REPORTAJE
Asidero en Iztapalapa para la identidad asediada
El Faro de Oriente, fábrica de seres humanos
asentada en territorio ganado a la violencia
RENATO RAVELO
Al Faro de Oriente se llega con facilidad, si bien está
lejos, semirodeado por el estado de México, aunque pertenece a Iztapalapa,
en un edificio donde hace poco menos de 10 años se pensó
hacer una delegación. Hace dos años exactamente se inauguró
para convertir la zona en territorio liberado de la violencia, del desuso
de elefante blanco invadido de vagos, y convertirse en un modelo cultural
que no confunde la entrada libre con la gratuidad o el no valor, ni la
promoción cultural con el subsidio ocupacional. Con un presupuesto
este año de dos millones de pesos -similar al de una Casa de Cultura-
es un modelo para armar con los vecinos, con los oficios que reclama la
zona, con la opción del arte como asidero para la identidad asediada
por el mercado.
La
estación cercana del Metro es Acatitla, aunque si se va en carro
es casi por la salida a Puebla, sobre la calzada Ignacio Zaragoza. Aunque
no tiene número, ya es ubicado por la población. No todos
saben de qué se trata, pero sí recuerdan que por donde estaba
el edificio abandonado, hace tres años -cuando comenzaron los trabajos
de remodelación que costaron 17 millones de pesos- "no se podía
pasar después de las seis de la tarde. Ahora los domingos vienen
las familias con sus niños", comenta Benjamín González,
coordinador de la Fábrica de Artes y Oficios.
Guillermo Perucho, quien junto con González es
uno de los fundadores, deja escapar: "A veces pensamos que lo que fabricamos
son seres humanos, y de ello quedan como testimonio objetos, pinturas,
obras de teatro. En otras, hay que ser sinceros, los talleres son puentes
como el de guitarra que más bien es un puente entre los chavos y
la academia".
González es activo, cayó en el proyecto
de rebote. Ex ceuísta, participó en la convocatoria de Cuauhtémoc
Cárdenas a los jóvenes para que participaran, y de hecho
en representación del Gobierno capitalino se acercó al proyecto
originalmente tripartito, junto con la delegación y el Instituto
de Cultura. Luego, Eduardo Vázquez, del instituto, que quedó
como principal promotor, se lo robó a Rosario Robles para
ponerlo al frente seguramente por esa pila que parece inagotable.
Aunque de extracción política, o quizás
por lo mismo, ahora González está convencido del valor de
lo cultural: "Este un proyecto que si bien tiene un fuerte carácter
comunitario, ya que a esta zona antes se le mandaban basureros y reclusorios,
se ha querido mantener cerca de los lineamientos artísticos y culturales".
Talleres
Tomás Rojas estaba hace exactamente dos años
por la zona. Hacía encuestas, con una amiga, para un candidato a
presidente que no ganó. Por el barullo de la inauguración
-había música, Jesusa Rodríguez montó una obra
con chavos de la comunidad, se promocionaban las ofertas-, se acercó
para engancharse en el taller de Alebrijes que ya no lo soltó, y
que le mantiene una alternativa de concepción vital a la que le
ofrece su novel profesión de abogado.
Hugo Peláez es un alebrije, según él,
porque un día de 1994 se soñó en forma de lagartija
con seis patitas y una mirada muy casual, que pudo dibujar dos años
después. El no hace las figuras en la forma tradicional, como estableció
la familia Linares, solamente con papel, sino que utiliza estructuras metálicas
por lo que prefiere llamarlas esculturas en cartón, aunque las concibe
como una extensión del que las hace: "En mi caso la adolescencia
se me alargó, por eso soy como el alebrije, loco, disperso, entrón".
Quizás
el más popular de los talleres, el de los Alebrijes, puede ser una
opción rentable. Una vez logrado el nivel de sensibilización,
que es lo que busca Peláez ("leemos a Borges, vemos fotos"), en
los tres meses que duran las dos sesiones de cuatro horas semanales, se
pueden obtener de 4 a 5 piezas. El costo de cada uno en papel puede ser
de 50 pesos, mientras que su valor en el mercado puede rebasar los mil
pesos. A pesar de ello, Tomás solamente ha vendido cuatro de sus
11 creaciones, y ninguna en más de 500 pesos.
Guillermo Perucho explica que los 25 talleres están
divididos en tres áreas: "artes, oficios y lo que llamamos básicos,
que son de iniciación. Todos funcionan por tres meses con metas
a corto plazo. Incluso en ocasiones varios talleres están en un
mismo proyecto. El concepto se basa en el Bauhaus, trabajo de aprendizaje:
la gente de corte y confección hizo los overoles para los maestros
de oficios, la de diseño trabajó en la diagramación
de los mandiles y la de gráfico en el estampado. Todo el trabajo
se trata que se quede en la comunidad".
Cuenta con un órgano de toma de decisiones de la
fábrica para definir estos programas y proyectos en él participan
lo mismo aprendices, maestros y funcionarios. Todos los talleres son de
entrada libre. El de soldadura es el único que pide como requisito
ser mayor de edad. Para el resto, la edad de los asistentes va de los 15
a los 60 años, con 30 por ciento proveniente de Chalco, Neza,
u otro municipio mexiquense, aunque hay gente como Tomás que viene
desde la Gustavo A. Madero.
Se paga con un voluntariado que se aplica ahí mismo
en algún taller: "los de serigrafía pueden hacer carteles.
