José Cueli
Escapar de la vulgaridad
No se trata de que los novilleros lleguen a la Plaza México dueños de una técnica y un oficio depurado. Pero sí de que al llegar a la catedral taurina le permitan al aficionado aproximarse a una ilusión cada vez más difícil de lograr, de escapar de la vulgaridad que asola al toreo en la actualidad, improvisando un viaje al reino de lo lejano y la fantasía.
Los nuevos públicos que exigen el torito cómodo y el toreo ballet van convirtiendo a los toreros, desde su inicio como novilleros -monótonamente- en calca uno de otro. Mas los héroes actuales del toreo requieren para este ballet en que han convertido el juego del hombre y la bestia de ciertas características: galanura, figura estética a ritmo como su quehacer torero, carisma e intenso entretenimiento previo a llegar a las plazas, etcétera.
Son los Enrique Ponce, El Juli protagonistas de esta concepción del toreo, que requiere entre otras cosas de un torito a modo. Capacidad de asimilación y flexibilidad ante diferentes públicos: los españoles del norte y los del sur, los franceses, los sudamericanos, los mexicanos...
En cambio, el éxito de José Tomás, un torero diferente, estriba en su toreo clásico, de pies clavados en el redondel, en la vertical, lo opuesto al toreo ballet. Retirados de los ruedos Rafael de Paula y Curro Romero, representantes de lo sorpresivo, los espiritual, lo fantaseoso, sólo queda que Morante de la Puebla siga ese camino.