que puede haber un futuro mejor, aunque el proyecto sea sólo un conjunto de buenas intenciones.
Existen otros niveles de crítica que aceptan una amplia gama de grises; se trata de opiniones más analíticas y menos partidistas. En este espacio se aceptan las dificultades que supone operar un gobierno de composición minoritaria y dividido, se analizan las políticas por partes, no se da una descalificación global y, sobre todo, se considera que los cambios serán a mediano plazo. Esta crítica tiene un legítimo reclamo: apoya la alternancia, pero reprueba la conducción; acepta las condiciones del actual Congreso, mas insiste en que no todo cambio tiene que pasar por una reforma constitucional; se reprueban las actitudes de la nueva burocracia que llegó sólo para administrar el gobierno y se olvidó de las promesas de cambio. Tal vez lo que podría amalgamar muchos de estos señalamientos es que este gobierno no se puede quedar sólo con el resultado de una administración burocrática, porque está obligado moralmente a producir un giro interior en la forma de gobernar, en los problemas sociales y frente a los poderes.
Los compromisos con el cambio y la democracia, que son el discurso oficial de todos los días, necesitan respuestas congruentes y de mayor sensibilidad. Son muchos los nudos del gobierno que requieren atención: la falta de coordinación en el equipo de trabajo, que a veces sale con imprudencias e insultos, y expresa un conjunto de gobierno desordenado; la falta de congruencia en la aplicación de políticas y proyectos, como sucedió con el programa Hacia un país de lectores y el aumento de impuestos al libro al día siguiente. No se han cuidado los equilibrios fiscales entre la necesidad de más recursos y la gravación en temas sensibles como alimentos, medicinas, libros; lo que más desgasta la legitimidad es la imagen de un gobierno que cobra más en un país con tantas desigualdades.
Cada día se hace más complejo el país y la realidad amenaza con rebasar a las instituciones y crear un serio problema de gobernabilidad. Se pueden señalar al menos dos expresiones graves: el crecimiento de la violencia social y de los niveles de inseguridad pública que ponen en jaque la aplicación de la justicia. La reciente matanza en el paraje Agua Fría, en Oaxaca, y los múltiples conflictos por tierras y recursos, que pueden tener estallidos violentos, son un semáforo en rojo que manda señales de alarma; la presencia del crimen organizado, que no da respiro a las autoridades y muestra la ineficiencia cotidiana en el combate a las mafias, es otro factor crítico que necesita resultados urgentes.
El reacomodo de los poderes públicos no es menos problemático y es un ingrediente de la complejidad que vive esta alternancia. Entre la judicialización de la política, el fortalecimiento desequilibrado del Congreso y el nuevo presidencialismo de alternancia forman un triángulo que cotidianamente marca los alcances y obstáculos de nuestra incipiente democracia. En suma, a pesar de los grandes costos de esta alternancia problemática y contradictoria, el viejo régimen no era mejor.