Hemos llegado a tener hasta 600 alumnos".
Le dicen Puga desde que era estudiante en Oaxaca,
aunque su nombre es Javier Santiago Regalado. Enseña a hacer papel
ya sea de zanahoria, coco, poro, ajo, cebolla, o bien de materiales más
tradicionales como bambú, carrizo, yuca o tule: "se cuecen durante
cuatro horas las delgadas, las duras se ponen a cal 25 días".
También se recicla papel: "se trituran las hojas
y se dejan 2 días remojando, para después someterlas a la
tina holandesa, que las muele. La tinta que traen tiende a desaparecer".
Puga explica que tanto a la pulpa natural como
a la reciclada se le aplica esencia de clavo, un fungicida, un aglutinante
de carbox metil y grenetina como adhesivo: "se debe cuidar que no sea ni
ácido ni alcalino, porque se echa a perder el material".
Aunque atractivo, el método tiene la desventaja
de lo artesanal, ya que en un trimestre se puede hacer un cuaderno y no
totalmente de papel reciclado o natural. Por eso también se hacen
lámparas con botellas, libretas, invitaciones: "pocos alumnos regresan
al curso; la mayoría viene con la idea de formar su microempresa.
En ese sentido el faro los asesora, cómo legalizarla, planes de
mercado. De los 20 a 25 que participan casi todos son jóvenes".
Ahora Puga trabaja en una propuesta para poder
reciclar papel periódico -que suelta mucha tinta-, para proponérsela
a González y al consejo. De formación artística en
Oaxaca, en el taller de artes plásticas de Juchitán, luego
estuvo en el taller de grabado con Juan Manuel de la Rosa. Puga imparte
también los talleres de grabado, serigrafía, talla y madera.
Los sábados lo hace en el Centro Cultural José Martí.
Artes
Benjamín González se dejó rodear
de gente relacionada con la cultura: los pintores Gabriel Macotela, el
Gritón, Mónica Mayer, Víctor Lerma, los hermanos Castro
Leñero, el cantante Rafael Catana, por poetas, músicos. Su
equipo también es tocado por gente como Joaquín Aguilar quien
estaba en el Circo Volador, o cuenta con Agustín Estrada que a su
labor le agrega lo que él considera "mi experiencia de barrio, sé
hablarle a los chavos".
Para Aguilar el edificio del faro es atractivo. Lo es
ciertamente por esa arquitectura aventurera que lo mismo evoca una fábrica,
con rincones que recuerdan a los talleres penitenciarios y espacios luminosos
con escaleras, como un barco que desmienten la impresión, o, mejor
dicho, la sazonan. También tiene cubículos que son como camarotes
de piratas, que como Peter Pan, se rehúsan a dejar que pase el tiempo
de las utopías.
Pero
Aguilar, el coordinador de producción y programación, se
refiere al atractivo equipamiento con que cuentan el edificio y sus foros:
cuatro consolas, monitores, micrófonos, recursos escénicos
con características técnicas que pocos espacios culturales
tienen.
Jesusa Rodríguez estrenó en este sitio,
como si fuera un augurio, una versión de El Fuego, de Esquilo,
con 50 jóvenes de la zona. En los escenarios de El Faro han pasado
lo mismo Manu Chao, Maldita Vecindad, la Orquesta Vader den Lindem o el
grupo Salario Mínimo, incluso Los Locos del Ritmo. A los conciertos,
cuenta Estrada, coordinador de servicios culturales, llegan los cholos,
los pachucos, los 18's o los unicornios y dejan las armas en el guardarropa:
"es territorio neutral".
Este es lugar de muchas vidas. Donde los niños
tienen una estancia, se puede aprender fotografía o bien fundar
una Compañía de Teatro, como lo que acaba de hacer María
Luisa Vázquez con los 30 mil pesos del apoyo de Arte por todas partes,
y así sembrar el germen de esa pasión de Diana, Isabel, Jovany,
Jesús, Eduardo, Ursula, Eloy y Angélica, en lugar de los
otros gérmenes que se distribuyen en la zona, donde a pesar de la
vigilancia hace un año hubo un robo de equipo, según uno
de los encargados de la misma.
Nadia García es pasante de historiadora del arte
y encargada de la galería de El Faro, donde ha ocurrido un fenómeno
durante sus 60 exposiciones. Originalmente uno de los espacios era para
principiantes y otro para que los habitantes de la zona tuvieran ocasión
de ver obras de artistas ya formados; el de los principiantes creció
en calidad hasta poder exhibirse en La Esmeralda. También se encarga
del Cineclub, aunque allí ha tenido más resistencias, a pesar
de un par de maratones de cine.
González prefiere que las entrevistas sean con
su gente. Así, Estrada Ortiz es quien explica que la biblioteca
de El Faro, con sus 30 mil ejemplares y mil 500 socios, es el Libro Club
más grande de la ciudad. Cuenta con un acervo de nivel medio superior
y técnico de apoyo a los talleres, aunque no se ha visto incrementado
desde su fundación. Opera con 220 mil pesos.
Los piratas del faro ganan 2 salarios mínimos,
pero casi todos, como Catana ("de aquí va a salir un disco de los
trovadores que cuenten las historias de los barrios"), creen que están
sobre una mina. Las cifras hablan de 160 mil adultos, niños y jóvenes,
que han pasado por esta "fábrica de seres humanos" a la que se llega
con facilidad, aunque está lejos o, mejor dicho, impuso otra cercanía.