Sin frutos, campañas antisida del gobierno en esa nación
Abren a infectados hondureños albergue para "esperar la muerte con dignidad"
AFP
Valle de Angeles, 7 de julio. La profesora Gloria, de 27 años de edad, fue contagiada de sida por su esposo, un teniente del ejército que luego huyó a Estados Unidos, pero ahora ella espera la muerte con dignidad, en un refugio aislado en una montaña ubicada a 25 kilómetros al noreste de Tegucigalpa.
"Me pregunto cómo será después de la muerte, pero no siento miedo. Todos tenemos que morir", afirma Gloria, sentada en un sillón y vestida con un suéter verde.
La profesora es un ejemplo más de las elevadas estadísticas de sida en Honduras -considerada la "capital" de esa enfermedad en Latinoamérica-, con 60 mil infectados en una población de sólo 6 millones de personas.
Gloria es una de las nueve personas que están en Casa Zulema, albergue a cargo del sacerdote español Ramón Martínez y de la enfermera hondureña Laura Elena Sánchez.
Con ayuda de personas españolas, la Iglesia católica adquirió la vivienda situada en la ladera de una montaña, a la que se llega por una carretera escarpada.
"Aquí se le abre al paciente la posibilidad de una muerte digna", confiesa Laura Elena, vestida con un traje celeste, mientras distribuye en los platos un menú con pizza, frijoles y mantequilla (natilla).
El ministro de Salud registra 16 mil 346 casos de sida, pero estima que 65 mil personas (de los 6.5 millones de habitantes del país) están afectados, y las campañas de las autoridades no fructifican.
Gloria comparte la mesa con Julia, de siete años; Ofelia, de 13; Esperanza, de cuatro, y don Samuel, de 55. Todos tienen en común que la muerte los acecha a causa del VIH y que fueron despreciados por sus familias, pero encontraron en Casa Zulema un lugar donde esperar la muerte con dignidad, como afirma Laura Elena, quien los atiende como si fueron sus hijos.