Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 4 de julio de 2002
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Mundo

Angel Guerra Cabrera

Indios al Parlamento

Las pasadas elecciones en Bolivia no merecerían mayor comentario si el resultado se hubiera ajustado a lo que anunciaban casi hasta última hora las encuestas de opinión. Todo habría concluido en el triunfo exclusivo de los abanderados más o menos explícitos de la globalización neoliberal capitaneada por Washington. Pero no fue éste el caso. Un importante caudal de votos se volcó hacia el líder indígena Evo Morales y a su Movimiento al Socialismo (MAS), que disputan el tercer puesto por la presidencia a Jaime Paz Zamora, del MIR -otrora dizque de izquierda-, detrás de Manfred Reyes, de NFR -un aventurero de derecha-, y Gonzalo Sánchez de Lozada, del MNR -partido que comenzó, en 1985, la aplicación de las reformas neoliberales virando la espalda a su origen revolucionario-; los dos úl-timos con resultados muy cercanos y re-clamando la victoria sin que aún se tengan los datos oficiales.

El MAS fue la sorpresa de la jornada al alzarse con más de 20 diputados y al menos cuatro senadores, que junto con una cantidad menor de legisladores del Movimiento Indígena Pachacuti, de Felipe Quispe, constituirán, por mucho, la más numerosa representación alcanzada por indígenas y campesinos en el Parlamento boliviano. El hecho es más significativo cuanto que Morales fue expulsado en enero de su escaño parlamentario y que sus partidarios y aliados han sido objeto de una feroz represión y de un sistemático linchamiento mediático. También porque el embajador de Estados Unidos en Bolivia, Manuel Rocha, declaró días antes de las elecciones, en la misma nariz del presidente Jorge Quiroga, que Washington suspendería la ayuda al país de ser electo presidente Morales. La bravuconada sirvió para alebrestar los ya caldeados ánimos con las políticas de Washington y logró justamente lo contrario de su objetivo: una mayor afluencia de votos para Evo y los candidatos del MAS. El desfachatado injerencismo del representante yanqui merecía su expulsión por cualquier go-bierno que se respete. Pero no pidamos peras al olmo. La subordinación incondicional a la potencia del norte prevaleciente entre los jerarcas latinoamericanos propicia que actitudes como las del procónsul en La Paz sean cada vez más frecuentes. Más aún, esa conducta servil pretende justificarse con seudoteorías basadas en el "realismo" político, que se antojarían pueriles si su miope lectura del mundo no emanara del oportunismo y la abyección más vulgares. Quienes nos gobiernan menosprecian a Simón Bolívar y nuestra historia. Hacen el papel del avestruz ante la quiebra sistémica y terminal de la globalización financiera-economía de casino, expresada en los sucesivos efectos dragón, vodka, tango, tequila, samba, etcétera. La crisis argentina, los escandalosos fraudes de las corporaciones líderes de la economía de Estados Unidos, la fuga de capitales de allí hacia Europa, la caída de las bolsas y del dólar son hechos irrelevantes que no les afectan y, al parecer, ajenos, extraterrestres.

Una visión mucho más lúcida de la realidad han demostrado millones de bolivianos al votar por candidatos que reivindican la soberanía de la nación sobre sus recursos naturales, el derecho de los pueblos originarios y los campesinos a la tierra y al cultivo tradicional de la coca como parte inalienable de su identidad, el rechazo a las privatizaciones y a los dictados del FMI. El movimiento campesino e indígena ha venido a llenar el vacío político originado por la desindustrialización y el cierre de minas a que condujo el neoliberalismo; éste dio la puntilla a la una vez combativa Confederación Obrera Bolivana, cuyos líderes cupulares ya estaban mediatizados. Como en Paraguay, Ecuador, Perú y México, en Bolivia la resistencia indígena se está transformando en una fuerza aglutinante de las clases y capas sociales victimizadas por el expoliador orden mundial que George W. Bush sueña con preservar por la fuerza con el pretexto de la guerra contra el terrorismo.

Evo Morales y sus compañeros ganaron la confianza de muchos porque su lucha ha sido inclaudicable y ha abarcado, además de a los indios, a otros sectores de la población, como los que resistieron la privatización del agua en Cochabamba. De ahí su crecimiento electoral, que es también un desafío a su capacidad de conservar la independencia frente al sistema, de dar tribuna a todos los oprimidos de Bolivia y de concebir un programa en que se vean incluidos.

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