José Cueli
Hermann Hesse y la melancolía
Hermann Hesse en su prosa y poesía es una concepción
dialectal del mundo. Los jóvenes han intuido en la obra de Hesse
todo un estilo de vida, toda una metafísica, acaso una sicología
especial que absorbe un máximo de características sobre la
identidad en la adolescencia.
El escritor alemán sintió y encarnó
al espíritu que hay tras esas manifestaciones concretas del ejercicio
artístico en su obra. Espíritu que vivió intensamente
la desolación impulso/cultura. Y determinó, por ejemplo,
que los movimientos hippie y la generación beat lo encumbraron
como su guía espiritual, ''el padre del ecologismo moderno".
A
125 años del nacimiento del autor de Bajo la rueda su universalidad
está a la vista, pero siempre condicionado a ofrecerse en células
mínimas, cerradas.
Por esencia, penetrar en el pensamiento de Hesse es un
acto confesional, intermonádico. No tolera si se quiere profundizar
en él, el ámbito social. Hesse no tiene público a
pesar de haber vendido millones de copias de sus célebres obras
El lobo estepario, Demian, Siddhartha, sino meditadores.
La comunidad hesseiana, más que cordialidad de
muchos es entrañamiento de pocos, sumas infinitas de pocos a pesar
de ser el héroe de agrupaciones musicales y variedades de grupos
hippies.
Ser lector de Hermann Hesse es promoción de embriaguez
vital de un esteta perdido en la esfera de la intimidad. No puede ser multiplicada
ni existe progresión posible por cuanto el sentido de la conciencia
individualizada en Hesse con su lector, que es honda y muy delicada, individual,
sincera, confesional en suma que, en su forma típica, es el monólogo
y no el discurso.
El tejido humano y síquico en Hesse sirve de soporte
para el milagro de aceptar que el deseo no es posible de ser satisfecho
y es el dolor de saberse un ser para la muerte. La caída en el vacío,
en un hoyo, en la fugacidad del instante.
Por eso en él la escritura es unilateral y no puede
abrocharse con otras. Su sustancia es el monólogo y sus fanáticos
son los solitarios. Ciudadanos de un espacio abstracto en que se saben
en compañía estando solos. Uno puede ser el universo. Todos
pueden estar en uno.
De tal forma que al hablar de la creciente universalidad
de Hesse, me refiero a la multiplicidad de solitarios vecinos deprimidos.
Cada uno se rige por métodos similares pero no acepta manifestaciones
masivas.
El gozador de El lobo estepario o de Demian
siente que la genial armonía y ritmo, soledad en compañía,
es dada para él solo.
Los hesseianos son un fenómeno suprarregional que
interesa, conmueve y propicia una especial masonería de adictos,
solitarios, que no implican condiciones económicas o culturales
determinadas. Lo que importa es una actitud sensitiva previa alimentada
de una fina intuición de lo bello cuando lo bello está tocado
de melancolía.
Al fin de la melancolía es la exigencia que conforma
al fanático de Hermann Hess, premio Nobel de literatura 1946 quien
en su texto titulado Obstinación escribió:
''La cultura humana nace de la sublimación de los
impulsos animales en otros más espirituales, por el pudor, la fantasía
y el conocimiento.''