Teresa del Conde
En la galería OMR
En esta galería vanguardista uno de los formatos más socorridos en la actualidad consiste en presentar colectivas sintéticas de unos cuantos artistas que practican medios diferentes: siempre hay por lo menos un video, piezas volumétricas a las que no necesariamente puede denominárseles "esculturas", fotografía y hasta pintura.
Actualmente exhiben allí Fernanda Brunet, Mónica Castillo, Silvia Gruner, Carlos Arias y Boris Viskin. Este último presenta homenajes al desnudo bajando una escalera de Duchamp, dos de ellos -pinturas pinturas- por muy cuidadas en su factura que sean, resultan bastante sosas en su excesiva economía de elementos. La tercera es mayormente atractiva porque tiene carácter de puzzle para los que gustan de observar imágenes consagradas situadas en otro contexto. Se trata de reproducciones fotográficas tamaño tarjeta postal que él colecciona con fruición desde hace tiempo.
Esta obra forma parte del conjunto realizado para su muestra individual en Buenos Aires. En este caso el desnudo bajando la escalera está urdido en forma muy sencilla, las reproducciones se corresponden con cuatro desnudos: la Venus del duque de Urbino de Tiziano, la mujer con el perico de Courbet, una de las flacuchas Venus reclinadas de Lucas Cranach y por último otra de Dosso Dosi o de Turchi, que se encuentra acompañada por un cupido portando corona de laurel mientras que ella va tocada con una coronita. Pero si entre las intenciones del autor está la de otorgar el laurel a Duchamp, por haber inaugurado en 1912 la pintura ''conceptual" , es cosa que no sabemos.
Fernanda Brunet es una pintora que paso a paso ha ido abriéndose camino en exposiciones, concursos y bienales. Lo que ahora presenta de algún modo ya me era conocido. Son cuadros de diversos formatos (nunca grandes) que en conjunto integran una instalación o una ambientación inspirada de cierto modo en las tiras cómicas, pero sin reproducir figuras. En este conjunto prescinde de los soportes circulares y usa una misma gama de colores y casi idénticos patterns. Siguiendo una moda socorrida, de la que podría quizá ya prescindir, sus figuras, cráteres, volcanes, estallidos, sombras, vísceras, etcétera, pudieran dejar de lado el efecto de que nos hallamos ante diseños de papel tapiz que podrían reiterarse ad infinitum. Ofrece un óleo aislado, Nebula II, que presagia eso que digo. Esta pieza iconográficamente bien podría titularse mitosis (el fenómeno de partición celular).
Carlos Arias es chileno y se ha distinguido de tiempo atrás por practicar el bordado de varias maneras. Ahora ofrece una escultura que parece ser de estambre, terminada en protuberancias como las que ofrece, por ejemplo, una zarzamora. Más afortunados son sus bordados en nylon con hoja de oro, de cierto carácter op y el muñeco de silicón que parece un feto recubierto con cera que ha funcionado a modo de vela, consumiéndose en tanto alumbra.
A Mónica Castillo corresponde quizá la obra más inquietante del conjunto: no me refiero al video en el que decora el falo de un sujeto, cosa demasiado vista, sino al otro: con un pincel, tortura lenta, suavemente, el órgano que permite al pintor serlo, es decir, el ojo. Este trabajo sí reúne la ambigüedad necesaria como para salirse de los parámetros comunes a una serie casi infinita de videos que por regla general se presentan en la mayoría de las exposiciones políticamente correctas en todo el mundo.
Por último la famosa instalacionista Silvia Gruner ofrece impresiones cromógenas de una muñeca desnuda, japonesa, tomada desde varios ángulos y recostada en una parihuela que a su vez queda plantada en un tapiz o alfombra de diseño floreal: Lady doctor. Debo confesar que me faltan las referencias necesarias para aprehender el concepto que este políptico fotográfico (en edición de tres ejemplares) posee.