Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 2 de julio de 2002
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Cultura
José Cueli

Hermann Hesse y la melancolía

Hermann Hesse en su prosa y poesía es una concepción dialectal del mundo. Los jóvenes han intuido en la obra de Hesse todo un estilo de vida, toda una metafísica, acaso una sicología especial que absorbe un máximo de características sobre la identidad en la adolescencia.

El escritor alemán sintió y encarnó al espíritu que hay tras esas manifestaciones concretas del ejercicio artístico en su obra. Espíritu que vivió intensamente la desolación impulso/cultura. Y determinó, por ejemplo, que los movimientos hippie y la generación beat lo encumbraron como su guía espiritual, ''el padre del ecologismo moderno".

hesse2A 125 años del nacimiento del autor de Bajo la rueda su universalidad está a la vista, pero siempre condicionado a ofrecerse en células mínimas, cerradas.

Por esencia, penetrar en el pensamiento de Hesse es un acto confesional, intermonádico. No tolera si se quiere profundizar en él, el ámbito social. Hesse no tiene público a pesar de haber vendido millones de copias de sus célebres obras El lobo estepario, Demian, Siddhartha, sino meditadores.

La comunidad hesseiana, más que cordialidad de muchos es entrañamiento de pocos, sumas infinitas de pocos a pesar de ser el héroe de agrupaciones musicales y variedades de grupos hippies.

Ser lector de Hermann Hesse es promoción de embriaguez vital de un esteta perdido en la esfera de la intimidad. No puede ser multiplicada ni existe progresión posible por cuanto el sentido de la conciencia individualizada en Hesse con su lector, que es honda y muy delicada, individual, sincera, confesional en suma que, en su forma típica, es el monólogo y no el discurso.

El tejido humano y síquico en Hesse sirve de soporte para el milagro de aceptar que el deseo no es posible de ser satisfecho y es el dolor de saberse un ser para la muerte. La caída en el vacío, en un hoyo, en la fugacidad del instante.

Por eso en él la escritura es unilateral y no puede abrocharse con otras. Su sustancia es el monólogo y sus fanáticos son los solitarios. Ciudadanos de un espacio abstracto en que se saben en compañía estando solos. Uno puede ser el universo. Todos pueden estar en uno.

De tal forma que al hablar de la creciente universalidad de Hesse, me refiero a la multiplicidad de solitarios vecinos deprimidos. Cada uno se rige por métodos similares pero no acepta manifestaciones masivas.

El gozador de El lobo estepario o de Demian siente que la genial armonía y ritmo, soledad en compañía, es dada para él solo.

Los hesseianos son un fenómeno suprarregional que interesa, conmueve y propicia una especial masonería de adictos, solitarios, que no implican condiciones económicas o culturales determinadas. Lo que importa es una actitud sensitiva previa alimentada de una fina intuición de lo bello cuando lo bello está tocado de melancolía.

Al fin de la melancolía es la exigencia que conforma al fanático de Hermann Hess, premio Nobel de literatura 1946 quien en su texto titulado Obstinación escribió:

''La cultura humana nace de la sublimación de los impulsos animales en otros más espirituales, por el pudor, la fantasía y el conocimiento.''

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