GIRA ENTRE SOMBRAS
Hay
quienes se empeñan en presentar los resultados de la gira del presidente
Vicente Fox por Sudamérica como un éxito diplomático
y de imagen. Por supuesto, sería erróneo minimizar los acuerdos
económicos firmados aunque los mismos hayan sido muy modestos, o
el no tener en cuenta el reforzamiento de las relaciones bilaterales, sobre
todo entre México y Brasil, los dos países más poblados
de nuestro continente.
Pero tiene razón el presidente Fox cuando afirma
que México actúa en el ámbito estadunidense, lo cual
implica que su economía está atada con lazo doble a la de
sus vecinos del norte y tiene relaciones menores y laxas con los hermanos
del sur. De modo que, en estricta lógica, poco se podía esperar
del intento de reforzar alianzas económicas cuando ello ni siquiera
fue posible en la época del ex presidente José López
Portillo, en pleno auge petrolero.
Además, el Presidente visitó los países
del Cono Sur en un momento particular: Brasil, por ejemplo, está
en una profunda crisis política y económica resultante del
contagio de su principal socio comercial, Argentina, y de los esfuerzos
internacionales y nacionales del capital por hundir la candidatura del
laborista Luiz Inacio Lula da Silva, cuyo eventual triunfo temen pueda
precipitar una reforma agraria. El mismo presidente Fernando Henrique Cardoso,
que dentro de tres meses perderá su puesto, ha moderado mucho sus
entusiasmos neoliberales, y declaró sin pelos en la lengua que el
presidente Bush "no sabe nada de América Latina", actitudes ambas
que se reflejaron en la recepción a su colega mexicano, en la que
Cardoso habló de futbol, del casamiento de su visitante y de aniversarios,
pero evitó compartir las ilusiones de libre comercio en América
y el celo pro estadunidense que ostenta Tlatelolco.
Uruguay, arrastrado como Paraguay por la crisis argentina,
ha entrado, por su parte, en la fase aguda de los cacerolazos y las huelgas
generales, y comparte así el clima imperante en Buenos Aires. De
modo que el Presidente mexicano se reunió en realidad con ectoplasmas,
con sombras efímeras de gobernantes transitorios, para discutir
algunos acuerdos con el Mercosur, que se deshace, y con cada una de las
economías locales, cuyo curso es impredecible en los próximos
meses.
Si a pesar de lo que dicen Hacienda o un gran empresario
internacional como Carlos Slim, México pudo aparecer en ese contexto
como un ejemplo de economía próspera, fue porque la densa
oscuridad del panorama en aquella región convirtió nuestras
sombras norteñas en claridad y el gris de los resultados en brillo
resplandeciente, pero nadie debería engañarse al respecto.
De todos modos queda el hecho positivo de que, frente
a la prolongación del estancamiento estadunidense y la caída
del dólar, México intenta tender puentes hacia otras orillas
y, aunque su gobierno declare girar en la órbi- ta de Estados Unidos,
y estar muy contento con ello, no ha olvidado ni le dejan hacerlo, que
pertene- ce al mundo latinoamericano. Ante la gran inestabilidad en Argentina,
Uruguay, Paraguay, Bolivia y Ecuador, y el agravamiento de los problemas
en Chile, la política neoliberal que exige y organiza el Fondo Monetario
Internacional y que el presidente Fox recomendó a auditorios poco
convencidos, es a todas luces una política insostenible.
Esperemos, por consiguiente, que la gira presidencial
haya servido también para evaluar los posibles escenarios (populista
de derecha, populista de izquierda, con mayor o menor dosis de Estado interventor
y de nacionalismo proteccionista, todo ello unido con una profunda y permanente
inestabilidad social) que podrían presentarse una vez que se derrumbe
definitivamente esa política económico-social defendida por
los restos desesperados del establishment que visitó el presidente
de México.