ATENCO: REPRESION Y REVUELTA
Finalmente
el conflicto entre los pobladores de San Salvador Atenco, opuestos a la
expropiación de sus tierras, y las autoridades federales y del estado
de México alcanzó ayer niveles inadmisibles desde todos los
puntos de vista.
El levantamiento de los ejidatarios de Atenco fue desencadenado
por la detención de los dirigentes del movimiento campesino -que
gozaban de amparo contra los órdenes de aprehensión en su
contra- y por la represión de los manifestantes que se disponían
a exponer sus demandas al gobernador Arturo Montiel, en gira por la zona.
Al cometer estos atropellos, el gobierno del estado de México se
colocó en una delicada posición, pues dejó en claro
que no se encuentra dispuesto a ningún tipo de negociación
civilizada y razonable con los habitantes de las zonas afectadas por la
instalación del nuevo aeropuerto, sino que incurrió en injustificables
prácticas de violencia oficial. Es alarmante que la indignación
de los ejidatarios de San Salvador Atenco haya alcanzado, luego de meses
de ser ignorados y vilipendiados por las administraciones federal y estatal,
tal grado de virulencia, al punto de que éstos se encuentran hoy
decididos a defender a cualquier precio -incluidas su propia integridad
física y la de las personas que fueron retenidas por ellos- lo que
consideran su derecho a permanecer en sus tierras.
La represión desatada contra los campesinos de
San Salvador Atenco por las fuerzas policiales del Estado de México,
por un lado, y la retención de funcionarios judiciales y agentes
de policía, el bloqueo de importantes vialidades y la destrucción
de vehículos por parte de los iracundos ejidatarios, por el otro,
son todas acciones contrarias a la legalidad y a la búsqueda pacífica
y negociada de una solución al conflicto suscitado por la ubicación
del nuevo aeropuerto capitalino y, sobre todo, son muestra de la profunda
descomposición del tejido social que ha provocado la falta de sensibilidad
de los funcionarios encargados de hacer frente a este conflicto. Pero más
allá de los reprobables sucesos de ayer, la desesperación
que ha motivado la sublevación de los pobladores de Atenco tiene
su origen en el avasallamiento de su dignidad y sus derechos, en el desprecio
por su patrimonio comunitario ?no debe olvidarse que las autoridades pretenden
pagar los terrenos expropiados a un precio ínfimo para entregarlos
a los especuladores inmobiliarios? y en la prepotencia con la que los gobiernos
federal y estatal han pretendido someter a los habitantes de esa región
mexiquense. Además, debe reiterarse que, en lo inmediato, fue la
decisión deliberada de detener a la dirección del movimiento
lo que desencadenó la ira y la movilización de los ejidatarios.
Por añadidura, los habitantes de Atenco ya habían tenido
que enfrentar la realización en sus tierras de trabajos no autorizodas
por parte de empresas constructoras, pese a haber conseguido por la vía
judicial la suspensión de las obras. La sociedad debe condenar toda
manifestación de violencia, venga ésta de donde venga, pero
también debe conocer sus causas y demandar soluciones de fondo a
la problemática que la ha inducido.
Al margen de que se dilucide la procedencia de fincar
responsabilidades penales a quienes resulten responsables de estos estremecedores
acontecimientos, es evidente que la estrategia oficial utilizada para enfrentar
este problema ha fracasado de manera estrepitosa y sólo ha contribuido
a la polarización de las posiciones y al estallido de la violencia.
Por ende, es urgente que el gobierno federal modifique su postura y reoriente
sus prioridades, hasta ahora volcadas en favorecer los intereses económicos
de los grandes grupos interesados en la construcción del nuevo aeropuerto
de la ciudad de México, y ofrezca a la brevedad una solución
justa y digna a los campesinos afectados. Es hora de que las autoridades
competentes sopesen el grave costo social inherente a mantener su actual
proyecto aeroportuario y rectifiquen sus decisiones a fin de terminar de
una vez por todas con un conflicto que ha rebasado los límites de
la racionalidad y ha degenerado de manera ostensible y peligrosa.