COSAS DE FUTBOL
Josetxo Zaldúa
A pesar de los árbitros, tal vez lo más
flojo del Mundial, Brasil finalmente dio la sensación, ante un grande
como Inglaterra, de estar listo para el asalto del Palacio de Invierno.
Su juego ante los británicos fue, por momentos, de alta calidad.
Tiene tal cantidad de buenos jugadores la selección verdeamarelha
que puede permitirse el lujo de alinear una defensa inmensamente débil,
como quedó demostrado con el gol de Owen, quien se aprovechó
de ese hermano de la caridad que es el gigantón Lucio.
Hasta
el arquero es capaz de meter un gol en cuanto le den tantito espacio. La
calidad de los brasileños, que ante Inglaterra por fin actuaron
como equipo, los convierte en favoritos para llevarse el Mundial, siempre
y cuando no tengan enfrente a los coreanos.
Es discutible la decisión del árbitro mexicano
Ramos Rizo de expulsar al astro Ronaldinho, el hombre de la eterna sonrisa.
La actuación del defensa inglés que recibió el planchazo
del brasileño empujó al réferi a sacar de la
cancha al hombre que más futbol estaba haciendo. Es discutible esa
decisión porque Ramos Rizo no fue coherente en sus valoraciones,
pues dejó sin castigo agarrones y empujones en ambas áreas.
Da la impresión de que quiso demostrar que es hombre de carácter.
Pobrecito.
Los ingleses protagonizaron su particular decepción
después de haber mostrado en los partidos anteriores un perfil muy
serio, muy de aspirante a pelear por el título. En esa senda estaban
gracias a la infinita generosidad del brasileño Lucio, que regaló
graciosamente la pelota al cara de niño Owen. Daba la impresión,
a partir de la anotación, de que se repetiría el guión
diseñado por el gélido Eriksson, pero Brasil es otra galaxia,
y Ronaldinho decidió que era tiempo de demostrarlo. Puso el primer
gol y, ayudado por la suerte de los campeones, marcó el de la victoria
ante la atónita mirada del arquero Seaman. El mexicano Ramos Rizo
decidió entonces cortar por las malas semejante atrevimiento, y
lo echó.
Pero su colega egipcio Gamal Ghandour decidió solidarizarse
con la causa de los de negro en el choque Corea-España. El gol anulado
a los hispanos merece ser llevado al museo de los horrores del balompié,
igual que el invalidado a Italia en su cotejo ante los asiáticos.
Sorprende que se haya designado a árbitros tan mediocres para partidos
de vida o muerte.
Fuera de esos errores, hay que convenir en que los españoles
salieron al campo como si el resultado les favoreciera. El planteamiento
de Camacho fue medroso, y miedo metió en las piernas de sus hombres.
El 4-5-1 del primer tiempo fue una clamorosa declaración de intenciones.
Camacho se encogió porque su gran referente, Raúl, no estuvo
a tiempo para la cita. De no ser por Casillas, Hierro y Puyol, los ibéricos
hubieran recibido dos que tres goles. El veterano del Real Madrid se despidió
de su selección por la puerta grande, pese a la derrota. El portero
demostró que no hay quién le haga sombra en la península,
y el catalán Puyol anuló a cuanto coreano se asomaba por
su pasillo. Tremendos jugadores.
De ahí para el real, apenas algunos detalles del
andaluz Joaquín, los cuales ciertamente apuntan a que hay un gran
futbolista en la banda derecha del ataque hispano, y la voluntad y el espíritu
de lucha de Morientes, cuya anotación injustamente anulada hubiera
dado el pase a su equipo. Y nada más, porque el resto se fue a pique.
Bien Estados Unidos, pese a perder frente a Alemania,
y lástima de Senegal, que se olvidó de sí misma y
nos regaló un partido para olvidar. Brasil contra Turquía
y Alemania ante Corea. Las apuestas ya están corriendo. ¡Anímese!