Adolfo Sánchez Rebolledo
Feliz cumpleaños
La llegada del 2 de julio convirtió las páginas de muchos diarios en una sola y conmovida página de sociales. La celebración de la alternacia, fusionada y confundida con el cumpleaños del Presidente y el aniversario primero de la boda de Marta y Vicente, llenó sin rubor espacios de rezumante cursilería junto con las encuestas que muestran la caída libre de la popularidad presidencial. Más que desentrañar los misterios del cambio, el foxismo prefirió el ditirambo, la exaltación justificatoria de las personalidades que lo encarnan y posibilitan a contrapelo del desencanto inocultable.
En discursos y escritos de ocasión dominan el tono fundacional, la preocupación justificatoria sobre cualquier mediación analítica. Vicente Fox es el hombre providencial que el Destino puso en nuestro camino, el héroe moderno que vence al priísmo medieval con la sola fuerza de sus valores y el amor de su heroína, convertida en factótum del presente y el futuro mexicanos, llamada a ocupar un lugar central en el escenario: "De todas y todos -escribe Guadalupe Loaza en Reforma- es la única que sí tiene un proyecto tanto social como político. De todas y todos, es la única que sí está haciendo relaciones públicas en el mundo de la política, empresarial y medios de comunicación. De todas y todos, es la única que sí sabe lo que quiere, supuestamente para México, pero sobre todo en relación a su futuro".
La gesta de Fox, develada por el señor Muñoz, jefe de la oficina de la Presidencia para la Innovación y el Cambio, en texto publicado en El Universal, es la de San Jorge blanquiazul venciendo al dragón tricolor del autoritarismo, que es revestido de un aura terrorífica y amenazante.
"En el autoritarismo -dice- todo parece consenso, las críticas son subterráneas, algunas se murmuran en la intimidad y aquellas que pueden hacerse públicas son acalladas, nadie debe molestar el soberano sueño de la paz autoritaria."
La visión del foxismo reúne en una síntesis peculiar los viejos rencores del catolicismo conservador, los dogmas corrientes del ideario de la guerra fría y la filosofía empresarial, que forjaron moral e intelectualmente a varias de sus notables personalidades contemporáneas, pero no refleja en absoluto una verdadera experiencia de vida y sufrimiento que ellos jamás tuvieron. No obstante, la mitificación negativa del pasado, empleada en campaña para justificar la arribada de una nueva era, ayuda hoy a disimular fallas, errores, inexperiencia.
En el autoritarismo, "entre el silencio, el sometimiento, la unanimidad y la repetición mecánica de cada lema, las decisiones son eficientes, los cambios constitucionales son muchos y se operan en cosa de días", en cambio, "la democracia es más lenta, todos tienen voz y voto, todos opinan, todos eligen. A veces todos hablan al mismo tiempo. Las críticas pueden ser muy severas, algunas son simplonas o de plano carentes de significado, otras, aunque pocas, claras e inteligentes. El proceso de cambio es más lento, la ley se hace entre todos y la ley manda, los que querían cambios muy rápidos se desesperan, algunos añoran el pasado autoritario y piden transgredir la ley para lograr eficacia".
Qué lejana resulta, a la luz de dichas consejas, la reivindicación panista de la democracia como forma superior de gobierno, los alegatos del foxismo electoral contra la parálisis del gobierno para atender sin dilaciones burocráticas los grandes y graves problemas nacionales, postergados, acumulados y olvidados por las administraciones priístas.
Ahora resulta, según el señor Muñoz, que el fracaso del foxismo para poner en pie un programa de cambio verosímil y viable se debe al hecho de que la "democracia es más lenta" y, en cierta forma, menos eficaz que el anquilosado autoritarismo desbarrancado el 2 de julio.
Ver el pasado como una entelequia es, con todo, requisito indispensable para vislumbrar el cambio y fijar el nuevo arquetipo. Dice el señor Muñoz: "El liderazgo del presidente Vicente Fox es partidario de cierta dosis de ingenuidad como la que le señalaron sus críticos cuando ingenuamente pretendió en julio de 1997 sacar al Partido Revolucionario Institucional de Los Pinos, o la ingenuidad que hoy le critican de querer poner a México al día y a la vanguardia. Al cumplirse dos años de aquel histórico y emotivo 2 de julio, la democracia nos ha enseñado muchas cosas, quizás la más importante es que un líder de la democracia es abierto, busca consensos, desmitifica su papel, libera las energías y las potencias sociales y asume el costo de romper algunos de los paradigmas autoritarios de la sociedad. Nadie puede pensar por 120 millones de mexicanos. El liderazgo democrático es una pedagogía social de la libertad, es convertirnos en adultos políticamente hablando y pasar a un nivel superior de acción política".
Ni hablar, qué bueno que ha desaparecido, dicen, el culto al Presidente, tan característico del viejo régimen.