LA PORNOGRAFICA IGNORANCIA DE GIL DIAZ
Tal
vez en el despacho y en el equipo de trabajo de Francisco Gil Díaz,
secretario de Hacienda y Crédito Público, las revistas semipornográficas
resulten las lecturas predominantes, o acaso las únicas. Pero suponer
que esa preferencia caracteriza a todo el país constituye una generalización
ofensiva y calumniosa para la sociedad mexicana y revela una ignorancia
irritante e inadmisible en un funcionario público de primer nivel.
Por lo visto, el secretario de Hacienda desconoce que
México tiene una producción y un mercado editoriales cuya
historia se remonta a Juan Pablos; que resultaron fundamentales en las
gestas de Independencia, de Reforma y del periodo revolucionario, y que
hoy cuentan, entre sus exponentes más nobles y enaltecedores, con
la Biblioteca Enciclopédica Popular y las colecciones Sep Setentas
y Lecturas Mexicanas -cuyos títulos fueron impresos y repartidos
por millones por la Secretaría de Educación Pública-;
con la Dirección General de Publicaciones de la UNAM, con el Fondo
de Cultura Económica y con miles de fondos editoriales de universidades
y de gobiernos estatales. La propia Secretaría de Hacienda y Crédito
Público ha elaborado algunas ediciones culturales memorables en
el pasado reciente, y es una pena que nadie se haya tomado la molestia
de informárselo al titular de la dependencia antes de que profiriera
una tontería así de irritante y vergonzosa como la que soltó
ayer ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.
En el ámbito de la industria privada, el sector
editorial dispone de instituciones tan serias, respetadas y valiosas como
las editoriales Porrúa y Siglo XXI, por mencionar sólo dos
casos que son del conocimiento de todo el mundo a excepción, por
supuesto, del señor Gil Díaz. Nuestro país edita,
imprime, distribuye y lee millones de libros, revistas y periódicos;
una fracción de esa vasta actividad está compuesta, efectivamente,
por revistas "semipornográficas". Pero, sin ninguna intención
de descalificación moral hacia esos materiales -cualquiera tiene
derecho a producirlos y a consumirlos, incluido, por supuesto, el secretario
de Hacienda-, resulta indispensable pedir al funcionario que, al reconocer
sus preferencias en cuestión de lectura ("con excepción de
algunas revistas que son semipornográficas [...] casi no leemos
en nuestro país"), utilice la primera persona en singular, y no
en plural.
Ciertamente, para los mexicanos mínimamente informados
y bien intencionados, es deseable y necesario un incremento en la producción,
el consumo y la calidad de los productos editoriales. No se trata de una
superficialidad, sino de un proceso indispensable para el desarrollo político,
económico, cívico, cultural y espiritual de la población.
Fue precisamente, la necesidad de extender e incrementar la lectura, la
que llevó a considerar el interés público de la industria
editorial y a propiciar su desarrollo con exenciones fiscales. Pero, por
lo que puede verse, el actual secretario de Hacienda no tiene la menor
idea de estas consideraciones. Para él, los esfuerzos de producción
editorial y de masificación de la lectura que la Nación viene
desarrollando desde hace un par de siglos se reducen a la masiva circulación
de revistas semipornográficas, y esa reducción le basta para
fundamentar la necedad de imponer gravámenes absurdos a la factura
y al consumo de libros, revistas y periódicos. De esa manera, su
insulto a la cultura nacional se convierte en un agravio al sentido común:
si lo que el funcionario externó fuera cierto, y si en México
no se leyera más que revistas semipornográficas, tanto más
pertinente resultaría preservar la exención fiscal a los
productores y lectores de otras clases de materiales impresos.
El desatino de Gil Díaz deja mal parados a sus
asesores, a sus profesores de primaria, secundaria, bachillerato y universidad,
a los head hunters contratados por el presidente Vicente Fox -con resultados
tan lamentables, a lo que puede verse- y a sus compañeros de gabinete,
quienes, por lo visto, tienen que escucharle quién sabe cuáles
otros despropósitos.