GIL DIAZ Y WORLDCOM, CONTRA EL PESO
Tras
muchos meses de fortaleza de la divisa nacional frente al dólar,
lapso en el que incluso se llegó a hablar del superpeso, nuestra
moneda ha empezado a experimentar retrocesos severos en el mercado cambiario.
Los factores exógenos están a la vista de todo el mundo:
el "contagio" de Argentina las economías latinoamericanas --Uruguay
y Brasil, en primer lugar--, cuyo efecto en nuestro país fue reconocido
ayer por el presidente Vicente Fox; la persistente desaceleración
económica estadunidense; la caída del dólar ante el
euro y el yen y, ayer, el estallido del escándalo de WorldCom, gigantesca
empresa de telecomunicaciones que fue retirada del Nasdaq luego que sus
directivos confesaron haber inventado varios miles de millones de dólares
de utilidad. Tal desastre tuvo un efecto negativo generalizado sobre mercados
bursátiles del mundo, incluido nuestro país.
Ante tales condiciones externas, que escapan al control
de las autoridades financieras y monetarias de México, éstas
tendrían que actuar con extrema prudencia y previsión.
Sin embargo, tales atributos --prudencia y previsión--
han estado ausentes en el desempeño del grupo gobernante, el cual
ha pasado demasiado tiempo emitiendo señales equívocas, contradictorias
e incoherentes a las fuerzas desbocadas de la especulación mundial,
y de esa forma ha colocado al país en situación de peligro
y vulnerabilidad. Casi no pasa día en que no ocurran colisiones
declarativas entre los colaboradores del Presidente y entre éste
y los integrantes de su equipo, y tal descoordinación no puede conducir
a nada bueno en ningún ámbito del acontecer nacional. En
el delicado entorno financiero internacional descrito, los recientes señalamientos
del secretario de Hacienda, Francisco Gil, en el sentido de que México
se encontraba en riesgo de una argentinización --y que obligaron
a su jefe a salirles al paso y a desmentirlas, esa misma tarde-- desempeñaron
un papel determinante en la primera caída del peso frente al dólar.
Dicho sea de paso, la capacidad para causar quebrantos
a la cotización de la divisa nacional no es el único punto
en común entre Gil Díaz y WorldCom. No debe ignorarse que
el actual secretario de Hacienda fue director general de Avantel, empresa
telefónica vinculada a la corporación estadunidense que ayer
resultó expulsada del mercado bursátil, por contabilidades
irregulares, y cuyo futuro inmediato parece ser la quiebra: las acciones
de la empresa, que llegaron a cotizarse en 64 dólares hace tres
años, durante la fiebre del oro de las punto com, hoy apenas alcanzan
un valor de mercado de 83 centavos de dólar, y la compañía
anunció ya el despido de una cuarta parte de su plantilla laboral
de casi 30 mil empleados.
Más allá de la torpeza declarativa o de
las relaciones laborales de Gil Díaz, el caso de WorldCom es ilustrativo
de las miserias del mercado mundial de las telecomunicaciones, el cual
fue desregulado de manera irresponsable por los gobernantes neoliberales,
a partir de la era de Reagan; se expandió en forma descontrolada,
ilusoria y muchas veces fraudulenta en tiempos de Clinton, y se vino abajo
en los últimos 24 meses.
Las víctimas no son sólo los inversionistas
de buena fe arrastrados por la fiebre especulativa generada por el mercado
bursátil de empresas de telecomunicaciones, Internet y tecnología,
sino también los países que entregan su mercado interno a
la competencia o a la incompetencia de los grandes conglomerados transnacionales,
los cuales, a lo que puede verse, no siempre son tan sólidos ni
tan confiables como prometen. El tema reviste una importancia estratégica
y hasta de seguridad nacional, porque una concesión descuidada y
descontrolada puede traducirse no sólo en un crack financiero sino
también en un colapso de la telefonía, de las comunicaciones
satelitales o de señales televisivas, con lo que eso implicaría
en términos económicos para una nación cualquiera.
Con estas consideraciones en mente, la sociedad mexicana
debe exigir al gobierno federal y a los legisladores que rechacen las notorias
presiones que se ejercen contra nuestro país para la apertura indiscriminada
e incondicional del sector de las telecomunicaciones, el cual representa
un mercado de 18 mil millones de dólares anuales.
SHARON: TRIUNFO DE LA IMPUNIDAD
La Sala de Acusación del Tribunal de Apelaciones
de Bruselas optó ayer por desechar la demanda contra el primer ministro
Ariel Sharon, interpuesta por 23 sobrevivientes de las matanzas de Sabra
y de Shatila, perpetradas en Líbano en 1982. En contraposición
con una ley promulgada en Bélgica en 1993, y que otorga a los tribunales
de ese país la facultad de juzgar a extranjeros por violaciones
graves a los derechos humanos, la corte de Bruselas decidió que
la demanda referida no es admisible, porque "los delitos cometidos en otros
países no pueden ser juzgados en Bélgica, a no ser que el
autor o presunto autor haya sido encontrado en Bélgica".
De esa manera, el premier israelí ve garantizada
su impunidad; el derecho internacional experimenta un grave retroceso,
después de los avances logrados con la demanda de extradición
de Augusto Pinochet planteada por el juez español Baltasar Garzón
a Inglaterra para juzgarlo por crímenes de lesa humanidad, y los
tribunales europeos e internacionales se evidencian como instrumentos parciales
al servicio de los intereses estadunidenses y europeos, en los cuales sólo
serán llamados a cuentas los enemigos de Washington y de Bruselas;
los aliados de Estados Unidos y de Europa --como Sharon-- pueden sentirse
con las manos libres para seguir cometiendo atrocidades.
Así, mientras la corte belga concedía la
impunidad a Sharon, las tropas israelíes asesinaban a tiros, en
el martirizado campo de refugiados de Jenin, a un niño de siete
años. Gracias a la cobertura judicial europea y al respaldo político,
diplomático, económico y militar del gobierno de George Bush,
el premier israelí podrá seguir ordenando, con el pretexto
de la lucha contra el terrorismo, el asesinato de civiles palestinos, paseándose
por el mundo como un estadista democrático y empujando a su país
y a su pueblo a nuevas cotas de violencia y destrucción.